La ofensiva de Kursk y la batalla del Ebro

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La actual ofensiva del gobierno de Ucrania sobre territorio ruso en Kursk, se parece bastante al error final que cometieron Negrín y Rojo a finales del 38 cuando viéndose abandonados por los supuestos aliados y defensores de la República, por Inglaterra y Francia, pensaron en forzar su apoyo frente a la ya evidente superioridad de Franco y sus asesores alemanes e italianos, y para forzar la decidida falta de apoyo real de ambas potencias a la República lanzaron una gran ofensiva que les permitiera demostrar que la República estaba en condiciones de resistir si recibía más armamento.

En Abril del 37 Negrín dio su discurso ante la sociedad de Naciones en Ginebra ofreciendo un acuerdo de paz en España si la República recibía el apoyo claro de Inglaterra y Francia para cerrar un final pactado, ante la falta de apoyo de estas potencias en abril del 38 publicó su propuesta en Trece puntos en los que ofrecía una plataforma para acabar la guerra mediante una reconciliación nacional con elecciones libres en todo el territorio, tanto el legítimo republicano como el ocupado por los generales insurgentes. En julio del mismo 38 Azaña dio su famoso discurso en el ayuntamiento de Barcelona ofreciendo la fórmula de Paz, Piedad, Perdón para todos. Pero mientras, Alemania se había anexionado Austria en marzo del 38.

Negrín pensaba que si no recibía ayuda de Inglaterra y Francia tras la derrota militar en el frente de Aragón y la ruptura del territorio de la República en Vinaròs, sólo quedaba forzar esa ayuda lanzando una ofensiva de gran envergadura que obligara a sus supuestos aliados a creer en las posibilidades de la República. Fue la Batalla del Ebro, batalla muy arriesgada porque se haría dejando el gran río a la espalda de los combatientes republicanos imposibilitados de retroceder sin enormes pérdidas. En su buena fe Negrín y Rojo pensaron que si mantenían la batalla un tiempo suficiente el creciente poder de Alemania iría forzando cada vez más a los aliados a cambiar de posición.

Y al principio parecían tener razón. La batalla comenzó en julio del 38 con un sorprendente y eficaz éxito, pero en setiembre Alemania, Italia, Gran Bretaña y Francia firmaron el Pacto de Múnich en el que vergonzosamente dejaban manos libres a Alemania para actuar en Europa central, en octubre Alemania invadió los Sudetes checoslovacos, y ante la evidente rotura del pacto de Múnich por parte de Alemania, y en contra de lo que pensaba Negrín, Gran Bretaña y Francia en vez buscar su propia salvación futura volcándose en ayuda de ese baluarte que era todavía la República Española, se acabaron de rendir y la dejaron morir. La batalla del Ebro pudieron prolongarla hasta noviembre con un fuerte desgaste del Ejército Popular y dos meses después ante la indiferencia suicida de Inglaterra, Franco tomó Barcelona y otros dos meses después entro en Madrid.

La estrategia de Negrín era creíble, lo que no era tan creíble era la mezquina postura suicida de Gran Bretaña, pero para los profundos conocedores de la vida política de Inglaterra era lo obvio, y así lo sabían tanto el duque de Alba, embajador oficioso y muy eficaz de Franco en Londres, como seguramente Azaña y los dirigentes republicanos liberales tan ligados históricamente a Inglaterra. No en vano cuando tras lo de Múnich el primer ministro británico Chamberlain dijo que habían, con su sacrificio, (y el de la República española, por cierto), asegurado una larga paz en Europa, Churchill le respondió que lo que había asegurado era la guerra inminente.

De la misma manera Zelenski pretende ahora, cuando ve ya que la guerra con la Federación Rusa se acaba y que sus aliados están preparando la rendición y la entrega a Rusia de los territorios perdidos en Ucrania a cambio de integrar a lo que quede de Ucrania en la OTAN, salvar Odessa e impedir que Rusia enlace sus nuevos territorios con la Transnistria moldava, y ve que cada vez son sus socios más renuentes a seguir enviando el más avanzado y caro material de guerra a Ucrania, intenta forzar ese apoyo imprescindible con esta dura maniobra de ocupación de territorio ruso.

Intenta prolongar la guerra a la espera de que en menos de dos meses pueda resolverse la presidencia de los EEUU, y de que eso represente un cambio en el apoyo decidido a la guerra en Ucrania, claro está que, según Zelenski cree, siempre que la que gane sea Harris. Piensa seguramente también que la guerra en Oriente Medio se va a prolongar casi indefinidamente y que eso le favorece porque la división del mundo en dos bloques se hará más rígida y la UE y la angloesfera no tendrá más remedio que apoyarle decididamente y entrar en una guerra de mayor envergadura. Tiene que intentar prolongar la ofensiva en Kursk hasta las elecciones USA en octubre. Es suicida, pero si no lo intenta, es el final de la Ucrania post URSS, su final personal, y el de los que desde dentro apoyan su decidida intransigencia en negociar un final que parece ya decidido.

El mismo error que tuvieron en el 38 Negrín y Rojo, confiar en sus presuntos amigos. Se atribuye tradicionalmente a Lord Palmerston en referencia a Inglaterra haber dicho cínicamente: “No tenemos aliados eternos ni enemigos perpetuos, sólo nuestros intereses son eternos y perpetuos”.