En la calle, cualquiera comprueba fácilmente que Valencia está diseñada para los coches: las calles con cuantos más carriles mejor, los semáforos priorizan su paso al de peatones para facilitar su rapidez, existen aparcamientos a pie de calle y en los edificios, los bulevares están divididos impidiendo el paseo para una mejor circulación viaria.
Sorprendentemente el Plan de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS) de Valencia recientemente publicado por el Ayuntamiento afirma que solo el 23’6% de los desplazamientos internos de la ciudad se realizan en coche. ¿Si el automóvil es utilizado en uno de cada cuatro desplazamientos en la ciudad por qué es la forma de movilidad que más espacio ocupa? El estudio elaborado por IDOM demuestra que el vehículo privado no es el uso de movilidad principal entre los ciudadanos, pero sigue siendo el rey en la ocupación del espacio.
Como analizaron Javier Monclús y José Luis Oyón la aparición de los coches en las ciudades españolas desde los años 60 favoreció al automóvil con cambios en la forma de ordenar las vías y dejó en un segundo plano el uso del transporte público hasta entonces preeminente. El desarrollo económico y la importancia simbólica que representó la posesión del coche como medio de prestigio social llevaron a una transformación de la ciudad. Con el coche, el ritmo de vida de los ciudadanos se transformó y se adaptó a los nuevos medios de transporte: los centros de empleo y lugares de residencia podían estar dispersos como efecto de la mayor capacidad de movilidad espacial de la población. Pronto se produjo la congestión de las calles, la motorización de las ciudades y la aparición de calzadas que anteponían el automóvil frente a los vehículos colectivos o cualquier otro.
El proceso de apropiación de la ciudad por el coche ha ido acompañado de un aumento considerable de la contaminación. También en la ocupación del espacio: el territorio destinado a uso viario y aparcamiento ha ido creciendo exponencialmente. Según el texto de Monclús y Oyón se calcula que cerca del 25% del espacio de las ciudades europeas está destinado a este tipo de usos. Al mismo tiempo, la llegada del automóvil también acabó con la dificultad de movilidad y permitió un crecimiento urbano flexible y compacto, más allá del sistema radio-céntrico que generaba la red de tranvías.
En igualdad de condiciones en la calzada ganará el automóvil, por lo que es imprescindible limitar su poder. Haber convertido las calles en un espacio de prioridad vial para el automóvil evita sus propios atascos, pero lleva a la reducción de cualquier uso alternativo del espacio. Pese a las dificultades, son muchos quienes se atreven día a día a tomar las calles con otros medios y a aprovechar las pocas parcelas que permiten un uso alternativo por el menor coste, la baja contaminación, el hecho de ser más saludable y permitir una relación más cómoda con la ciudad. Sería utópico pensar en un modelo de movilidad sin coches, pero es necesario limitar su uso para permitir también el de otros con medidas que vayan más allá de construcción de carril bici o limitación de velocidad, necesarias pero insuficientes.
La necesidad de cambios en la forma de diseñar la ciudad es evidente, pero a la vista de la poca participación promovida desde el Ayuntamiento en el proceder del PMUS y las escasas medidas anunciadas cualquiera diría que es un simple brindis al sol.
Los cambios que se están produciendo en nuestra sociedad (desarrollo tecnológico, transformación de las relaciones laborales, nuevas pautas demográficas, cambio en el tipo desplazamiento) tienen un impacto directo sobre el uso que hacemos de nuestras calles, y deberían tenerlo también sobre su ordenación. El PMUS expone que los ciudadanos de Valencia van principalmente a pie o utilizan en mayor medida el transporte público que el automóvil: adaptemos la ciudad a esas otras posibilidades, reduzcamos la necesidad de realizar grandes desplazamientos en el día a día a través de ofrecer servicios en un perímetro cercano al ciudadano. Ya no basta abordar el problema de movilidad como una simple insuficiencia de oferta de medios para cumplir la demanda, se trata de una mejor organización, de un modelo de movilidad equilibrado.
Hay que ir más allá de la imprescindible observación y medición de procesos, demos un paso hacia la actuación. Existen múltiples medidas que se pueden tomar para limitar el uso del automóvil como la reducción de las plazas de aparcamiento en rotación, la incorporación de sistemas de peaje en la ciudad, la apuesta por el teletrabajo (el 51% de los desplazamientos en Valencia son por motivos de estudio o trabajo) o dificultar la circulación en automóvil por la ciudad (la forma más rápida de cruzar el centro de Valencia es en vehículo privado).
También se puede mejorar la movilidad de viandantes con aceras más anchas, prioridad en pasos de peatones o itinerarios protegidos del sol y la lluvia. El uso de la bicicleta hay que favorecerlo estableciendo un reglamento que otorgue seguridad y claridad en las normas, aumentando los aparcamientos y sobre todo su protección, integrando aparcamientos en los edificios como se hace con los automóviles y no limitando su uso a carriles bicis que desincentivan su uso al obligar al ciclista a dar grandes vueltas. No permitamos que el uso compartido entre los diferentes actores de la calle se limite a los Jardines del Túria, abramos las prácticas de un uso equilibrado entre los distintos usuarios de la calle también al resto de la ciudad.
Es hora de frenar el poder del coche privado y ampliar el del resto de formas de movilidad que nos acerquen a una ciudad más sostenible e integradora. Valencia se mueve más allá del diseño de sus calles, pero si no se ordena de una forma equilibrada se perpetuarán los conflictos existentes. Es necesario adaptar el diseño a los nuevos usos y necesidades con medidas efectivas y de escaso coste económico. Y si el coche no es el rey, ¿por qué el modelo de movilidad actual se empeña en darle todo el poder?
En la calle, cualquiera comprueba fácilmente que Valencia está diseñada para los coches: las calles con cuantos más carriles mejor, los semáforos priorizan su paso al de peatones para facilitar su rapidez, existen aparcamientos a pie de calle y en los edificios, los bulevares están divididos impidiendo el paseo para una mejor circulación viaria.
Sorprendentemente el Plan de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS) de Valencia recientemente publicado por el Ayuntamiento afirma que solo el 23’6% de los desplazamientos internos de la ciudad se realizan en coche. ¿Si el automóvil es utilizado en uno de cada cuatro desplazamientos en la ciudad por qué es la forma de movilidad que más espacio ocupa? El estudio elaborado por IDOM demuestra que el vehículo privado no es el uso de movilidad principal entre los ciudadanos, pero sigue siendo el rey en la ocupación del espacio.