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‘Banksy, ¿genio o vándalo?’: un vistazo bajo la capucha del artista más contradictorio

Banksy muestra múltiples caras sin ni siquiera haber enseñado su rostro. Tritura un cuadro para mofarse del consumismo y acaba duplicando su valor, crea un macabro parque imitando a Disney y termina facturando millones de euros, y elabora piezas que presumen de ser “urbanas” pero que a su vez son expuestas por grandes galeristas privados. Es una contradicción constante, un yin y yang que, por primera vez, llega a España.

Concretamente lo hace en el espacio 5.1 del recinto ferial IFEMA de Madrid con Bansky, ¿genio o vándalo?, una muestra no autorizada por el autor que incluye más de 70 obras (tanto serigrafías originales como reproducciones) de colecciones privadas que podrán verse hasta el próximo mes de marzo. Esta se encuentra organizada por la empresa española Sold Out en colaboración con la rusa IQ Art Management Corporation y la Lilley Fine Art, galería pionera en el comercio de copias de Banksy. Además, como cabría esperar, todas se encuentran a la venta.

“Es cierto. Puede que Banksy sea bueno para el capitalismo y que al mismo tiempo tenga un discurso combativo contra este, pero cuando quieres expresar algo que no ves correcto a tu alrededor está bien que lo hagas, aunque sea desde dentro del sistema”, explica a eldiario.es Alexander Nachkebiya, comisario de una exposición inmersa en la penumbra de cada sala, como si fuera una partida de póquer con apuestas al margen de la ley. Es justo lo pretende transmitir la instalación: la de estar ocultos bajo la capucha de Banksy, sin identidad y con libertad cuestionar los agujeros de la sociedad.

Como el propio nombre de la colección indica, esta invita a reflexionar sobre el papel de Banksy. ¿Es un genio o un vándalo? ¿Un artista o un mero provocador? ¿Un empresario o un librepensador? A pesar de que la premisa inicial incita a que cada visitante decida qué respuesta dar a las múltiples dualidades, en ningún momento parece mostrar ese contraste crítico sobre el trabajo del grafitero. Se trata, más bien, de un salón de la fama dividido entre sus píldoras hacia el consumo o hacia la política. De hecho, el propio Nachkebiya tiene clara su postura: “Es un genio. De esos genios que tienen respuestas a las cuestiones más importantes de nuestro tiempo y se atreven a darlas”.

Reflejo de ello es la obra Stop Esso, situada casi al comienzo del recorrido. Se trata de un grafiti sobre un muro de ladrillo que muestra a un hombre y una mujer disfrutando de un día de playa mientras una niña tiene las manos cubiertas del combustible vertido por la petrolera Esso, la cual fue señalada por Greenpeace en el año 2000 por negar la existencia del calentamiento global y financiar la creación de una pseudociencia para defender dicha postura. El objetivo no era otro que retasar la inversión en energías renovables.

Resulta paradójico que el genio (o vándalo) dedicado a denunciar las trampas del mercado haya acabado como una pieza de su propia exposición en forma de maniquí perverso. Es lo que ha provocado, entre otras cosas (como el precio de la entrada, unos 15 euros), que se haya desligado de esta exposición. “Sé que Banksy no montaría algo así si lo hiciese él mismo, pero creo que lo más importante es no privar a la gente de poder descubrir su arte, incluso a los que piensan que es un idiota”, reconoce el comisario.

Al margen de certificaciones oficiales y de si incita o no al debate, Banksy, ¿genio o vándalo? es un entretenido paseo entre pintadas callejeras y pantallas en las que llega a colarse Salida por la tienda de regalos, el documental del artista. Algunas zonas, además, consiguen recrear una atmósfera digna de una incómoda distopía. Es el caso de la sección dedicada a la vigilancia, un cubículo rodeado cámaras y plasmas en los que el visitante puede verse a sí mismo. Al mismo tiempo, el texto en la pared revela que “las autoridades defienden la necesidad de contar con cámaras” pero “en realidad solo el 3% de los delitos se resuelven gracias a estos vídeos”.

Tampoco olvidan su destacada faceta antibélica. “Los mayores crímenes del mundo no han sido cometidos por aquellos que se saltan las reglas, sino por los que cumplen las normas. Son aquellos que obedecen órdenes los que lanzan las bombas y masacran pueblos enteros”, se puede leer en la sala Juego de guerra. Justo en frente, otra instalación curiosa: una habitación de pocos metros cuadrados con Pintalabios del Holocausto, que muestra a víctimas de un campo de concentración de la Segunda Guerra Mundial con los labios pintados mientras acompaña la perturbadora banda sonora de un metrónomo.

Niña con globo sin triturar (de momento)

Niña con globo Después de transitar entre obras sobre el muro que divide Israel y Cisjordania, sobre el Brexit o sobre proyectos a mayor escala, como el parque temático no recomendado para niños llamado Dismaland, llega la estrella del repertorio. Porque, al igual que ocurre en los conciertos de música, la pieza más conocida se queda para el final.

Niña con globo es probablemente la imagen más reconocida de Banksy. El primer mural de esta apareció en 2002 como grafiti en una calle del este de Londres, pero no fue el único. Poco después alguien añadió la frase “siempre hay esperanza” y empezaron a crear versiones por diferentes partes del Reino Unido, las cuales en su mayor parte han sido borradas o robadas.

El mismo Banksy también es responsable de otras adaptaciones de la obra. Por ejemplo, en marzo de 2014 reconvirtió a la protagonista del grafiti para hacer referencia al tercer aniversario de la Guerra de Siria. Pero, sin duda, el reconocimiento de Niña con globo no sería el mismo sin una de sus últimas jugadas: la autodestrucción en la casa Sotheby's.

“Es evidente que su última performance ha sido algo muy sonada y muy comentada, pero Banksy ya era un artista popular en todo el mundo. No solo porque ha realizado obras en muchos países, sino también a nivel artístico. La gente ve un Banksy y lo reconoce”, considera Nachkebiya. No ocurre lo mismo con su persona. De hecho, hasta podría pasearse por esta misma exposición, salir por la tienda de regalos, comprar un souvenir e irse sin que nadie lo reconozca.