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Podemos desde lo cercano: descentralizando el poder

Anabel Mateu / Antonio Estañ

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En los últimos meses, la descentralización se ha convertido en uno de los principales asuntos a debate en el corazón de Podemos. Ya sea como reivindicación democrática de una mayor autonomía territorial o por el amplio consenso de que el modelo que salió de Vistalegre, centrado en acometer las sucesivas elecciones, no sirve para la nueva etapa en la que entramos; son cada vez más las voces que hablan de federalismos, de descentralizar, de capacidad de decidir desde las realidades concretas.

Esta reflexión sobre cómo debe ser Podemos obedece a cuestiones propias pero fundamentalmente a lo que ocurre fuera de Podemos: el modelo de país que queremos y que se ha dibujado con una apuesta plurinacional y por el derecho a decidir, un modelo entendido desde la pluralidad y el diálogo y no la uniformidad y la imposición, que precisa de estructuras que las reconozcan y ejerciten; el impulso municipalista, que desde los ayuntamientos del cambio está adelantando soluciones a las políticas de austeridad y desarrollando nuevas formas de hacer política desde lo cercano; la reivindicación de una mayor y mejor democracia, acercando los espacios de decisión a la gente haciéndoles partícipes y soberanos de las decisiones que les afectan.

Sin duda, se trata de una de las principales consignas de todas las propuestas pero, quienes vivimos en los municipios y pueblos de las periferias, sabemos que existen diferentes maneras de entender este concepto. Y es que las zonas más abandonas y empobrecidas -justo por serlo- suelen ser también las que menos capacidad de decisión tienen en las instituciones y organizaciones políticas, mostrando un claro desequilibrio entre centro y periferia, entre lo urbano y lo rural.

Esta descentralización del poder no se conquista en las capitales sino que adquiere su significado pleno en el trabajo diario, muchas veces invisible e infrafinanciado, de todas aquellas personas que dedican su esfuerzo a transformar la realidad de su municipio fortaleciendo el tejido social y los espacios de autoorganización ciudadana, y transformando los Ayuntamientos para ponerlos al servicio de la gente y del bien común. De esto es de lo que se trata crear un “movimiento popular” que consiga construir comunidad y ser capaz de ofrecer respuestas a la cotidianidad.

Por ello, sabemos que la participación activa desde los municipios y comarcas es la única garantía de construir una organización que no sea susceptible de cambiar un centralismo madrileño, presente en podemos desde sus inicios y reforzado por nuestra estructura estatal, por un centralismo valenciano, algo que también se da de forma estructural en nuestro territorio y que supondría reproducir el error y no atender a la desvertebración que arrastra el país valenciano. La descentralización debe concretarse, por tanto, en una oportunidad de construir una nueva forma de vivir y relacionarnos en una tierra con fuertes desequilibrios de poder. Necesitamos consolidar una organización que salga desde esta realidad concreta, desde abajo, y se consolide en las redes entre ciudades y pueblos porque la mejor forma de evitar concentraciones de poder (y las luchas vinculadas a las mismas) es que el poder esté en todas partes.

Quienes defendemos el derecho a la toma de decisiones desde lo cercano, a la autonomía política y económica de los círculos y consejos de pueblos y municipios, defendemos un Podemos del que todas las personas inscritas podamos ser parte activa en todo lo que nos afecta. Necesitamos un Podemos que eche raíces y se involucre en la creación de comunidad, en tejer solidaridad en todos los espacios de la vida social fortaleciendo espacios de unidad popular. Un Podemos capaz de afrontar los nuevos retos, de fundamentarse en las necesidades diferenciadas de cada lugar y de consolidarse como un espacio abierto, cercano, democrático, feminista y plural. Porque creemos en la participación como garantía democrática y como antídoto para las luchas de poder, queremos decidirlo todo.

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