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CV Opinión cintillo

Reflexiones para un merecido homenaje a Vicente Blasco Ibáñez

22 de marzo de 2021 13:05 h

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Este 2021 celebramos un acontecimiento que nuestro cap i casal no puede pasar por alto; el centenario de la Semana Blasco Ibáñez que la ciudad de Valencia le dedicó, en mayo de 1921, a su literato más famoso, leído y traducido en el mundo.

Mucho se ha discutido por las razones de tantos honores. Un contemporáneo de su época, Emilio Gascó Contell, acreditaba por qué los valencianos deseaban tributarle al novelista un grandioso homenaje:

Vicente Blasco Ibáñez vuelve a su tierra con una aureola de gloria, justa compensación con que el mundo le premia por la luminosa aureola de arte que ha proyectado sobre él.

Vuelve Blasco a Valencia y Valencia quiere honrarle porque el genio ha sido para el mundo como si la Valencia misma penetrará en él, deslumbrándose con su luz

Honrando Valencia a este hijo ilustre no hace sino ratificarle en su título de embajador espiritual. “

El azar ha querido que, cien años después, haya salido a la luz una carta inédita de Blasco Ibáñez dirigida a José Mateu, presidente de la Juventud Artística, donde hablaba de los términos de su visita. En ella podemos descubrir que el agitador político, líder republicano que sacó de las tinieblas al pueblo valenciano iniciando la transformación de su capital en la urbe moderna que hoy conocemos, consentía en recibir el homenaje con una condición: “Esta muestra de cariño maternal solo puede y debe aceptarla el escritor, el artista, el autor de novelas valencianas que hoy circulan traducidas por todo el mundo”

Abandonó desengañado la primera línea política como diputado del Congreso por la circunscripción de Valenciana en los primeros años del siglo XX. Atrás quedaron veinte años de militancia republicana federal para cambiar de rumbo y centrarse en su aventura argentina primero y en la literatura después, fijando su residencia en París. Estaba convencido que era más efectivo inculcar, con su arte, los ideales anticlericales y republicanos en las mentes de la gente que con la acción política. La adaptación de sus películas al cine le confirmaría esta intuición años después.

Tras el éxito de Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis (1916), uno de los primeros best sellers de la historia, fijó su residencia en la Costa Azul, de tal manera que, prácticamente, no visitaba Valencia ya que no lo consideraba su hogar. Contrariamente a lo que la gente piensa. Blasco Ibáñez sólo disfrutó del chalet de la Malvarrosa un par de años.

Atrás quedaba su vigor como agitador político, gran defensor en contra de cualquier forma de injusticia, dando voz a los desfavorecidos además de cultivar su espíritu a través de su periódico El Pueblo, que dirigió personalmente de 1894 a 1906, tras su venta a su colaborador Félix Azzatti.

Si las penurias materiales de los trabajadores le conmovían, tanto o más le preocupaba su pobreza de espíritu y la ignorancia en la que estaban sumidos, que les hacía aceptar la vida como una simple carga, sin otro destino que el rudo trabajo y como única meta la miseria y la decadencia.

Para Blasco Ibáñez era fundamental que la gente humilde deje de ser analfabeta, despertar su sensibilidad para que pueda comprender y amar la belleza. Pues un pueblo culto es un pueblo consciente; un pueblo que conoce sus limitaciones y sus derechos y que sabe y puede hacer eficaz su revolución.

Su amigo de juventud Sorolla diseñó la famosa cabecera de El Pueblo. Un cartel de un marcado carácter jacobino. Una huertana valenciana, empoderada con los periódicos en la mano y tocado frigio, un elemento republicano, ideal que nunca abandonará Blasco Ibáñez.

La inspiración en la Marianne, figura simbólica de la madre patria francesa desde 1792, es clara. Marianne encarna la República Francesa y representa la permanencia de los valores de la república y de los ciudadanos franceses: «Libertad, igualdad, fraternidad». Por tanto, este cartel de Sorolla es la representación simbólica de la madre patria fogosa, guerrera, pacífica, protectora, pero adaptándola a la idiosincrasia republicana valenciana, alejándola del folklore más caduco y tradicional.

