¿Nos falta energía mental porque se nos agotan los neurotransmisores?

Darío Pescador

7 de febrero de 2022 22:15 h

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La ensayista Christine Miserandino se hizo famosa en 2003 por su teoría de las cucharas. Miserandino padece lupus fibromialgia y dolor crónico, es decir, su cuerpo, y su cabeza, están en una batalla constante. A la pregunta de una amiga de cómo era vivir con la enfermedad, ella agarró las cucharas de la mesa donde estaban, y explicó que cada tarea que hacía cada día, aunque fuera tan sencilla como maquillarse o limpiar la casa, consumía una cuchara.

Las cucharas representaban su energía, tanto mental como física. Al cabo del día, si solo le quedaba una cuchara disponible, tenía que tomar decisiones difíciles: por ejemplo, hacer la comida o comer, pero no las dos cosas. La teoría se ha usado también para explicar la situación de personas que sufren enfermedades mentales o discriminación, para mostrar la carga adicional que a menudo tienen que soportar en su día a día.

Pensar consume energía, y no en el sentido espiritual, sino de forma muy tangible. Aunque solo representa el 2% del peso del cuerpo, el cerebro consume el 20% de las calorías del cuerpo humano en reposo. Sin embargo, los experimentos han comprobado que esta energía no varía por pensar con más intensidad. No hay diferencia significativa entre la energía que nuestra cabeza consume cuando estamos profundamente dormidos o cuando estamos resolviendo un difícil problema matemático, y darle más glucosa a la gente no les hace pensar mejor.

Sin embargo, para que las neuronas se comuniquen unas con otras (en eso consiste pensar) hacen falta unos compuestos químicos especiales llamados neurotransmisores, y se ha podido comprobar que, a veces, no hay suficientes. La teoría de Miserandino se correspondería entonces con un fenómeno neurológico llamado agotamiento de neurotransmisores.  

Tus neurotransmisores y tú

Las neuronas pasan mensajes de unas a otras usando mensajeros químicos llamados neurotransmisores. Muchos son bien conocidos, como la serotonina, la dopamina o la adrenalina. Esto se debe sobre todo a que en las últimas décadas se había observado que determinados trastornos mentales estaban asociados a cantidades anormales de neurotransmisores, o demasiado o demasiado poco. 

Así hace años se formuló la teoría del “desequilibrio químico” para explicar las enfermedades mentales, una teoría de la que aún se habla. La depresión era una falta de serotonina, el trastorno bipolar una falta o exceso de dopamina, y la ansiedad una deficiencia de GABA, el neurotransmisor de la tranquilidad. Sin embargo hoy en día esta explicación se considera superada

Por ejemplo, se ha visto que los antidepresivos del tipo ISRS hacen aumentar los niveles de serotonina inmediatamente, pero los pacientes tardan semanas o meses en mejorar. Esto quiere decir que es posible tener la serotonina alta y estar deprimidos. Por otro lado, el medicamento para la tensión reserpina hace descender los niveles de serotonina, pero no está tan claro que eso sea causa de depresión, al contrario, puede resultar calmante, y uno de sus primeros usos fue como antidepresivo

La falta de un neurotransmisor no es una explicación suficiente de por qué aparece un trastorno mental. Entran muchos otros factores, como las experiencias y traumas personales, el uso de alcohol, otras drogas y medicamentos, la genética y la historia familiar, y el entorno en que nos encontramos. 

En definitiva, aunque en los trastornos se encuentran desequilibrios de neurotransmisores, estos desequilibrios no son necesariamente la causa del trastorno, y pueden ser un síntoma. Dicho esto, si nuestras neuronas no pueden fabricar los neurotransmisores que necesitan, tenemos un problema.

El delicado suministro de neurotransmisores

Muchos neurotransmisores se sintetizan en las neuronas a partir de aminoácidos, moléculas sencillas que obtenemos a partir de las proteínas de la dieta. Una dieta deficiente nos puede dejar sin materia prima para fabricar neurotransmisores. En experimentos con ratones de avanzada edad, una dieta muy baja en proteínas bastó para afectar a su memoria y capacidad mental. En otro experimento se dio una dieta muy baja en triptofano, una proteína presente en grandes cantidades en la carne y la leche, a personas que se habían curado de depresión. La falta de triptofano en la dieta provocó que cayeran otra vez en la depresión, pero sin embargo no afectó al estado de ánimo de personas sanas, lo que indica que hay otros factores implicados.  

El estrés crónico puede agotar los neurotransmisores más rápido de lo que podemos producirlos, en concreto la noradrenalina, dopamina y serotonina. En un estudio con trabajadores sanitarios con el síndrome “burnout” (estar quemados en el trabajo) se comprobó que sus niveles de neurotransmisores estaban por debajo de lo esperado, lo que según los investigadores podría tener efectos sobre su estado mental. La falta de sueño también afecta a la correcta recepción de los neurotransmisores, es decir, que aunque haya suficientes, puedan llegar a su destino, aunque el mecanismo exacto aún no se conoce. 

El estrés físico también afecta. La falta de oxígeno afecta temporalmente a los niveles de diferentes neurotransmisores y entorpece su síntesis (pero no, usar la mascarilla no provoca falta de oxígeno). Se ha visto que la suplementación con tirosina, un aminoácido que es el precursor de la adrenalina, ayuda a mejorar los niveles de neurotransmisores agotados por el estrés mental o físico. La tirosina es un aminoácido que está presente en el queso, la soja, la carne, el pescado y los frutos secos. Al revés, si falta tirosina y fenilalanina (su precursor) en la dieta, se agota la dopamina

La vitamina D regula la producción de serotonina. Su falta está relacionada con una gran cantidad de trastornos mentales, desde el autismo hasta el déficit de atención, cuyos síntomas mejoran con suplementos de vitamina D. Además, las vitaminas, especialmente las B, C y E, y los minerales como selenio, zinc, magnesio y otros son necesarios para la fabricación y regulación de neurotransmisores en el cerebro. 

Los ácidos grasos Omega-3 presentes en el aceite de pescado, son imprescindibles para el funcionamiento de la serotonina. El ácido graso EPA regula la liberación de serotonina y el DHA su recepción. La falta de estos ácidos grasos está asociada a todo tipo de trastornos neurológicos, incluyendo la depresión, esquizofrenia y el trastorno bipolar. 

Por último, las bacterias intestinales son las principales productoras de neurotransmisores en el organismo, incluyendo la serotonina (de la que fabrican el 95%) la dopamina, acetilcolina, la noradrenalina y GABA, entre otros. La alteración de la microbiota provoca una alteración en los niveles de neurotransmisores, algo especialmente importante cuando tomamos antibióticos, que arrasan con las poblaciones de bacterias de nuestro intestino. Se ha podido comprobar que el uso de antibióticos está asociado a las alteraciones del sueño y que el uso de antibióticos en la infancia aumenta el riesgo de enfermedades mentales

Cómo apoyar a nuestros neurotransmisores 

Aunque en los trastornos mentales intervienen muchos factores, hay varias medidas que podemos tomar para que, al menos en lo básico, nuestro organismo tenga lo necesario para que no falten neurotransmisores:

  • Comer suficientes proteínas
  • Tomar suficiente omega-3, especialmente EPA y DHA
  • Tomar el sol y suplementos de vitamina D
  • Asegurarse de tomar suficientes vitaminas y minerales.
  • Controlar el estrés y dormir lo suficiente
  • Evitar los antibióticos
  • Tomar probióticos

¿En qué se basa todo esto?