Ningún niño abrazará ya a los miles de peluches que yacen en el suelo repletos de barro: huelen a podrido. A su alrededor, una docena de empleados de la planta logística de juguetes Famosa trata de salvar lo que puedan para la próxima Navidad en una nave devastada.
“Lo único que hacemos estos días es limpiar y salvar todo lo que podamos”, explicaba este miércoles una empleada con una gran escoba en las manos. Detrás de ella yacían miles de cajas apiladas, medio rotas, que una semana antes flotaban en el agua. En su interior se ve a Doraemon, a un pitufo, a Hello Kitty, a un personaje de la Patrulla Canina.
Una semana después del temporal que arrasó València, los polígonos industriales de las zonas afectadas siguen sin recuperar su actividad. Solo unas pocas empresas han podido reanudar parcialmente sus operaciones. El resto de empleados todavía se dedica a tiempo completo a limpiar los destrozos y no saben cuándo podrán recuperar su oficio.
“Llevamos una semana sacando fango y lo que nos queda”, lamentaba Mariluz Villar, empleada de una empresa de renovables en el polígono de Riba-roja de Túria. El agua corriente ha estado yendo y viniendo. El 20% de las naves todavía no tiene luz. La de Villar, por ejemplo, no la recuperó hasta el lunes. Casi ninguna tiene internet.
Visitar este polígono, situado a 20 kilómetros de València, supone entrar en un escenario postapocalíptico: cientos de tráilers tumbados y destrozados, camiones varados repletos de ramas y basura, incontables coches amontonados, charcos y boquetes de gran profundidad … Y el omnipresente marrón del barro que estos días tiñe toda la zona afectada.
Apenas circula ningún camión, solo se ven vehículos del ejército, ambulancias y camiones de bomberos. En las aceras se amontonan los productos de las plantas adyacentes: juguetes, paquetes de servilletas, latas de bebida. Y muebles —neveras, mesas, palets sillas— que ya no se podrán usar.
En este lugar trabajan 20.000 personas. Mil de ellas quedaron atrapadas en el polígono el pasado 29 de octubre, cuando la riada empezó a inundar las calles, y tuvieron que pasar la noche en sus puestos de trabajo.
Algunos explicaban que estuvieron toda la noche encaramados al techo de su nave. Otros se refugiaron encima de sus camiones rezando para que la fuerte corriente no los tumbara, en medio de la oscuridad y escuchando gritos de auxilio. “Nos pilló de golpe porque aquí apenas llovía”, recordaba Marcial Espinosa, un empleado en una planta de la zona.
Seis de estos trabajadores murieron en el polígono la noche de la riada, según el recuento oficial. Este miércoles, sin embargo, todavía había soldados y agentes de la UME buscando cuerpos por los coches y por el barranco que queda a pocos metros del complejo.
“Lo primero que nos pidieron los supervivientes fueron cargadores de móvil para avisar a sus familias”, rememora Robert Raga, el alcalde de Riba-Roja de Túria. El Ayuntamiento los rescató al día siguiente mandando autobuses a la zona para recogerlos y llevarlos a un colegio donde les dieron comida y ropa seca.
Raga reivindica la “tarea ingente” que se ha llevado a cabo durante la última semana para intentar que el polígono recupere la normalidad, aunque admite que todavía queda mucho trabajo para que el lugar vuelva a estar operativo.
“Los primeros tres días los dedicamos a despejar las principales vías de los polígonos de tráilers y ramas”, explica el alcalde. “Ahora estamos intentando recuperar la operatividad para poder volver a normalizar la actividad económica”.
Según el Instituto Valenciano de Estadística, en las comarcas más afectadas por la DANA hay 21.429 empresas que daban empleo a 230.000 trabajadores y 28.315 autónomos. Tanto la Generalitat Valenciana como la Cámara de Comercio cifran en más de 10.000 millones de euros los daños en la industria.
La Federación de Polígonos Empresariales ha admitido que “en la mayoría de los casos” la devastación en los interiores de las naves es “alta”. El escenario en Riba-roja lo confirmaba: tras visitar más de veinte naves, apenas había alguna en buen estado en las zonas más afectadas.
Mientras sujetaba una manguera encendida, Mariluz Villar, de la empresa de renovables, lamentaba no haber recibido ningún tipo de ayuda de la administración: ni la UME, ni el ejército ni ninguna autoridad, asegura, le ha ayudado a intentar recuperar la actividad. Los voluntarios tampoco llegan hasta aquí.
“Solo han venido nuestros hijos y algunos amigos”, lamentaba. “Hay algunas empresas que tienen muchos empleados y han podido avanzar, pero otros hemos ido haciendo lo que podíamos y aún nos quedan días de trabajo”.