“Gürtel, Púnica, Lezo, Acuamed, Nóos, Andratx, Arena, Auditorio, Baltar, Bárcenas, Biblioteca, Bitel, Bon Sosec, Bomsai, Brugal, Caballo de Troya, Camps, Campeón, Carioca, Carmelitas, Castellano, Catis, Ciudad del Golf, caso de la construcción, caso del lino, el Roblecillo, Emarsa, caso Eólico Canarias, Faycán, Fitur, Funeraria, Guateque, Ibatur, Imelsa, Inestur, Lasarte, Líber, Madeja, Marchelo, Mercamadrid, caso Naseiro, Novo Carthago, Ópera, Orquesta, Over Marketing, Palma Arena, Patos, Piscina, Pokémon, Porto, Rasputín, Scala, Taula, Terra Natura Benidorm, Torres de Calatrava, Torrevieja, Tótem, Troya, Túnel de Sóller, Turismo Joven, Umbra, Uniformes, Zeta, Caso Parques Eólicos, Cooperación”.
El momento más vibrante del debate sobre la moción de censura a Mariano Rajoy lo protagonizó la portavoz del grupo proponente, Irene Montero, al recitar un cúmulo de casos de corrupción que implican a cargos del Partido Popular, cuando no al propio PP como “organización criminal con sede en Génova 13”. Fueron 1 minuto y 39 segundos pero podrían haber sido muchos más, pues la lista completa de escándalos es mayor; ahí van sólo unos pocos de la rama valenciana: Fórmula 1, RTVV, IVAM, Palau de les Arts, cártel del fuego, depuradora de Borriol, saqueo de la CAM, Carlos Fabra, Sergio Blasco, Hernández Mateo.
Que no es un problema de manzanas podridas se comprueba fácilmente repasando los nombres de ilustres imputados o condenados por la justicia, con los que podría reconstruirse prácticamente todo el árbol genealógico del PP valenciano durante las últimas dos décadas: Francisco Camps, José Luis Olivas, Rita Barberá, Alfonso Rus, Carlos Fabra, José Joaquín Ripoll, Sonia Castedo, Luis Díaz Alperi, Juan Cotino, Vicente Rambla, Ricardo Costa, Rafael Blasco, Consuelo Císcar... Sólo faltaba Eduardo Zaplana, el “campeón”, que parecía haberse librado milagrosamente hasta que apareció su voz en las grabaciones del caso Lezo. Y no es la primera vez, remember Naseiro.
Todas –absolutamente todas- las familias o clanes del PP valenciano que, desde principios de los años 90 hasta mayo de 2015, se repartieron el poder institucional en la Generalitat, las tres diputaciones y la inmensa mayoría de ayuntamientos, han acabado no salpicadas sino completamente sumergidas en el lodo pestilente de la corrupción. Con el paso del tiempo –y las denuncias presentadas- hemos podido demostrar lo que siempre supimos: que las luchas intestinas en el PPCV –campsistas contra zaplanistas, los de Rus contra los de Castellano, etc- nunca fueron por ideología, ni siquiera por política, sino simplemente por negocio. It’s just business.
Viene al caso compartir lo que me contó cierto insigne corrupto –a veces, para sacar información, hay que reunirse hasta con Lucifer- sobre el proceso de “selección natural” en su partido: siendo honrado no se puede pasar de concejal de pueblo; para subir el siguiente escalón ya es obligatorio participar, de una u otra manera, en la financiación ilegal. Y, claro, de paso canyasso. Así todos están pringados. Como la mafia.
Decía también este personaje que en los demás partidos la cosa funcionaría más o menos igual. Cree el ladrón que todos son de su condición. Yo puedo desmentirlo categóricamente. La corrupción es un mal endémico del sistema y una lacra que, en mayor o menor grado, puede afectar a todos los grupos humanos, pero lo de su partido es otra cosa: una organización criminal que se presenta a las elecciones... y demasiadas veces las gana.
Desde ámbitos académicos y periodísticos se ha descrito y calificado la red de intereses económicos (“trama”) que, poniendo las instituciones al servicio de una minoría privilegiada (“élites extractivas”), ha generado un sistema político estructuralmente corrupto (“cleptocracia”). Eso que, traducido al lenguaje directo y coloquial de la calle, se condensa en la letra que la gente le ha puesto al himno del PP: “Robar, robar, robar y robaaaar...”.