Sobre la importancia de la normalización de la discrepancia política en la construcción del bloque del cambio
Estamos viviendo un momento importantísimo para la ciudadanía valenciana, para mialcanza la categoría de histórico. A lo largo de esta semana está decidiéndose el perfil y la estrategia que va a tener en el País Valencià uno de los agentes fundamentales para el cambio del conjunto del estado.
Nos encontramos en una coyuntura en la que tras tres años de maquinaria electoral hemos conseguido, con la complicidad de otras fuerzas políticas hermanas, que no se cerrara la ventana de oportunidad abierta.
Con gran acierto y en el momento previo al ciclo electoral reciente, un grupo de compañeros y compañeras detectaron y señalaron que el devenir de los acontecimientos desde el 15M hasta el momento, con mayor o menor intención, había abierto una ventana de oportunidad en la historia para los y las nadie en el estado español. Esa lectura se basaba en indicios claros y notorios. Quienes ostentaban la representación política del conjunto de la sociedad estaban desautorizados, por no ser capaces de propiciar las condiciones para que las necesidades vitales de la mayoría social estuvieran cubiertas. Además, se desenmascaró la complicidad de éstos con los poderes económicos y mediáticos, en la perpetuación del estatus quo, avanzando en la aplicación del programa político neoliberal. Y además se tuvo la inteligencia y la pedagogía política como para interpretar y sintetizar la indignación ciudadana convirtiéndola en discurso político.
Lamentablemente esta situación nos pilló a contrapié. No teníamos consolidada una herramienta política que fuera capaz de articular todas las desafecciones, indignaciones y voluntades de cambio. Tuvimos que construirla a la vez que jugábamos en tiempo real para aprovechar esa oportunidad.
Como todas conocemos la llamada que hicieron para la construcción de esa herramienta, en febrero de 2014, provocó la movilización hacia ese objetivo de muchos y muchas indignadas, recientes o permanentes. Cada uno y cada una provenía de una cultura política, de una forma de entender el camino a recorrer, de unas utopías referenciales diferentes, y se tuvo que construirla misma herramienta entre todos y todas. Esto provocó desafecciones, incluso hubo quien abandonó el proyecto, y hay que asumirlo, se hicieron cosas mal por las prisas y la necesidad de responder al momento histórico. No obstante, si observamos desde la distancia el fenómeno de construcción de PODEMOS, ha sido un gran acierto colectivo situarnos donde nos hemos situado. Y esto ha sido gracias, entre otros elementos, al ejercicio de construcción desde la discrepancia política, el ejercicio colectivo de tener presente la construcción de la herramienta de todos y todas, por encima de la construcción de la herramienta de cada una de las partes.
Con todo, hemos sido capaces, el conjunto de fuerzas de cambio, de hacer historia y conquistar posiciones que hasta al momento no habíamos ocupado. Y atendiendo a la lógica de la democracia representativa-liberal, contamos con 70 diputadas, 20 senadoras, los ayuntamientos delas capitales más importantes del estado y centenares de concejalas y concejales,que representan a cinco millones de votantes paraanular la aplicación del programa político neoliberal, y en algunos casos desarrollar políticas encaminadas al cambio necesario.
Con este “activo institucional” y con las miles y miles de personas que participamos diariamente en cualquiera de los espacios políticos hermanos (partidos, movimientos sociales y sindicatos), estamos manteniendo la llama del cambio viva, la ventana de oportunidad continúaabierta.
Esto ocurre en un momento en el que el Partido Popular está siendo desenmascarado como vertebrador una trama de corrupción y clientelismo, en el que Ciudadanos se ha reducido a la expresión parlamentaria de muleta de ese PP corrupto, y que el PSOE está en la disyuntiva interna entre ser todavía el mejor representante de la oligarquía española y del IBEX35 o disputarle el espacio político a Ciudadanos, es en este momento en el que las personas que realmente queremos que todo cambie, para que todo cambie, necesitamos actuar a la altura del momento histórico.
Es por tanto momento de identificar la importancia que tiene la normalización de la discrepancia política para continuar construyendo esa herramienta de todos y de todas. Para ello es fundamental airear a la organización, abrirla, “desensimismarla”. Y eso se consigue cuando tenemos un proyecto político para nuestro territorio definido que desarrollar. Y ese proyecto todavía no ha cambiado.
Apostar de forma clara por la construcción del bloque del cambio en el PV, cuando todavía no se cerrado la ventana de oportunidad en la que se dirimirá el conflicto político vigente entre restauración del Régimen del 78 o cambio.
Un bloque del cambio en el que se respeten las identidades, la autonomía de las partes, que elabore una estrategia global para el cambio participada por todos los agentes, formado por partidos políticos, sindicatos, movimientos sociales y ciudadanía a título individual.
Ese bloque del cambio aspira a incluir a la mayoría social que padece las consecuencias de este orden injusto. Aspira a representar y ser representado por el conjunto de la mayoría social. Por tanto, necesariamente ha de ser plural, diverso y coral. Pero a su vez ha de tener la capacidad de expresar su fuerza, su legitimidad, su capacidad transformadora, su poder constituyente de forma unánime.
Éste no es un reto fácil, es el reto que tenemos como generación y en base al que tendremos que rendir cuenta a nuestras hijas e hijos en unos cuantos años.
Es por ello que hemos de aprender a construir desde la discrepancia política. Hemos de hacer ejercicio de escucha activa, de voluntad de acuerdo, de dialogo constructivo. Siempre que detectemos que eso no es así, y estemos entre las afectadas del orden neoliberalpatriarcal, algo estaremos haciendo mal.
Para conseguir normalizar la discrepancia es fundamental despatriarcalizar las relaciones políticas. Es cierto que el terreno político en la sociedad no lo definimos nosotras, lo define las relaciones de poder y opresión que imponen las fuerzas restauradoras del régimen del 78. Pero también lo es el hecho de que, entre nosotras, entre las nadie, podemos optar a relacionarnos de otras formas. La despatriarcalización de las relaciones políticas se refiere, entre otros elementos, a que las relaciones han de ser inclusivas y basarse en el cuidado. Unas formas de relación que empaticen, que generen solidaridad, que promuevan la esencia cooperativa del ser humano. Unas relaciones que desechen de planta la cultura bélica, tan presente en nuestra sociedad.
Unas relaciones que no busquen la competitividad, sino la necesaria cooperación ante un objetivo común: El cambio de un sistema depredador, que menosprecia nuestro entorno, nuestros cuerpos, nuestra salud, que desprecia la vida, por otro que posibilite otras formas de vivir, desde la dignidad, la libertad, la justicia, la igualdad, que potencie de forma colectiva las individualidades de cada una de nosotras y cada uno de nosotros.
En el estado español, durante el último siglo, hemos cometido el error de no aplicar este principio. Aprendamos de la historia, la discrepancia táctica, de matiz, de redacción o de estilo no han de tener más importancia que el objetivo común del cambio. Si permitimos que esto ocurra no estaremos a la altura política necesaria. Estaremos respondiendo a la pregunta de nuestros hijos y nuestras hijas cuando nos pregunten: ¿y tú que hiciste para que la sociedad no se degradara como lo ha hecho?
No se trata de ingenuidad, se trata de responsabilidad histórica. Hagámosle frente, asumamos la construcción del bloque del cambio desde la normalización de la discrepancia política, reeduquémonos en la complicidad política del cambio, tengámonos confianza y ganemos la batalla política que posibilite la acumulación de fuerzas necesaria para constituir un contrapoder ciudadano que desborde y defina una sociedad para el buen vivir de todos y todas.
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