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Arzobispos y arquitectos

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El Colegio de Arquitectos vuelve a hacer una incursión en el mundo religioso y le otorga la insignia como arquitecto de honor al arzobispo Cañizares. Más de uno habrá pensado que se la habían dado al que fue guardameta del Valencia CF.

Esa distinción me entristece y me indigna, a partes iguales, porque subraya el anacronismo de una institución que debería representarnos, imagino.

Siempre he creído que la nuestra es una profesión laica, civil, y siempre me ha sorprendido que tuviéramos una patrona, innecesaria desde luego, residuo de una sociedad sometida por la religión, y que recurría a patronos y patronas, obligatorias, como símbolo de una religiosidad impuesta.

Y yo, iluso, imaginaba que años de progreso y raciocinio habían dejado esa religiosidad en el ámbito de lo privado del que nunca debó salir. Pero no, me desayuno con un mensaje socarrón de un buen amigo que me manda la noticia, con un pie de foto: “Estáis a punto de ganar la indulgencia plenaria”. Me ha producido una sonrisa con forma de mueca.

Haría bien el colegio en representarnos de verdad en tantas urgencias que tiene esta sociedad. Haría bien en guardar sus medallas para quien las merece, para quien defiende la profesión como compromiso social. Haría bien en lavar sus heridas por años de malas compañías. Haría bien en volver la mirada hacia tantos profesionales, colectivos, personajes que trabajan por el bienestar colectivo, por la dignidad de la gente, de la arquitectura, del urbanismo, del paisaje.

Pero no. Ha preferido al arzobispo a punto de cesar, famoso por su boato fucsia. Ha preferido señalar a una institución que anda en el candelero por razones poco recomendables. Una institución ajena a nuestra disciplina, que matricula a su nombre arquitecturas que no son suyas. Ha dejado de lado nuestra profesión laica buscando coartadas para justificar una foto injustificable. Y ha vuelto a poner en primer plano una Real Congregación de Arquitectos de Nuestra Señora de Belén. No sabía que existía, la verdad, pero sabiéndolo ya estoy más tranquilo.

Quizás me equivoco. Quizás el Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunidad Valenciana, que se empeña en sembrar dudas sobre su utilidad, representa la caducidad, el espejo retrovisor. Al fin y al cabo sus dirigentes han sido elegidos por los colegiados.

Dirán que somos los de siempre los que protestamos, pero será un halago porque siempre estaremos enfrente de quien confunde las convicciones privadas con lo que supone representar a un colectivo profesional multicolor. Por eso es oportuno expresar que algunos, que no somos elegidos pero somos arquitectos, estamos en otra onda alejada de esos dirigentes. Espero que sus indulgencias no nos salpiquen.

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