La pandemia ha afectado severamente a la salud mental de la población, tanto desde el punto de vista del peso emocional del confinamiento y la cronificación de las restricciones, como desde el propio virus. Pero la pandemia, la polarización política y la salud mental son factores que en una ecuación pueden afectar a la salud del sistema democrático. Este es uno de los apuntes que destaca Rafael Tabarés (Bilbao, 1963), catedrático de Psiquiatría en la Universitat de València y recién nombrado comisionado de Presidencia de la Generalitat Valenciana para la salud mental.
Investigador principal del Centro de Investigaciones Biomédicas en Red de Salud Mental (Cibersam) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y profesor en la universidad, Tabarés recibe el encargo tras un año como parte del comité de expertos que asesoran a Ximo Puig en la gestión de la pandemia. Desde el patio de la Facultad de Medicina de la universidad, el catedrático reflexiona sobre las consecuencias de la pandemia en el bienestar emocional, las carencias del sistema de atención primaria y salud pública y las relaciones entre salud mental y el sistema democrático.
Se ha ganado el sobrenombre del psiquiatra de Ximo Puig. ¿Se puede analizar la política desde la perspectiva de la psiquiatría?
Es un clásico. Hay gente que ha estudiado la psicóloga del poder, la psicopatología del poder... Hay políticos que han sido psiquiatras, algunos poderosos terribles como el genocida Radovan KaradžiÄ -presidente de la República Serbia entre 1992 y 1996. Esa relación de la psiquiatría con el poder, bien a través del análisis de la psicología de los poderosos es un clásico
La política se debe analizar desde múltiples perspectivas: económica, desde la gobernanza y, por supuesto, desde una perspectiva más humana, conociendo el sustrato psicológico de los poderosos, cuáles son sus motivaciones conscientes e inconscientes, qué efecto tiene el ejercicio del poder sobre las personas que ejercen el poder. Los políticos son de carne y hueso y no hay vacunas frente a los problemas de la vida, los problemas emocionales. Lo que estamos viviendo con la pandemia tiene un impacto extraordinario sobre la salud física y los sesgos de género en medicina.
¿Qué clima ve en el Palau de la Generalitat tras un año ejerciendo como asesor?
Hemos pasado por etapas diferentes. Desde una etapa de shock, de pensar que se intentaría resolver rápido, de que como sociedad íbamos a darlo todo, hasta etapas que dada la magnitud de las olas, especialmente esta tercera, han supuesto un efecto emocional importante; ha habido preocupación y tristeza por los efectos en las personas y en la sociedad valenciana muy importantes. Ahora hay un clima de templanza, serenidad, creo que cierta esperanza: con el proceso de vacunación y el mantenimiento de las medidas la situación se está encauzando y ahí están los datos, eso da mucha tranquilidad. Las cosas se estén haciendo bien y hay que mantener ese ritmo.
¿A la hora de tomar las medidas, se han tenido en cuenta las expectativas o la situación emocional de la población?
El hecho de que haya un psiquiatra, una persona que analiza el comportamiento humano, en el ejercicio de las actividades ha hecho que estuviéramos pendientes de estos aspectos. Desde el principio el president ha estado interesado en conocer qué repercusión podía tener la cuarentena y el confinamiento estricto en la salud mental y la repercusión en cada uno de nosotros desde el punto de vista íntimo, emocional. Fue el primero en plantear en una conferencia de presidentes con el presidente del Gobierno está cuestión a finales de marzo y ya avisó de la posibilidad de que el confinamiento y la prolongación de la pandemia tuvieran una repercusión sobre nuestro bienestar mental, teniendo en cuenta que iban a confluir aislamiento, soledad, falta de movilidad, dificultad en las relaciones interpersonales, que mucha gente iba a perder su puesto de trabajo, mermar sus ingresos... Si a eso le añadimos que ha habido miles de muertos, que han muerto en condiciones dramáticas de soledad, aislamiento, que la gente no se ha podido despedir adecuadamente... Estamos observando duelos patológicos. Si añadimos también que muchas personas ya venían con problemas de salud mental, que las mujeres que han soportado los trabajos esenciales, que decenas de miles de personas han estado ingresadas en condiciones complejas, con miedo, en la UCI... son factores de riesgo. Luego se ha confirmado con estudios de seguimiento en distintitos lugares que el coronavirus es más que un virus respiratorio, que tiene predilección por algunos órganos, uno de ellos el cerebro, y hay una afectación directa en el sistema nervioso central con manifestaciones neuropsiquátricas importantes.
