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CV Opinión cintillo

Megatubería

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Es curioso, pero siempre he pensado que las infraestructuras van por debajo, no se ven, excepto las trapas que emergen. Ahora la palabra se ha generalizado y nombra a cosas visibles.

Como visibles son les espigones que promete la delegada del gobierno para regenerar las maltrechas playas del sur de València, unas playas que desaparecieron, recuerden, con el argumento de que eran una moneda de cambio: ganar las del norte a cambio de las del sur. Mal negocio. Ahora, tiempo después, nos prometen espigones y una unidad para bombeo de arena con una megatubería que cuesta una millonada. Todo para recuperar un litoral que ya teníamos hace sesenta años. Parece una propuesta de progreso, pero es pura miopía.

Para saber por qué se ha perdido ese litoral añorado basta con investigar qué ha pasado todos estos años, analizar el origen del deterioro. Y ahí los expertos están de acuerdo, el causante es el puerto y su crecimiento sin control. No busquen más.

Cuando estaban urbanizando y destruyendo El Saler, los promotores tenían un eslogan: Por cada pino que se muera plantaremos cien. Muy convincente. Los científicos fueron claros: Que planten los que quieran, se morirán todos; el problema es la destrucción de las dunas. Y así fue. ¿Recuerdan el final? Hubo que invertir mucho dinero deshaciendo entuertos que se podían haber evitado. Derribar el nefasto paseo marítimo, recuperar las dunas y sonreír viendo la naturaleza a salvo, incluidos los pinos. Ahora, los que entonces defendían el proyecto hablando de “progreso”, quieren hacerse la foto con la medalla correspondiente.

No entender la relación causa-efecto es despilfarrar presupuestos que son de todos y no resolver el problema; la solución está en el otro platillo de la balanza. Es el pan para hoy y pan para mañana.

Hay un ministerio que dice llamarse “de transición ecológica” con una función que, traducida al caso que nos ocupa, supone el ajuste necesario del puerto de València para que las playas vuelvan a ser lo que siempre han sido. Ese es el objetivo concreto: evitar que el falso progreso impida el progreso verdadero.

Esta llamativa inversión anunciada la queremos, pero con rentabilidad ecológica, que es la mejor rentabilidad que existe, y tiene un orden del día.

Primero, es imprescindible abortar el último proyecto de ampliación del puerto que supone una catástrofe anunciada que no la salva ningún espigón. Segundo, invertir en un plan de regresión sanadora; es decir, ajustar las instalaciones portuarias actuales para que adelgacen recuperando su entorno. Y tercero, escuchar siempre a la ciudadanía para entender el pretérito y el futuro desde el presente.

La única megatubería que necesitamos es la que impulsa esperanza, rigor y coherencia, para que las playas sean playas y el litoral siga sus propias leyes.

Y esa megatubería, como buena infraestructura, es invisible, seguro, porque la llevamos en las entrañas.

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