¿Cada cuánto debo cambiar mi viejo colchón?
A lo largo de nuestra vida pasaremos, aproximadamente, un tercio de ella en el colchón. Por tanto, la cama, y el colchón en concreto, son elementos muy importantes para conseguir un buen descanso nocturno.
Es muy difícil disfrutar de un sueño profundo y efectivo en una cama vieja e incómoda. Los colchones que no son cómodos tienen, a la larga, un impacto significativo en nuestro sueño. Es recomendable, por tanto, mantener durante el sueño, una buena postura: un colchón demasiado blando se hundirá, mientras que uno demasiado firme puede ejercer más presión de la deseada en zonas del cuerpo como caderas y hombros.
Cuánto dura un colchón
Hace unos años, entre 2002 y 2004, una campaña publicitaria de la Asociación Española de la Cama (ASOCAMA) nos advertía: “Si tu colchón tiene más de diez años, no tienes colchón”. Aunque no hay una regla estricta sobre cuándo reemplazar el colchón, la mayoría tiene una “vida útil de alrededor de ocho años”, según la National Sleep Foundation. Por tanto, el cambio oscilaría entre los 8-10 años.
Algunos expertos consideran que este periodo de tiempo es más corto cuanto mayor se es porque el cuerpo puede necesitar una mejor base para dormir. La vida útil de un colchón se ve afectada por factores sobre todo por factores como la calidad, el cuidado y cómo se usa. Aunque debe tenerse en cuenta que el deterioro es muy sutil y es poco habitual que, actualmente, aparezcan defectos que nos pueden hacer pensar que el colchón ya no es lo que era, como bultos.
Según ASOCAMA, para “detectar el desgaste sería necesario poder compararlo con un equipo de idénticas características, pero nuevo”. Solo así, aseguran, se puede ver la pérdida de firmeza y de calidad. Pero también puede ayudar comprobar si hay puntos desgastados o caídos en el medio o en los bordes. Pero lo más revelador es que, si uno se despierta cansado, puede también ser signo de que necesitamos cambiar el colchón.
Por tanto, la comodidad es clave para decidir cambiar de colchón. Según un estudio realizado por expertos de la Universidad de Oklahoma en 2009, un colchón nuevo reduce el dolor de espalda y mejora el sueño de forma considerable. Otro motivo para cambiar de colchón es la acumulación de alérgenos. Cuanto más viejo es un colchón, mayor es el acopio de los ácaros del polvo, según el estudio Distribución y determinantes del polvo doméstico.
Aunque los responsables del estudio admiten que este motivo es más relevante para los que tienen mayor sensibilidad a los ácaros del polvo y tienen asma. Por tanto, el tiempo de cambio de colchón en este caso es solo relevante para una proporción determinada de personas. Actualmente, los fabricantes de colchones también usan cada vez más cualidades como antipolvo, antialérgico, antibacteriano o transpirable.
Por tanto, es importante prestar atención a los signos de desgaste (flacidez o bultos):
ruidos de los muelles cuando nos movemos, lo que indica que empiezan a estar desgastados y ya no ejercen la función de soporte que deberían ejercer
rigidez muscular al levantarnos
empeoramiento de las alergias o asma
haber aumentado de peso, porque puede afectar la forma del colchón
Cómo elegir un colchón nuevo
La mayoría de nosotros compramos un colchón con tan poca frecuencia que, cuando tenemos que hacerlo, nos surgen numerosas dudas. Una de las premisas es elegir el colchón que se adapte a nuestras posiciones y a nuestra manera de dormir. Deben tenerse en cuenta aspectos como el peso, la estatura, si se duerme solo o acompañado, si se sufre de problemas de espalda, incluso del metabolismo.
Hay colchones blandos que tienden a ajustarse a la forma del cuerpo pero no ofrecen un soporte uniforme; colchones de firmeza medida, que tienden a ofrecer más soporte; o los colchones muy firmes, que ofrecen un buen soporte pero poca confortabilidad, lo que puede provocar dolor en los puntos de presión.
Tipos de colchón
Hay distintos tipos de colchones actualmente:
Colchones de espuma. Suelen incorporarse en este concepto los colchones de espuma de poliuretano cortada en distintos grosores y densidades, formando distintas opciones de posibilidades en cuanto a dureza, suavidad…
Colchones de muelles. Los hay con estructuras de hierro cilíndrico confeccionados con distintos tejidos pero que han sido desplazados por otros como los de muelles individuales. Muy similares a los anteriores, pero en este caso los muelles no están enganchados entre sí (lo que provocaba una sensación de rigidez y que los muelles pudieran romperse), sino que están libres y crean un sistema de descanso que se adapta más a las distintas partes del cuerpo. Puede combinarse con materiales como viscoelástica o látex.
Colchones de látex. Pueden estar fabricados con un polímero orgánico procedente de la sabia del árbol de caucho a los que, tras un proceso químico, da la espuma de látex, o puede estar compuesto por material sintético. Sea cual sea la procedencia, un colchón de látex se adapta al contorno del cuerpo por completo, como lo hace la viscoelástica. Uno de los inconvenientes de este material es que es poco transpirable y necesita ventilación, por tanto, es mejor que descanse sobre una base que lo permita. Una de las ventajas es que es un material hipoalergénico.
Colchones de viscoelástica. Compuesto de espuma que se adapta al contorno del cuerpo, tiene una gran capacidad ergonómica porque reduce los puntos de presión del cuerpo. Este material es de alta resiliencia, es decir, que recupera su forma original al levantarnos. Este material, además, permite que si se duerme en pareja se garantice la independencia de espacios, es decir, absorbe los movimientos.
Colchones de lana. A pesar de que la aparición de colchones de otros materiales ha arrinconado un poco este tipo de material, todavía hay artesanos que se dedican a fabricar este tipo de colchón y de hacerles mantenimiento. En la mayoría de los casos la lana procede de las ovejas, que se pica con dos bastones para prepararla. Este tipo de material calienta en invierno y transpira en verano, gestiona la humedad de forma natural y no acumula electricidad estática. El colchón de lana, pasados unos 10 años, debe rehacerse, lo que significa descoserlo, airearlo y limpiarlo, abriendo las fibras y recuperando la esponjosidad. También debe cambiarse la ropa, que en la mayoría de los casos es de algodón.