¿Se refiere al hecho de contraer la enfermedad o a vivir en una pandemia?
Son las circunstancias, pero al mismo tiempo, el virus tiene efecto sobre el sistema nervioso central. Los estudios de seguimiento de las personas que han sido PCR positivo, que han pasado el contagio de una manera sintomática o asintomática, indican que una de cada ocho personas presentaba meses después manifestaciones neuropsisquiátricas de la importancia de hemorragias, demencia, psicosis, trastornos de la ansiedad o afectivos. Nos estamos encontrando con secuelas neuropisquiátricas meses después como consecuencia de que el virus tiene efecto directo sobre el cerebro. Hay efectos a largo plazo. Si pensamos en la magnitud de la escala del problema estamos hablando de miles de personas. Habrá que hacerse cargo de esto y habrá que hacer seguimiento.
¿Cuál es el objetivo del comisionado?
Hacer visible lo invisible. Introducir en la agenda política y pública los problemas de salud mental, teniendo en cuenta que los pacientes psiquiátricos y los problemas de salud mental han sido relegados, ocultados, estigmatizados y que además, los organismos internacionales señalan que de todo lo que se gasta en sanidad, el presupuesto en salud mental no llega al 2%. Este es uno de los objetivos fundamentales. Las ventajas de hablar de ello de una forma sosegada, tranquila, científica, pueden permitir un encauzamiento; señalar donde están los principales problemas, hacer recomendaciones respecto a la estructura, a los mecanismos de gestión para resolver estos problemas que se han generado con la pandemia. Ser un comisionado directamente relacionado con la pandemia tiene estas funciones y esperemos que la habilidad para tener un impacto directo en la gestión.
¿Se puede hablar de salud mental sin hablar de estabilidad económica?
Está claro que los problemas económicos son un factor de primera magnitud en relación a la salud mental, lo cual no quiere decir que sea una condición suficiente. La estabilidad económica es necesaria, pero eso no significa que quienes la tienen no tengan ningún problema de salud mental.
¿Hay que tener en cuenta la vivienda, el trabajo, las condiciones de vida?
Se puede y se debe. El comisionado puede tener recomendaciones e intervenciones en todos los aspectos que señalas. Desde la vivienda para personas con trastornos mentales graves, con condiciones de vivienda que vayan más allá de residencias y centros, hasta situaciones como trabajo, justicia, relacionada con temas de incapacidad... La salud mental son problemas complejos y requiere acciones e intervenciones que afectan a múltiples organismos y sistemas de dentro y fuera de la administración. Que exista un reconocimiento y una puesta en marcha de unos recursos mínimos vitales es fundamental para conseguir el bienestar de la salud mental. Las medidas no son solamente farmacológicas, psicológicas, son medidas que tiene que ver con lo social y lo socioeconómico. Lo que ocurre es que el sistema es insuficiente y está desbordado en la pandemia, a pesar de los recursos introducidos con los contratos de emergencia.
¿La sobremedicación es consecuencia de la precariedad del sistema de salud mental público?
La sobremedicación es consecuencia de tener una estructura de salud mental insuficiente para la magnitud del problema en el que estamos.
Pero con pandemia y sin pandemia.
