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Amor o matrimonio

Josep Moreno

Como vivimos en el tiempo del todo o nada, del blanco o negro, de Belén o de Jesulín, ahora resulta que a Mónica Oltra no le está permitido ser de izquierdas ni demócrata sin ser independentista. Tuvo la ocurrencia (y es que ella es muy de ocurrir) de anticipar al público de una cadena de televisión cual seria su respuesta en el caso poco probable de que Puigdemont le pidiera apoyo para formar gobierno. Ni corta ni perezosa, la más que “vice” manifestó su incompatibilidad política con el líder de una formación claramente vinculada al recorte de derechos y a una de las tramas de corrupción más escandalosas de nuestro ya de por sí corrupto y escandaloso mapa político ibérico. Por lo visto, y leído, semejante afirmación la incapacita para estar de acuerdo con este mismo vecino de Bruselas en lo relativo al buen juego del Girona en el inicio de liga, la cantidad sensata de langosta en una caldereta, la insensatez de ordenar cargas policiales contra grupos de votantes pacíficos o la aplicación de uno u otro artículo de la sacrosanta Constitución Española.

Como no podía ser de otra manera, en la taberna tuitera le cayeron cuerpos de Cristo como panes repartidos con entusiasmo por los muchos y muy activos cruzados contra la maldita “equidistancia” que todo lo pudre. Andan estos perfiles dedicados a tiempo completo a desenmascarar a todo, en este caso toda, agente oculta al servicio del centralismo, la españolidad y la corona, como sin duda lo es Mónica Oltra. Y no es que resulte extraño. Al contrario. No es esta la primera vez que los guardianes de la quintaesencia del progresismo bajando a la derecha (ahí no, más a la derecha) se dedican a repartir carnets de luchadores por la libertad mientras llaman a la santa alianza contra el enemigo común aunque sea aliándose con el más común de los enemigos de aquella ideología que afirman defender.

Seguro que a la vicepresidenta botánica ya le han dicho aquello de “Xica.. això era precís?”. Es momento de hacer amigos, Mónica. Se acercan tiempos de listas, primarias y debates sobre con quien coligarse o dejarse de coligar. Habrá quien piense que esto fue un gesto calculado de la más que probable candidata de Compromís para neutralizar los efectos negativos de la vinculación de una buena parte de los cuadros políticos de su formación con la causa independentista y de paso, tender puentes hacia Podemos y su electorado. Tal vez sea cierto. O tal vez sea que la diputada Oltra, que vive atrapada en el cuerpo de esta vicepresidenta, sabe que, como aquello de ducharse con regularidad, resulta extraordinariamente saludable someterse de manera periódica a un buen sopapo tuitero que te recuerde la distancia insalvable que separa el amor del matrimonio.

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