Marina Marroquí, educadora social y premio Meninas 2020: “La Ley Celaá nace coja en la lucha contra la violencia de género en los adolescentes”

Marina Marroquí parece tener un don para ganarse la confianza de los y las adolescentes. “Será porque hablo en su idioma”, reconoce en una conversación con elDiario.es días después de comunicarle la Delegación del Gobierno en la Comunidad Valenciana que, con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer que se celebra el 25 de noviembre, es una de las premiadas en la edición Meninas 2020, junto a la exministra y exconsellera Carmen Montón, la Congregación Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, la psicóloga Coto Talens García y el proyecto “Juntes” de atención integral y empoderamiento de mujeres víctimas de violencia de género de Cruz Roja Castellón.

El jurado ha valorado “su novedosa forma al impartir talleres para detectar la violencia de género, prevenirla y combatirla” en las aulas. Esta joven ilicitana sufrió con 15 años una escalada de violencia machista por parte de su novio que se perpetuó durante años. “Recuerdo que tras muchos meses de persecución en la calle me di la vuelta y le supliqué que me matase”, reconoce. Su desgarrador testimonio en el programa Salvados, en 2016, le ayudó a liberarse y librarse de una pesadilla que, en la actualidad, “casi” ha superado gracias a “la ayuda de profesionales porque sola no se puede”.

Su experiencia y formación universitaria la han convertido en una de esas profesionales que, como educadora social especializada en violencia de género, trata con sus talleres de cubrir las carencias del sistema educativo, el cual “se ha quedado muy atrás”, asegura. “La educación afectivo-sexual prácticamente ha desaparecido y de ahí parte que el machismo se esté haciendo más agresivo en las aulas”, advierte.

Por ello, ha acogido con desilusión la nueva ley educativa aprobada en el Congreso este pasado jueves. “La Ley Celaá [como es conocida] nace coja en la lucha contra la violencia de género en los adolescentes”, señala. Avanza Marroquí que tenía “esperanzas” de que la ley incluyera la asignatura “tan necesaria de educación sexual”. Reconoce que el cuerpo legal sí cuenta con “materias de igualdad y lucha contra las violencias machistas, pero si no se forma al profesorado o se pone temario a disposición, para mí no es suficiente al quedar en algo teórico que no se puede aplicar en la práctica o que no va a llegar a todo el alumnado de manera transversal”. “Queda coja porque esa asignatura sobre los valores sociales era urgente y no implantarla como tal me ha parecido un error muy grande”, concluye. 

Contra la pornografía

Su discurso apunta contra la pornografía, un fenómeno que “está cubriendo esta carencia educativa que el sistema no da: Cimentar el deseo en la violencia es un precio que estamos pagando con la disparatada subida de violencia sexual que ha habido en la juventud”, asegura. Solo así explica el aumento desmesurado de las violaciones grupales y la normalización de la violencia. “Esto es consecuencia de la pornografía en cuyas webs se nutre de vídeos de violaciones”. “Ahora el peligro está en que ya no necesitan buscar porno, el porno les llega por muchos frentes y grupos”, comenta. “Un chico me dijo que no veía el porno en webs, que su madre le veía el historial, sino en Twitter donde hay una pornografía brutal”, asegura. 

Por ello, establece que “la pornografía es la teoría y la prostitución es la práctica porque ya no solo tengo muchísimos chavales de 14 años que en sus cumpleaños hacen un bote para pagar a una mujer prostituida como regalo, sino que muchas chicas asumen como normal esa situación”. Así, no es de extrañar que a estas tempranas edades se den “los primeros inicios para ser prostituidas”. Desde ser captadas para mandar fotos en redes sociales a recibir proposiciones en la universidad para pagarse sus estudios. “Hay estudios que avalan que más del 90% de esas mujeres prostituidas han sufrido abuso sexual infantil o violaciones en las primeras etapas de su adolescencia, por lo que esa decisión no es tan libre”, responde ante la dicotomía que se ha abierto en el feminismo de si abolir o regular la prostitución. Su respuesta es contundente. “Creo que el otro feminismo debería entrar en los clubes y ver la realidad”.

Las secuelas de esta falta de educación sexual-afectiva en las aulas y también en casa llega también a los chicos. “Tras los talleres me han llegado ellos angustiados diciéndome ‘te prometo que no soy mala persona, pero si no la agarro y la cojo del pelo no tengo una erección’”, atestigua. De todo esto habla en su libro en su libro ‘Eso no es amor’ (Destino): “La sociedad nos enseña a querer mal”, añade.

Con el nacimiento de su hija, ahora de 19 meses, al reto que tiene en las aulas (el próximo en dos institutos de El Campello a finales de mes) se le suma el de educar a su hija en igualdad, una tarea difícil cuando a la hora de vestir, ejemplifica, solo le dan a elegir entre el rosa y el azul. “Las empresas textiles están perdiendo una oportunidad de oro con otros colores”, dice con sorna.