Antes tenía una magnitud menos severa y ahora es tremenda. Los datos de aumento del consumo de psicofármacos son claros, hay un aumento de hasta el 20% y cuando uno analiza su distribución, quién y en qué circunstancias consume psicofármacos, tiene mucha información. Las mujeres consumen psicofármacos, las personas con recursos económicos insuficientes... El problema de los psicofármacos es que pueden provocar dependencia y facilitan que mucha gente se automedique. Hay que señalar que es necesario algo más que psicofármacos.
Hubo un momento en el que se dijo que el virus nos iba a afectar a todos por igual, tanto en la enfermedad física como en la salud mental, pero hay un sesgo claro de género, de condiciones económicas, de tipo de trabajo.
Entiendo que el objetivo era movilizar a toda la sociedad y se utilizaron eslóganes bélicos... Se ha demostrado que el virus no contagia a todos de la misma manera. Los enfermos con trastornos mentales graves tienen dificultad en seguir las normas relacionadas con la mascarilla y la distancia, con no fumar, y por tanto, no protegerse, como ejemplo. Pero cuando te contagia, si tienes una condición médica o psiquiátrica previa tienes mayor riesgo.
Hablaba más bien de la carga mental, de la doble jornada...
Las mujeres están más afectadas desde el punto de vista de los problemas mentales en relación con la pandemia. El consumo de psicofármacos también es mayor en mujeres que en hombres. Seguramente está relacionado con que las mujeres estén soportando los trabajos esenciales y con que exista una dificultad en asumir que pueden estar enfermas. Hay un sentimiento de culpa, de vergüenza, probablemente relacionado con este aspecto de tener síntomas, decaimiento, de no poder más, porque ellas tienen que tirar adelante con el trabajo, con la familia, porque se ven obligadas a ello. Esto se puede mantener unos días, pero no a largo plazo. Puedes acabar con sintomatología importante y con consumo de psicofármacos para poder resistir.
¿Qué sesgos de género hay en los trastornos mentales?
Las mujeres con más frecuencia tienen trastornos depresivos, ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria; los hombres más problemas de alcoholismo y consumo de sustancias, y hay explicaciones biológicas, sociológicas y culturales. Los hombres tienden a exteriorizar la rabia, las mujeres la interiorizan, y en esa exteriorización de la violencia el consumo de alcohol acompaña.
Alguna vez ha hablado de la relación de economía, salud mental y democracia.
En los momentos que estamos viviendo, también desde atrás, con la crisis financiera, la pandemia, el cambio climático, estamos casi instalados en la emergencia y en la catástrofe. Esto tiene un impacto sobre la economía, sobre la salud física -cada vez tenemos más evidencia de que la polución, por ejemplo, provoca efectos sobre el cáncer, problemas respiratorios y enfermedades neurodegenerativas-, pero también tiene una repercusión sobre la salud mental. Estar instalados permanentemente en la emergencia provoca incertidumbre, inestabilidad mental, rabia, tristeza, hundimiento... ¿Y con todo esto qué hacemos? Hay gente para la que todo esto ha sido enriquecedor; incluso en bajito se atreven a decir que les ha servido para parar, reconsiderar, solucionar problemas, tomarse en serio la vida y la muerte; hay gente que se descompensa porque ha tenido problemas de salud y mentales, que está en el precipicio y que, probablemente, si la normalidad vuelve a ellos, ellos vuelvan a la normalidad; y luego están los que estaban colgados y caerán, con problemas clínicos de salud mental.
La situación hace que mucha gente desahogue su frustración, su rabia, su impotencia, no de forma creativa sino destructiva. ¿Destruyendo qué? Lo que consideran que no funciona del sistema. Si desde las instituciones, los responsables políticos, los vertebradores de la sociedad no están a la altura, o incluso utilizan esta polarización de una manera divisoria es fácil que pueda prender la mecha frente al sistema. Es importante señalar que puede estar en juego nuestro propio sistema, nuestra democracia. Aparte de estar instalados en situaciones de emergencia que ponen en riesgo la salud de las empresas, de las personas, también se puede poner en riesgo la propia salud del sistema.