De la mano de Blasco, Valencia será una de las ciudades españolas donde más se impregnó el ideario republicano, arrinconando otras opciones políticas como el socialismo o el anarquismo. Este apoyo popular se demuestra en su elección como diputado por la circunscripción de Valencia en el Congreso de los Diputados en seis legislaturas seguidas y en la hegemonía del partido fundado por él, el PURA, en el Ayuntamiento de Valencia hasta la caída de la segunda República.

Más de cincuenta estancias en prisión por no amoldarse sus denuncias, actos y palabras al statu quo de la caduca moral religiosa y la corrupta monarquía borbónica, aderezado de numerosos duelos de los que afortunadamente salió con vida, dejaron un poso amargo en el escritor. Pese a ello nunca olvidó su Valencia. Sus primeras palabras tras llegar el domingo 15 de mayo de 1921 fueron:

No tengo aquí más que un mérito para vosotros: el mérito de ser hermano vuestro de nacimiento y el mérito de que allá donde voy la imagen de Valencia, que es la de mi niñez y de mi juventud, de lo más hermoso de la vida, me acompaña en todas partes.”

Así, pese a las reticencias de muchos, Blasco aceptaba la invitación de su ciudad, no con la intención de remover viejas heridas ni resentimientos políticos. Su deseo era que el homenaje que su amada Valencia le rendía tuviera carácter cultural y llegara a todos los valencianos independientemente de su ideología.

De este modo el alcalde republicano de la capital del Turia, Ricardo Samper Ibáñez, extendió la siguiente invitación del que se destaca lo siguiente:

¡Artistas, almas elegidas que dignificáis la existencia de los pueblos con vuestras sublimes concepciones; hombres de letras que más admiráis cuanto más comprendéis la obra talentosa de mayor rapsoda de nuestras costumbres; corporaciones de Valencia, que acudís siempre solícitos a abrillantar el esplendor de toda empresa noble y justa; pueblo valenciano, sentimental y ardiente, generoso y apasionado hacia los mayores creadores de eternal belleza, a todos os ruego, en nombre del excelentísimo Ayuntamiento, que os asociéis al homenaje que se quiere rendir al novelista eximio!

Alborotad vuestros espíritus, engalanad vuestros balcones, adornad las fachadas de vuestras casas y tomas parte en los festejos que se organizan.

Se os invita a una obra de amor, de cultura y de valencianismo. Glorificar a Blasco Ibáñez, que ha pasado en triunfo por todos los continentes nuestra enseña literaria, es en esta ocasión exaltar nuestra propia personalidad histórica y artística, sentir con los más puros anhelos el patriotismo más íntimo y sincero: el amor a la noble patria valenciana.“

Ante esta efeméride, Valencia tiene el compromiso de homenajear la vida, obra y legado de Blasco Ibáñez, con actividades de carácter artístico, como él mismo deseaba, “lo que le dará un ambiente de imparcialidad y cordialidad” al acto conmemorativo, descubriendo al hombre que fue en vez del mito en que se ha convertido.

La tecnología puede ser un potente aliado para explorar otras formas alternativas de homenajear a quien más supo reflejar el espíritu valenciano y proyectarlo en los cinco continentes. Sin lugar a dudas, Blasco Ibáñez ha sido el mejor embajador que Valencia ha tenido en su historia reciente, la continua traducción de sus obras da fe de ello.

Cien años después, sorprende la actualidad del legado de Blasco Ibáñez. Un hombre adelantado a su época que merece ser conocido por las generaciones futuras para que no solo lo asocien con una avenida, a la que acuden a instruirse en las diferentes Facultades de la capital del Turia, sino con un hombre leal, incorruptible y comprometido siempre con los principios republicanos, aunque eso le costara el premio Nobel de literatura en dos ocasiones. Una por no aceptar callarse ante el golpe de Estado de Primo de Rivera (1923) y la segunda, tras no acceder al ofrecimiento del presidente del Gobierno francés de tomar la nacionalidad del país galo para ser su candidato (1925), un claro acto de patriotismo, coherencia y coraje.

  • *César Marí Soucase, profesor asociado de Derecho Constitucional (Universitat de València)
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