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Benlliure, el gran escultor que se consideraba “un obrero, un picapedrero”

Las plazas de muchas ciudades españolas están presididas por estatuas modeladas por Mariano Benlliure (Valencia, 1862-Madrid, 1947), el escultor más famoso y popular de la época de la Restauración durante medio siglo. Goya, Alfonso XII o Martínez Campos, en Madrid; el pintor José Ribera, en Valencia; el torero Joselito, en Sevilla; el escritor Antonio Trueba, en Bilbao; o el tenor Julián Gayarre, en Pamplona, son apenas algunos ejemplos de una obra ingente de esculturas monumentales, mausoleos y monolitos que lleva la firma de Benlliure. Miembro de una familia de pintores y dibujantes de orígenes humildes, genio precoz, fue rico y triunfador, trabajador incansable y retratista de la burguesía y de la monarquía de finales del XIX y comienzos del XX, una especie de escultor de cámara. No obstante, su figura se ha ido diluyendo con el paso del tiempo. Una crítica más ideológica que artística a un Benlliure siempre cercano al poder, incluida la posguerra franquista, se halla en la raíz de ese olvido, según indican los expertos. Ahora, los ayuntamientos de Madrid y Valencia aprovechan este año el 75 aniversario de su fallecimiento para revisar con todo tipo de actos una obra que en su día fue admirada en España y en el extranjero.

“La crítica posterior a 1980 lo devaluó por haber trabajado durante el franquismo con temas religiosos lo cual supone un motivo político, no artístico, que conviene reparar con un conocimiento de su obra en su época con la parcialidad que exige la Historia”. Así de rotunda se manifiesta Violeta Montoliu, catedrática de Historia del Arte en Valencia y una de las mejores especialistas en la vida y obra de Benlliure. De hecho, la precocidad del genio de Benlliure, unida a su longevidad (murió a los 85 años en plena actividad), le llevó a trabajar en tres regímenes distintos: la monarquía de la Restauración, la República y el franquismo. Escultor de cabecera de las familias de Alfonso XII y Alfonso XIII o de dirigentes de la etapa de la Restauración como Antonio Cánovas o Francisco Silvela, la Guerra Civil le sorprendió en cambio esculpiendo un busto del general José Miaja, uno de los principales jefes militares republicanos. Viejo y casi ciego, Benlliure renunció a exiliarse y permaneció en Madrid durante el conflicto, a diferencia de otros colegas. Tras la victoria franquista, el artista fue encasillado como un escultor de imaginería religiosa y de temas taurinos, un cliché que ha pesado mucho en su legado. Víctor Nieto, excatedrático de Historia del Arte de la UNED, opina: “Benlliure fue muy conocido y reconocido en su época. Pero tras su muerte en la posguerra, la escultura experimentó una transformación muy grande y otras tendencias escultóricas y otras modas sustituyeron a la obra del maestro valenciano”.

Aunque se declaró siempre apolítico, quizá para contentar a todo tipo de clientes, Mariano Benlliure nunca olvidó sus orígenes trabajadores y señaló que la labor de un escultor debía unir “la inspiración artística y la conciencia de ser un obrero, un picapedrero”. Hijo de un dibujante y decorador del casco antiguo de Valencia, que inculcó a sus hijos la cultura del esfuerzo y del aprendizaje en los talleres, Mariano tuvo tres hermanos mayores que fueron pintores de cierto relieve en su época y con los que mantuvo relación no solo familiar, sino también profesional (Blas, José y Juan Antonio).

Escultura y pintura unidas

Autora de una biografía de referencia sobre el artista, Violeta Montoliu ha destacado siempre la enorme talla artística del escultor y señalado que “Mariano Benlliure convierte la pintura en escultura, o mejor dicho, hace una escultura que recuerda a la pintura”. “De ahí”, añade, “que podamos concluir que sus obras son el encuentro de las dos artes: composición, espacio y dibujo fusionados con el volumen, la forma y la textura, incluso el color se traduce en la combinación de volúmenes, en el logro de sombras y en la combinación de los materiales: mármol y bronce, terracota patinada, piedra natural y cerámica vidriada”. Por su parte, Víctor Nieto, responsable de una exposición en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando titulada Mariano Benlliure. El dominio de la materia, que permanecerá abierta hasta el 30 de junio, explica: “El maestro esculpió de un modo táctil y por ello sus esculturas no son lisas y terminadas. De hecho, en las obras expuestas se aprecia hasta en los ropajes esa apariencia de pincelada. Benlliure fue, sin duda, un genio de un modelado rápido y espontáneo”.

Premiado en varias exposiciones nacionales en Madrid, Roma o París desde bien joven, autodidacta formado en buena medida en talleres de otros artistas, Benlliure se trasladó con poco más de 20 años a la capital de España, donde residió toda su vida. De todos modos, nunca perdió la vinculación con su ciudad natal. Su prestigio artístico alcanzó la cumbre en el primer tercio del siglo XX cuando llegó a ocupar los cargos de director general de Bellas Artes y del museo de Arte Moderno de Madrid. Amigo muy cercano del pintor Joaquín Sorolla o del escritor Vicente Blasco Ibáñez —lo que ofrece una idea de su eclecticismo político—; aficionado a la ópera y casado con la cantante Lucrecia López de Arana, una de las divas de la época, el estudio-vivienda de Benlliure en la madrileña glorieta de Quevedo y, más tarde, en un chalé cercano a la Castellana se convirtió durante décadas en uno de los más afamados cenáculos artísticos. Tocado habitualmente con una gorra, exhibiendo un carácter alegre y luciendo un poblado mostacho allí recibía a la alta sociedad o a los cantantes y pintores de moda. En cualquier caso, Benlliure se mantuvo en la cresta de la ola durante toda su vida y algunos de sus monumentos fueron encargados por instituciones o particulares de América Latina y de Europa. Maestro del modelado y referencia del realismo naturalista tras renegar del academicismo, Benlliure se refugió en el trabajo en sus últimos años, sobre todo tras la muerte de su mujer en 1927 y de su hermano José en 1936.

Pedagogía de la escultura

A pesar de una obra muy extensa, presente en el espacio público de grandes urbes o en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, así como en colecciones privadas, la huella del artista se ha difuminado poco a poco. El historiador del arte Víctor Nieto atribuye también este olvido a la falta en España de una pedagogía sobre la escultura. “Madrid podría ser un inmenso museo de escultura al aire libre”, afirma, “pero la gente pasa por delante de los monumentos como si pasaran delante de un árbol. En ese sentido resulta imperdonable que en la mayoría de estatuas no consten ni el nombre del personaje, ni el autor, ni la fecha, ni el contexto de la época”.

Así pues, en un intento de recuperar la huella de Benlliure, el 75 aniversario de su muerte ha servido al Ayuntamiento de Madrid para organizar durante estos meses un amplio programa de actividades, que incluyen un ciclo de conferencias en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando entre el 3 de mayo y el 7 de junio, bajo la dirección de la Fundación Mariano Benlliure; conciertos, visitas guiadas a conjuntos escultóricos del artista, en especial en la zona del Retiro y el museo del Prado, o la restauración de algunos de sus monumentos. Por su parte, el Ayuntamiento de Valencia ha declarado 2022 año Benlliure y, además de la rehabilitación de algunos monumentos, ha anunciado una exposición en la casa-museo de la familia del escultor. Todo ello para situar a aquel famoso escultor en su época y en su contexto. Tal vez con alguna que otra placa indicativa.