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Izquierda, para el lenguaje de todos

Una joven lee el 'manifesto' electoral del Partido Laborista.

Andrei Serban

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Priorizar unas voces que no valen más que otras

El pasado 12 de diciembre el Partido Laborista británico sufrió su mayor derrota en unas elecciones desde 1924. Las mismas políticas socialistas que resucitaron al partido en 2017 y lo acercaron a la victoria, liderado por el mismo Jeremy Corbyn, han resultado ahora insuficientes. El motivo principal no ha sido más que el desentendimiento de la clase trabajadora, situada en su mayoría en el norte y los Midlands, con la que ahora señalan como “izquierda liberal cosmopolita” del sur. El caballo de Troya ha sido el Brexit. El otro motivo no es menos importante, pues se trata de la guerra propagandística que se ha librado contra Corbyn a través de falacias y manipulaciones. La BBC ha confirmado que el 88% de los elementos en la campaña conservadora fueron mentiras, en comparación con el 0% laborista, en una pieza cuyo titular dio a entender que ambos manipularon por igual.

Pero si este fuera el problema fundamental, al que la izquierda con soluciones reales para los ciudadanos ya está acostumbrada, los 191 diputados rojos a la espera de un nuevo líder estarían hoy más cómodos. En cambio, la crispación y búsqueda de culpables está dañando la imagen de la izquierda en los últimos cinco días. Muchos votantes laboristas del norte, miembros de una clase trabajadora que jamás traicionó a su partido, fueron leavers en el referéndum de 2016. Además, son conocidos por su visión tradicional y conservadora sobre temas como la inmigración o la Unión Europea. En 2017, el Partido Laborista consiguió arrebatarle la mayoría a Theresa May gracias a su promesa de respetar el referéndum y abandonar la UE, además de sus políticas de izquierdas radicales. En esta ocasión, el contexto fue un país aún más dividido tras dos años de peleas parlamentarias y un Brexit de derechas sobre la mesa.

La apuesta por unir a los británicos y celebrar un segundo referéndum ha sido un fracaso absoluto. La izquierda ha perdido asientos históricos que había conservado durante décadas, como Bolsover (circunscripción trabajadora norteña que votó por abandonar la UE, representada desde los 80’ por el líder sindical y ex minero Dennis Skinner). Hasta un 11% de votantes laboristas, que ahora han marcado la casilla conservadora por primera vez en su vida, lo han hecho gracias al mensaje simple y repetitivo de su particular Donald Trump, el primer ministro Johnson. “Get Brexit Done”, un eslogan rodeado de mentiras y una radicalización sin precedentes, ha conseguido quitarse del medio al Brexit Party de Nigel Farage que muchos laboristas iban a votar en estos comicios. El voto pro Europa se quedó fragmentado y sin pactos entre laboristas, liberal-demócratas y nacionalistas. A su vez, en el seno del laborismo la división entre los simpatizantes de un segundo referéndum y los rebeldes brexiteers pusieron en duda la posición del partido.

El padre de Boris Johsnon, Stanley, bromeó en la televisión nacional sobre el hecho de que los ingleses de clase trabajadora probablemente no tengan la cultura suficiente para saber quién es Pinocho. Por paradójico que parezca, el Reino Unido heredero de Thatcher se hizo notar y el “Pinocho Johnson” salió victorioso al convertirse en el único partido del Leave. La misma clase trabajadora, humillada por la mayoría de conservadores y élites sociales, prefirió darles su voto para “acabar el Brexit de una vez por todas”, controlar la inmigración y poder atender sus necesidades ignoradas en los últimos años por culpa de la palabra (ya maldita) que comienza con la “B”. Ahora bien, lo que muchos comprobarán es que sus necesidades serán atendidas en forma de más privatizaciones, desigualdad y abusos de los poderosos.

Los fantasmas de la izquierda son más fuertes que nunca, algo que ocurre a nivel europeo. Muchos piden una vuelta al “blairismo”, un giro a la derecha que pretende enterrar a la cúpula actual del partido y que representan diputados rebeldes como Jess Phillips. Este sería un error capital del que difícilmente podrían recuperarse.

