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Cáncer de próstata: detectar y abordar una patología asintomática en sus fases iniciales

Médico consolando a un paciente

Mercè Palau

El cáncer de próstata, un tumor maligno que se origina en las células que forman la próstata, es uno de los más comunes entre los hombres. Según datos del Observatorio de la Asociación Española contra el Cáncer, en el año 2023 fue diagnosticado en más de 33.700 varones. Se trata de un tipo de cáncer que entre sus factores de riesgo principales incluye la edad, ya que se presenta sobre todo en hombres mayores de 50 años y la media del diagnóstico gira en torno a los 70 años. 

La importancia de un diagnóstico temprano

Una de las mayores dificultades del cáncer de próstata para su abordaje es contar con un diagnóstico antes de que aparezcan los síntomas, ya que llegar a tiempo marca una diferencia significativa en los resultados del tratamiento y en la calidad de vida del paciente. En sus primeras etapas, es altamente tratable y los enfermos tienen una amplia gama de opciones disponibles, por lo que la detección temprana y los exámenes periódicos son cruciales también en la salud masculina. 

Y, como no hay ningún síntoma específico del cáncer de próstata, la única forma de detectarlo es “acudir al urólogo a partir de los 50 años, que es la cifra que la comunidad urológica ha determinado, un poquito antes si hay antecedentes familiares”, afirma la Doctora Carmen González Enguita, Servicio de Urología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. El pronóstico es muy favorable cuando se diagnostica de forma temprana. En palabras de Enguita, “se habla de más del 90% de casos de curación a los cinco años en pacientes diagnosticados tempranamente”. 

Un diagnóstico, sin embargo, que aún tiene que hacer frente a ciertas dificultades como el tabú. “El miedo a romper con la masculinidad les aleja de este diagnóstico temprano. Y esto es lo que tenemos que evitar”, advierte Enguita. Porque, tal como reconoce el doctor Doctor Ramiro Cabello, también del Servicio de Urología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, “cuanto antes diagnosticamos la enfermedad, mejor pronóstico va a tener el paciente, más armas terapéuticas tendremos para luchar contra el tumor y mejor expectativa de vida podemos ofrecer”.

Pruebas hasta llegar al diagnóstico

Las pruebas para detectar el cáncer de próstata empiezan con un simple análisis de sangre para dar con el antígeno prostático específico (PSA). Es el camino que siguió Juan Carlos Roldán, un paciente de cáncer de próstata que no tuvo ningún tipo de síntoma ni de molestia antes de las pruebas; el diagnóstico le llegó después de realizarle los análisis.

Una prueba que puede complementarse con un examen rectal, que solo lleva unos minutos y puede proporcionar información clave para ayudar a evaluar el riesgo de cáncer de próstata. Para confirmar el diagnóstico, “nos tenemos que ayudar de otras herramientas, como la ecografía y la resonancia y, por supuesto, de una confirmación histológica y, para eso, habrá que realizar una biopsia”, afirma el doctor Cabello.

Esta prueba ha evolucionado mucho en los últimos años: la biopsia 100% aleatoria se complementa con “biopsar aquella zona donde es más sospechoso que existan las células cancerosas”, admite González Enguita.

Realizar estas pruebas cada determinado tiempo es parte importante del cuidado y prevención ya que permiten detectar aquellos casos en los que el cáncer se localiza en la próstata, crece de forma lenta y no causa síntomas.

De la vigilancia activa a otros tratamientos

Hasta hace unos años, el diagnóstico de cáncer de próstata iba seguido de solo unas pocas opciones de tratamiento. Sin embargo, actualmente conlleva una gama cada vez mayor de alternativas que son más precisas, menos dañinas e invasivas y más personalizadas para el cuerpo y las circunstancias de vida del paciente. 

Una de las claves tras el diagnóstico de cáncer de próstata es observarlo, es decir, evaluarlo de forma repetida y decidir si es necesario intervenir y cómo hacerlo. Es lo que le recomendó la uróloga a Juan Carlos Roldán, “una vigilancia activa para conocer cómo discurre ese proceso cancerígeno y, a posteriori, tomar decisiones”, reconoce Roldán. 

“De la vigilancia activa, pasando por tratamientos con intención curativa, que van a ser aquellos que le ponemos el apellido de radicales y, fundamentalmente, van a ser la cirugía, la prostatectomía radical y la radioterapia”, afirma González Enguita.

La radioterapia constituye una herramienta terapéutica clave ya que, bien sola o con hormonoterapia, “puede ofrecer al paciente unos índices de curación muy altos”, afirma el Doctor Jesús Olivera, del Servicio de Oncología Radioterápica del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz.

En Medicina Nuclear, explica el Dr. Luis Martínez Dhier, del Servicio de Medicina Nuclear del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, se ofrecen “pruebas diagnósticas de muy alta sensibilidad que permiten detectar enfermedad fuera de la próstata con la más alta sensibilidad, tanto en el hueso mediante la gammagrafía ósea como en ganglios linfáticos, hueso o vísceras, mediante el PET TAC con PSMA. Los hallazgos que se deriven de estas pruebas permiten personalizar mucho mejor el alcance de la cirugía o, en su caso, de la radioterapia, y disminuyen la tasa de persistencias de enfermedad después de estos tratamientos y la tasa de recidivas”. Además, añade el especialista, para fases más avanzadas de la enfermedad se dispone de posibilidades terapéuticas que han demostrado que mejoran la supervivencia global, la supervivencia libre de síntomas y la supervivencia libre de progresión, con una excelente tolerancia y perfil de seguridad.

La cirugía es otro de los tratamientos para el cáncer de próstata, en concreto la prostatectomía radical, es decir, la extirpación completa de la próstata y las vesículas seminales y una posterior reconstrucción anatómica del aparato urinario inferior para unir la vejiga con la uretra. En este sentido, los logros conseguidos de la mano de la cirugía robótica han permitido ser mucho más precisos, menos limitantes y han hecho disminuir “el impacto sobre los dos problemas de la continencia de la orina y la función eréctil, ayudando a que la recuperación sea más temprana y mejor”, reconoce el Doctor Cabello.

Lo sabe bien Juan Carlos Roldán, que tras la vigilancia activa y, después de seis meses, vieron cómo había vuelto a subir el PSA y tuvo que someterse a una prostatectomía radical con el robot Da Vinci. “Fue muy rápido: ingresar un día, operar por la tarde y una alta total al cabo de dos días, sin ningún tipo de dolor, ni molestia, solo con una sonda durante 15 días”.

El enfoque multidisciplinar en todo este proceso juega un papel decisivo. En este sentido, cobra especial importancia la creación de iniciativas como el comité uroncológico, en el que participan especialistas en “Radiología, Medicina Nuclear, Farmacia, Urología, Oncología Radioterápica y Oncología Médica para determinar cuál es el mejor tratamiento para la situación del paciente en un momento determinado de su vida”, reconoce Enguita.

“Hay opciones terapéuticas nuevas que ofrecen, desde el punto de vista de supervivencia, incrementos muy importantes, con un control muy significativo de la enfermedad y, además, con calidad de vida”, afirma el Doctor Jesús García-Foncillas, del Servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, 

Para Roldán, además de contar con todo este arsenal de opciones terapéuticas, otra gran ayuda a la hora de afrontar la enfermedad fue “no esconderla, ni ocultarla, hablar de ella como algo normal” y como parte natural del proceso.

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