El colecho y sus límites: ¿hasta cuándo el bebé debe dormir con sus padres?
Existe un debate que podríamos llamar de primera instancia: colecho sí o colecho no. Ni siquiera los científicos se ponen de acuerdo en torno a esta cuestión. Quienes están de acuerdo con que los bebés duerman en la misma cama de sus padres, señalan como mayor ventaja el hecho de que esta práctica favorece la lactancia materna, además de una mejor calidad de sueño para el niño y de que se fortalecen los vínculos emocionales entre los padres y el bebé. Por eso, el colecho se considera uno de los factores claves de la crianza con apego.
Por su parte, los detractores de esta práctica enfatizan que multiplica hasta por cinco las probabilidades de que el bebé padezca el síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL), incluso aunque no existan otros factores de riesgo. En su último documento de recomendaciones de consenso, la Asociación Española de Pediatría (AEP) explica que la forma más segura de dormir para los bebés menores de seis meses es “en su cuna, boca arriba, cerca de la cama de sus padres”, ya que “existe evidencia científica de que esta práctica reduce el riesgo de SMSL en más del 50%”.
Sin embargo, como el colecho favorece el mantenimiento de la lactancia materna y esta a su vez “tiene un efecto protector frente al SMSL”, la AEP tampoco contraindica esta práctica. Se limita a no recomendarla ante ciertas circunstancias: lactantes menores de tres meses, prematuridad o bajo peso al nacer, padres que consumen tabaco, alcohol o drogas, situaciones de mucho cansancio (como el inmediato posparto), sobre superficies blandas o no apropiadas (sillones, sofás, etc.) o camas compartidas con otras personas.
Debido a todas estas cuestiones, los expertos apuntan que, una vez que manejan toda esta información, “la decisión sobre la práctica del colecho debe ser de los padres”. Ahora bien, al optar por el colecho, surge luego otra cuestión: ¿hasta cuándo practicarlo? He allí una segunda instancia de debate.
¿Colecho hasta los cinco años?
Sobre esta cuestión tampoco existe un consenso generalizado. En 2011, el sudafricano Nils Bergman, pediatra de la Universidad de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, fue noticia al recomendar que los niños duerman en la misma cama junto con su madre hasta los 3 años de edad. Basaba sus afirmaciones en un estudio en el que había analizado los patrones de sueño de 16 niños. No solo observó que los ciclos del sueño se interrumpían con mayor asiduidad en los bebés que dormían separados de sus madres, sino que además comprobó en ellos unos niveles de estrés hasta tres veces más altos que en los niños que dormían sobre el pecho de sus madres.
La propuesta de Bergman era “moderada” si se compara con la que, unos años antes, había formulado la psicóloga británica Margot Sunderland. En su libro La ciencia de ser padres, de 2006, la directora de Educación y Entrenamiento en el Centro de Salud Mental Infantil de Londres aconsejaba que los niños duerman con sus padres hasta los 5 años. Esta recomendación se apoya en una década de investigaciones sobre los efectos de las interacciones entre niños y adultos en el cerebro de los pequeños, y sobre un total de 800 estudios científicos. Para Sunderland, el colecho hasta los 5 años constituye “una inversión” a favor del niño.
El pediatra Carlos González, por su parte, autor de libros como Bésame mucho: cómo criar a tus hijos con amor y Comer, amar, mamar, sostiene que -así como, por motivos evolutivos, es normal que los bebés lloren cuando se quedan solos- también es “normal” que duerman acompañados de su madre o de sus padres. ¿Hasta cuándo? González responde que los niños “hacia los 3 o 4 años aceptan dormir solos si se les pide educadamente”. Pero aclara que no es una recomendación: “Cada familia hará lo que crea conveniente”, puntualiza.
Dejar el colecho, una decisión familiar
Más allá de estas opiniones puntuales, la mayoría de expertos en el tema coinciden en que no hay un momento específico que se pueda indicar para todos los casos. No es algo que dependa de la edad del niño ni de otros hechos puntuales, como el final de la lactancia o de los despertares nocturnos, sino con una suma de elementos en cada situación particular.
“El niño debe comenzar a dormir solo cuando esté preparado para ello”, explica la psicóloga Mónica Serrano, especialista en maternidad y crianza con apego. En esta línea, apunta que “el sueño es un proceso evolutivo, en el que están implicados factores fisiológicos, emocionales, sociales y culturales”, y que conviene tener en cuenta todos estos aspectos al momento de tomar la decisión. Hay que considerar, por ejemplo, que la capacidad de entender y expresarse a través del lenguaje hará más fácil que el niño comience a dormir solo.
En un sentido, el final del colecho se puede comparar con el final de la lactancia materna, como sugiere la psicóloga Mariela Cacciola, también especializada en crianza respetuosa. Es posible dejar de colechar de un modo “natural”, cuando el propio niño manifiesta su deseo de empezar a dormir en su propio cuarto, al igual que cuando expresa, a su manera, que ya no quiere ser amamantado.
Y también se puede optar por acabar con el colecho de un modo “respetuoso”, cuando la madre, el padre o ambos miembros de la pareja lo consideren necesario para el niño o para ellos mismos. “Así como la decisión de colechar tiene que ser una decisión familiar, modificar esa situación debe serlo también”, señala Cacciola, y “por lo tanto es necesario respetar los deseos de todos”.