Los votantes perdidos en estas elecciones son fáciles de recuperar en las próximas. Las políticas radicales a favor de una economía verde, derechos laborales y control estatal de ciertos servicios clave son bien vistas entre el 95% de los ciudadanos. Abandonar la senda de la esperanza, la política para la mayoría y la conciencia de clase no resolvería nada. Pero lo que ha quedado claro es que a pesar de la mayoría abrumadora de jóvenes que votan laborismo, las bases del partido jamás serán sus feudos urbanos liberales. Circunscripciones como las londinenses no son vistas como británicas por muchos ingleses, que deciden ubicarse en otras zonas del país para sentir su cultura más de cerca. Mientras muchas regiones y ciudades cosmopolitas se han nutrido de talento, inmigración e ideas políticas liberales, a las zonas norteñas más afectadas por la austeridad conservadora no les queda más que la lucha por un trabajo, un hogar y formar parte de una comunidad funcional.

El único aspecto en el que Corbyn ha fallado es el esfuerzo dedicado en quitar votantes remainers a los liberal-demócratas del sur de Inglaterra (en auge debido a su plan de cancelar el Brexit abruptamente). Estos últimos difícilmente votarían a Johnson, y con la lucha a dos entre el segundo referéndum de Corbyn y el Brexit conservador, su acercamiento al socialista fue masivo muy a pesar de no resultarles un político agradable. El partido de la clase trabajadora ha ganado asientos como Wrexham o Peterborough, como también nuevas circunscripciones alrededor de Londres. Pero ha perdido asientos que mantuvo desde 1945, como por ejemplo Leigh, North West Durham o Bolsover dentro del llamado “muro rojo” del norte de Inglaterra. No ha valido la pena.

“Populismo” del lado justo de la historia: todas las voces deben ser escuchadas

Para volver a conectar con sus bases, la izquierda no necesita más que centrar su discurso de una vez por todas en sus medidas económicas tan populares. “Blue Labour”, uno de los grupos de presión del partido de Corbyn en los últimos años, aboga por una perspectiva cultural conservadora junto al socialismo económico. Para una militancia aún de resaca electoral y con profundas dudas sobre esta posibilidad, la traducción del progresismo ideológico al lenguaje de a pie es una de las pocas opciones restantes para no caer en la irrelevancia. El error de tratar a miles de familias como algo más de lo que son, y nótese aquí el sentido literal de la frase sin tono peyorativo, es lo que impide a multitud de facciones progresistas penetrar en los feudos sociales que abrazan la derecha como solución a sus problemas.

Dejando de lado a las grandes fortunas y propietarios, a quienes benefician las políticas aporófobas, muchos ciudadanos europeos se sienten abandonados. Algunos partidos socialistas han decidido (conscientemente o no) dar el mando a la juventud liberal, educada, que viaja y tiene una visión abierta sobre el futuro. Esta es una parte fundamental del Partido Laborista, de Podemos en España y de muchas otras formaciones sin la cual quedarín fuera de juego. Sin embargo, necesitamos un equilibrio de fuerzas que realmente ofrezca una izquierda para todas las realidades. La incapacidad de lograrlo traerá consecuencias inmediatas: las derechas siempre se muestran capaces de flexibilizar su discurso y atraer a todo tipo de votantes. El futuro de la izquierda es prometedor si la autocrítica y la reflexión, propias de los partidos del trabajo y los movimientos obreros, se centran en cambiar aquello que conviene. La política flexible que ya estamos viviendo, los discursos identitarios post-modernos y la vuelta a un peligroso fascismo enmascarado lo exigen.

No se trata en ningún caso de experimentar con la xenofobia propia de las derechas o los retrocesos sociales que llevan a cabo. Simplemente se debe trabajar en la misma línea que hasta ahora, atendiendo más las prioridades de aquellos que a día de hoy son excluidos de la “moral” progresista. Jeremy Corbyn, miembro del ala sindical y socialista del Partido Laborista, apoyó el estar fuera de la UE durante toda su carrera. Pero a diferencia de otros, fue un demócrata que quiso escuchar a la mayoría de su partido y decantarse por un segundo referéndum.

Durante la próxima década, un reto tan poco analizado como representar al mismo tiempo el voto “milennial” y el de familias tradicionales en situaciones delicadas será clave. Varias voces rumorean en las redes que los laboristas quieren volver a celebrar sus congresos en Bolton, ciudad obrera del norte, en lugar de hacerlo en Brighton. Los cambios son vitales. En el caso británico, la palabra “remain” ha dejado de ser una posibilidad para siempre. Pero, en palabras del propio Corbyn, no existe “corbynismo” sino “socialismo”. Su izquierda ha perdido la lucha por permanecer en la UE, pero el Brexit puede ser una nueva oportunidad de reconectar con sus orígenes y hacer política para la mayoría de familias trabajadoras. Hagámoslo también en Europa, para el lenguaje de todos.

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