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Trinidad Simó, en el centro.

Joan Olmos

València —
3 de agosto de 2020 22:29 h

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En 2015 tuvimos oportunidad de decirle a Trini Simó lo mucho que la queríamos y le debíamos. Primero en su 80 aniversario, un grupo de amigas y amigos; después, ese mismo año, homenaje ampliado en el Ateneo Mercantil; en marzo de 2016, en Les Corts Valencianes, junto a un grupo especial de mujeres conmemorando el 8 de marzo, y finalmente con el título de Hija Predilecta otorgado por el ayuntamiento de València en 2017.

No se trata ahora de glosar su extenso expediente académico y su larga trayectoria comprometida con la causa de las mujeres, con nuestra ciudad, y con nuestro país, sino de recordar su legado, que no conviene olvidar en estos momentos tan complicados. No andamos muy sobrados de referentes sociales avalados por su compromiso y sus conocimientos. Decía Jaime Lerner, ex alcalde de la ciudad de Curitiba: “El entusiasmo es necesario, el conocimiento es imprescindible”. Trini reunía ampliamente los dos requisitos.

Aportó una importante carga de experiencia para muchos colectivos que han bregado en las últimas décadas, entre otros frentes, contra el expolio de nuestro patrimonio arquitectónico y de nuestros recursos naturales. Como lo hizo su querido amigo Miquel Gil Corell en la lucha contra los depredadores del territorio. Véase el ‘Manifest ecologista del País Valencià’ (1978) que dio paso a la creación del grupo ecologista AVIAT, y que incluía un primer inventario de puntos negros, espacios amenazados o necesitados de protección, y una serie de medidas a corto plazo para detener la degradación.

Digamos que todo ello con nulo apoyo institucional, por no decir contra viento y marea oficiales, poco dados estos a intentar cambiar la orientación de los grandes grupos económicos, basada en el crecimiento a cualquier precio. El resultado global, echando la vista a cuatro décadas pasadas, y salvo algunas contadas excepciones forzadas por movilizaciones sociales, está bien a la vista.

No resulta ahora difícil, releyendo el documento, adivinar la mano de Trini o de Miquel, como tampoco la de Marqués o de Just Ramírez, por mencionar a otros firmantes del manifiesto.

A ellos, y a otros que tampoco están ya con nosotros, debemos la configuración de un amplio grupo multidisciplinar de opiniones y actitudes que han puesto y siguen ofreciendo un imprescindible contrapunto crítico a tanta prepotencia e ignorancia.

Como dice hoy mismo nuestro compañero Carles Dolç sobre Trini Simó, “sin retórica: nos quedamos huérfanos, seguiremos su ejemplo”.

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