Los 'satélites' de la sede del PP en la madrileña calle de Génova tenían prisa por echarla, pero ella no quería ponérselo fácil. Hasta este lunes, cuando, horas antes de la convocatoria electoral en la que el PP se juega su modelo de futuro en el partido, la presidenta del PP en la Comunitat Valenciana cruzaba la puerta que la dirección de Pablo Casado le había enseñado dos semanas antes. El partido comunicaba este lunes que Isabel Bonig no optará a la reelección en el congreso al que la dirección nacional y la autonómica pondrán fecha, y cumplía así el deseo de la dirección del PP de que se echase a un lado y permitiese una transición pacífica.
Isabel Bonig se hizo cargo de un partido que era un caos político y judicial. En julio de 2015, dos meses después del inicio de la debacle electoral del PP, la entonces secretaria general María Dolores de Cospedal viajó a Valencia para anunciar que Bonig sería la próxima –y primera mujer– presidenta del partido en la Comunitat Valenciana. Acompañada por la exalcaldesa Rita Barberá y el expresidente Alberto Fabra, ambos con el billete de ida al Senado, la hasta entonces portavoz adjunta en las Corts Valencianes heredó la dirección de un partido que había perdido la presidencia de la Generalitat tras 20 años en el poder y una de sus principales alcaldías, la de València, 24 años después. Bonig, a quien se consideró una dirigente de transición, fue ratificada en el congreso de 2016 por la militancia y asumió el compromiso de “volver a recuperar al PP como gran partido del cambio sosegado y la prosperidad”.
De ideología conservadora y católica, alejada de las tendencias ultraliberales de los nuevos rostros del partido, Bonig tuvo que pedir perdón por las causas judiciales que fueron asolando a sus excompañeros, a sus predecesores y hasta a quienes la acompañaron en la foto del 28 de julio, en la sede del partido en la calle Quart de València. El 15 de septiembre de 2016 los diputados populares votaban a favor en las Corts Valencianes una resolución que exigía a Rita Barberá, a punto de ser imputada por el caso Taula, que renunciara al acta de senadora autonómica “para salvaguardar la dignidad de la representación de los valencianos”, una votación que muchos exdirigentes no le perdonaron. El 'caso Taula', el 'pitufeo' y la Gürtel fueron las etiquetas que acompañaron al partido durante ese lustro y con las que Bonig tuvo que lidiar en el pleno de las Corts, donde continua siendo portavoz.
Su primer éxito político fue transformar un municipio tradicionalmente de izquierdas a uno de mayorías absolutas del PP. Fue alcaldesa de su localidad natal, La Vall d'Uixó, entre 2007 y 2011, hasta que el entonces presidente Francisco Camps la aupó al Consell en la cartera de Infraestructuras, cargo que mantuvo con Alberto Fabra hasta que pasó a liderar la oposición. Su visión política se basaba en los principios de Margaret Thatcher, la primera mujer en ser primera ministra del Reino Unido y autora de las políticas neoliberales y las grandes privatizaciones de la Europa de los ochenta; un espejo en el que a la presidenta valenciana le gustaba mirarse, también como mujer.
Su admiración por la dama de hierro se tradujo en un nuevo tono en el Parlamento autonómico: debates agitados, política exaltada, algunas referencias a la vida personal de los diputados y ciertos exabruptos que han incomodado a la bancada contraria. Conocido fue el “toma, toma, trágatela” al parlamentario de Ciudadanos y exripollista, Emigdio Tormo, o las constantes acusaciones sobre el supuesto proyecto del Gobierno del Pacte del Botànic –al que bautizó como Titánic– de querer construir “un proyecto nacionalista de ruptura con España” y de promover una catalanización de las escuelas. Unas proclamas que, vistas con cierta perspectiva, parecen más del expresidente americano Donald Trump que de la dirigente británica.
La espontaneidad de la dirigente autonómica la ha llevado a cantar Sarri Sarri, del grupo Kortatu en À Punt Media, poco después de que su mismo partido abroncara a Televisión Española por entrevistar al cantante. Lo único radical que le gusta es la música, ha confesado entre bromas en alguna ocasión esta política asidua al Festival Internacional de Benicàssim (FIB) y amante del britpop. Sus rivales políticos en los partidos de la oposición destacan de ella que es una persona leal, que cumple su palabra. Sus salidas de tono incomodan a compañeros de filas y de hemiciclo, pero el trato cercano de la dirigente le ha valido la simpatía de parlamentarios de todo color, que le han trasladado su afecto en las últimas horas.
El partido ha convocado a la dirección regional este jueves para poner fecha al que será su fin en la primera línea política. En las últimas semanas los rumores sobre su futuro se han incrementado, con un escueto comunicado desde Génova en el que se indica que “seguirá siendo un actor clave para el partido a nivel autonómico y nacional”, sin expresar qué solución de continuidad tendrá la dirigente autonómica. Queda por ver si la todavía presidenta se mantiene como portavoz en las Corts Valencianes en los dos años de legislatura que restan.