Pese a los avances hacia la igualdad, encuestas como el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) demuestran que las tareas domésticas siguen recayendo en mayor medida sobre las mujeres. Y, entre esas tareas, una de las que genera mayor disgusto es la de fregar los cacharros. Un estudio realizado por investigadores de Estados Unidos llegó a la conclusión de que esta es la tarea del hogar más odiada, ya que es la que menos se luce y, en consecuencia, la que menos se valora y se agradece. Debido a ello, el reparto injusto de esta actividad (que recaiga mucho más sobre uno de los miembros de la pareja que sobre el otro) genera mayor resentimiento y estrés.
¿Agua caliente o fría?
En parte por ese motivo, fregar los cacharros es una tarea que se suele desear que dure lo menos posible. Una forma de que dure menos es hacerlo con agua caliente. ¿Por qué? Pues básicamente porque, a mayor temperatura, los residuos de grasa y aceite que suelen quedar adheridos a la vajilla tienden a ablandarse y fluir con mayor facilidad. Y si ya se han secado, porque pasó mucho tiempo desde que se dejaron de usar y no quedaron en remojo, el agua caliente logrará que su estado pase de sólido a líquido con mayor rapidez.
Pero además hay otro motivo por el cual el agua caliente limpia mejor que la fría: la mayor temperatura elimina más bacterias y gérmenes. Si el agua llega a los cacharros a unos 60ºC (o más), no se eliminarán solo los restos de alimentos sino que también se logrará un importante nivel de desinfección. De hecho, a esa temperatura funcionan en general los lavavajillas, con los cuales se obtiene -en general- una limpieza más profunda que con el lavado a mano. Por supuesto, si se ha de lavar a mano con el agua a altas temperaturas, se aconseja el uso de guantes para evitar quemaduras y otros daños en la piel.
Agua caliente en el lavavajillas
En el lavavajillas, se puede elegir entre diversos programas en función de qué cacharros se deban lavar. La temperatura es una de las variables: como el agua caliente limpia mejor, se deberá optar por ella cuando se trate de limpiar ollas, sartenes y otros artículos que puedan haber quedado sucios de grasas, aceites y otros elementos más difíciles de quitar. En cambio, si solo se trata de vasos y copas, o de platos en los que no se han colocado alimentos muy pringosos, se podrá emplear agua más bien tibia o incluso fría.
Dado el desagrado que suele generar esta tarea, el lavavajillas es un electrodoméstico que mucha gente valora como un aliado insustituible en el hogar. Sin embargo, también tiene sus detractores: quienes opinan que gastan demasiada agua. Una comparación realizada en 2012 por el Canal de Isabel II, no obstante, señalaba que el consumo del lavavajillas es inferior al que representa fregar los cacharros a mano. Incluso el gasto doméstico de electricidad se reduciría, según el mismo estudio, cuando ese artefacto se encarga de la labor.
Pero también hay otra cuestión vinculada con la huella ecológica de los lavavajillas: el gasto energético y de recursos empleado en su fabricación (materias primas, electricidad, agua, transporte, etc.), además del problema que representa la creación y la gestión de los residuos electrónicos a nivel mundial. Por ello, la cuestión de cuál de ambas opciones es más amigable con el planeta presenta matices y las respuestas no son contundentes.
Beneficios de lavar los platos a mano
Existen, por lo demás, otros dos motivos para inclinarse por el lavado manual. Uno de ellos tiene que ver estrictamente con la calidad de la limpieza, y se deriva de un estudio realizado por científicos suecos, publicado en 2015. Los investigadores analizaron una muestra de más de un millar de niños de entre siete y ocho años de dos regiones de Suecia. Compararon la presencia de problemas como eczema, asma y rinoconjuntivitis con el método utilizado para fregar los cacharros en sus casas.
Los resultados fueron rotundos: en las familias que lavaban los platos a mano, la probabilidad de que los niños padecieran esas afecciones alérgicas equivalía a la mitad que en el caso de las familias con lavavajillas. Esto sugiere que la mayor exposición a los microbios por parte de los niños, como consecuencia de una limpieza menos exhaustiva de la vajilla y demás elementos de la cocina, refuerza el sistema inmune de los pequeños. En palabras del artículo -publicado en Pediatrics, la revista oficial de la Academia Estadounidense de Pediatría- “un método de lavado menos eficiente puede inducir más tolerancia, a través de una mayor exposición microbiana”.
El segundo motivo no se vincula con la profundidad de la limpieza obtenida por el lavado a mano, sino con el ejercicio físico que esta actividad representa y los beneficios a largo plazo que podría deparar. Un equipo de científicos de Estados Unidos analizó, durante un periodo de tres años, la actividad cotidiana de más de 6.000 mujeres de entre 63 y 99 años de edad. Las que realizaban hasta treinta minutos diario de tareas domésticas tenían una tasa de mortalidad un 12% más baja en comparación con las que no realizaban esas tareas. Entre las que realizaban más de media hora de trabajo hogareño por día, esa tasa era 39 % menor.
Un motivo extra para lavar los platos a mano: puede despertar la creatividad. Agatha Christie imaginaba los crímenes de sus ficciones en esos momentos: bromeaba con la idea de que “fregar los platos convierte a cualquiera en un maníaco homicida de categoría”. Una escritora actual muy valorada, la argentina Samanta Schweblin, también ha dicho que se inspira mientras realiza esta tarea. Alfred Hitchcock se jactaba de que nadie lavaba los platos como él. En cualquier caso, siempre conviene hacerlo con agua caliente, que limpia mejor. Y con guantes, para que las manos no se lastimen.
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