Diez hábitos extendidos que favorecen la aparición de alergias
Se cree que la mayor parte de las alergias entran dentro del grupo de lo que se conocen como enfermedades modernas o post-industriales, que comenzaron a aparecer a partir de la revolución industrial y los cambios en el comportamiento social que esta generó. No solo por el aumento de partículas complejas en el aire de determinadas zonas, sino también por la adquisición de nuevas costumbres de higiene y nutricionales.
Entre estas enfermedades consideradas más o menos recientes, se situarían muchos tipos de cáncer, así como la diabetes en las proporciones en que se da hoy día, el asma y muchos tipos de alergia, sobre todo dérmicas, como son la urticaria. La causa de las mismas puede ser compleja, con participación de cierta predisposición genética, e implican una actividad descontrolada del sistema defensivo del cuerpo, que nos acaba atacando a nosotros. La presencia ciertas sustancias pueden hacer que el proceso alérgico se active, por lo que conviene evitarlas.
1. Usar demasiado de detergente y suavizante al lavar la ropa
Los detergentes y suavizantes son compuestos agresivos con la suciedad, que generalmente actúan en condiciones de acidez y diluyen la grasa de las manchas para que sean arrastradas por el agua. Si utilizamos un exceso de estos productos es posible que queden restos en el tejido de la ropa y no se vayan con el secado.
La ropa olerá “a limpio”, pero al ponérnosla y entrar en contacto con la humedad de nuestro sudor, estas sustancias pueden reaccionar, por ejemplo diluyendo la película grasa que protege nuestro cuerpo -y que no, no es suciedad- y agrediendo después la dermis desprotegida, lo que provocará la reacción autoinmune urticante. Hay zonas que son más sensibles a la acción de los restos de detergente y también personas más propensas a los eccemas dérmicos.
2. Tender la ropa dentro de casa
Es un caso similar al primer supuesto: la ropa conserva restos de detergente y suavizante, aunque no haya sido lavada con una sobredosis de ellos. El problema en este caso son los aromatizantes que dan el “olor a limpio” y que pueden extenderse por la casa mientras las prendas se secan. No tienen que ser tóxicos ni potencialmente cancerígenos -no lo son o al menos no se ha descubierto que lo sean- para que resulten inconvenientes a las personas alérgicas. Pueden dar tanto problemas respiratorios como dérmicos si estas sustancias volátiles entran en contacto con nuestra piel.
3. No ponerte crema hidratante tras nadar en la piscina
Las piscinas públicas o de gimnasio, por cuestiones de salubridad, suelen tener altos niveles de cloro o bien de ozono. Protegen contra intoxicaciones, atendiendo a que el agua es un excelente medio de propagación y que son muchas las personas que se bañan en ellas y es imposible controlar la higiene de todo el mundo. Pero estas sustancias desinfectantes quedan pegadas a la piel si estamos largo rato la piscina, por ejemplo nadando.
Tanto el cloro como el ozono resecan nuestra piel y agreden a la película de grada protectora que evita lesiones. Si somos nadadores frecuentes es muy posible que nuestra dermis se vea afectada por una excesiva sequedad y deshidratación y por tanto la capa de protección se agrietará, dejando espacios de entrada a cuerpos extraños que nos provoquen una alergia. La mejor manera de evitar este efecto sobre nuestra piel es ducharnos después de nadar, secarnos bien y aplicarnos crema hidratante en abundancia por todo el cuerpo.
4. Estrenar ropa sin haberla lavado antes
En la elaboración de la ropa industrial intervienen numerosos tintes y otros componentes químicos, de los cuales pueden quedar restos en la ropa. Se recomienda, sobre todo en el caso de niños pequeños, hacerles un primer lavado a las prendas antes de ponérnoslas para evitar un tipo de dermatitis muy frecuente y llamada “alergia por tintes azoicos”. Otra razón para lavar la ropa antes de usarla es la posible presencia de dimetilfumarato, un componente altamente irritante que se utiliza en las bolsitas secantes que suelen introducirse en las cajas donde se almacena la ropa industrial.
5. Usar jabones corporales con asiduidad
Los jabones corporales, sobre todo los de tipo gel, tienen otros componentes además del jabón, como esencias aromatizantes, estabilizantes del gel e incluso algunos bactericidas como el triclosán, que arrastran una larga polémica por sus efectos secundarios. En principio, en un uso periódico no tienen por qué crear problemas, pero por un lado pueden atacar a la película de grasa como jabones y por el otro actuar como cuerpos extraños capaces de despertar una reacción autoinmune alérgica.
Debemos de ser conscientes que la mayor parte de nuestro cuerpo está cubierta por ropa y por tanto protegida de la suciedad. Por otro lado, las secreciones del sudor son en su mayoría sales complejas, muy similares a las de la orina, que se pueden lavar simplemente con agua. La acción del jabón eventualmente es buena para renovar la epidermis, aunque después deberemos aplicarnos crema hidratante para renovar la protección.
6. No ventilar bien la casa
La ventilación adecuada del hogar ayudará a eliminar del ambiente todo tipo de sustancias potencialmente alérgenas acumuladas en el polvo que flota en el aire, así como los ácaros, que pueden provocar alergias respiratorias.
7. Tener la calefacción demasiado alta
Un ambiente excesivamente húmedo y caldeado puede aumentar el riesgo de alergias respiratorias. Pero también el exceso de calor seco producto de la calefacción afecta a la hidratación de la piel y de las mucosas respiratorias, favoreciendo la aparición de procesos autoinmunes.
8. No aspirar con frecuencia los rincones difíciles o poco accesibles
Los bajos de camas, sillones y sofás, las esquinas recónditas y los intersticios donde no cabe el tubo de la aspiradora, así como los filtros del aire acondicionado o los altos de los muebles, son especialmente sensibles a la acumulación de polvo rico en ácaros y sustancias químicas irritantes que se hayan liberado en múltiples procesos domésticos.
9. Abusar de los enlatados y los embotellados en plástico
Además de con los aditivos potencialmente irritantes que contenga una conserva, que no son pocos, hay que contar con la presencia de bisfenol A en la película que recubre su cara interior y que protege el alimento de posibles contaminaciones con metales. El bisfenol A también se encuentra en los envases de plástico, como en el caso del agua embotellada.
Según las autoridades sanitarias europeas, las cantidades que pueden liberarse al líquido o alimento no son peligrosas, pero si consumimos a diario agua embotellada y numerosas conservas, aumentamos la posibilidad de tener cantidades de bisfenol A en nuestro que puedan ser como mínimo irritantes y provoquen alergias. Podemos propuso en su programa electoral para las pasadas elecciones la eliminación de esta sustancia en todo tipo de procesados alimentarios.
10. Usar desinfectantes de manos
El problema de este tipo de atomizadores que se llevan en el bolso y se venden con creciente éxito es que incluyen sustancias como el triclosán, un bactericida que deja las manos sin protección bacteriana frente a ataques de patógenos, hongos o sustancias irritantes. Es bueno lavarse las manos para mantenerlas limpias de bacterias fecales o virus, pero hay que ser conscientes de que además de estos microbios hay una capa benigna de bacterias que protegen nuestra dermis. Eliminarlas es abrir la puerta a las alergias.