Ayer por la mañana, la Asociación Española de Abogados Cristianos (AEAC), con sede en Valladolid, mantuvo una conversación con el director del Museo Reina Sofía, Manuel Borja Villel para solicitarle la retirada de varias obras presentes en la exposición, abierta hace pocos días, Un saber realmente útil y que la asociación consideraba ofensivas para sus creencias. El director explicó que no pensaba retirar nada y la asociación se encaminó al juzgado para interponer una querella.
Esta es la actualidad del “Caso Cerillas”, una de esas peripecias que surgen de cuando en cuando en el mundo de las diferentes artes, da igual si es teatro, cine, música o, como en este caso, arte contemporáneo. Estas peripecias suelen llamarse “escándalo”, algo a lo cual –escandalizarse– todos tenemos derecho.
Vayamos por partes y desde el principio. La semana pasada se inauguró en el Reina Sofía una exposición llamada Un saber realmente útil, que venía a proponer en clave casi panfletaria la necesidad de una educación/formación de orden socialista, sobre todo en países con graves problemas sociales. Dentro de ella, Mujeres Públicas –el colectivo de artistas argentinas integrado por Magdalena Pagano, Lorena Bossi y Fernanda Carrizo– presentaba una serie de obras de pequeño formato y de aspecto utilitario sobre las relaciones entre la Iglesia y la Mujer. En estilo muy directo y netamente provocador incluían expresiones como “El Papa es argentino y el aborto clandestino”, “Si el papa fuera mujer, el aborto sería ley” o, inscrita en una caja de cerillas, “La única iglesia que ilumina es la que arde. ¡Contribuya!”, una frase del anarquista del siglo XIX príncipe Kropotkin. Indudablemente, hay quien podía sentirse ofendido.
En efecto, alguien se sintió ofendido y el 29 de octubre, la Asociación de Abogados Cristianos, no muy conocida en medios judiciales, posteó una nota en su web donde anunciaba que había solicitado al ministro José Ignacio Wert “el cese del director del Museo Nacional Reina Sofía por la apertura de una exposición con claros tintes anticristianos y que podría incurrir en varios delitos contra la libertad religiosa” (más explicaciones en su web).
En esta misma página se anunciaba la presentación de la querella en los Juzgados de la Plaza de Castilla. En ella “se acusa al director del Museo Nacional Reina Sofía de haber incurrido en presuntos delitos de injurias y contra la Libertad Religiosa. La asociación denuncia que el director del museo podría haber incurrido en actos tipificados como delictivos en los artículos 208, 510 y 525 del Código Penal, al haber organizado y promovido la exposición de piezas que injurian a los creyentes, hacen escarnio de las creencias y hasta llegan a incitar a la violencia pidiendo que se contribuya a hacer arder iglesias”.
Antes, la asociación había entregado al ministro 8.500 firmas pidiendo la destitución del director del Reina Sofía, Manuel Borja Villel. Por cierto, al director puede destituirle el Patronato, pero esa es otra historia.
Injurias contra los creyentes vs. libertad de expresión
En lo sustantivo, la querella no parece tener mucho recorrido. La Libertad de Expresión y su derivada la Libertad de Creación, prevalecen sobre otros presuntos delitos, como los aducidos en la querella. De hecho existe incluso jurisprudencia al respeto, como por ejemplo el caso del “Franco Congelado” que Eugenio Merino presentó en ARCO 2012 y que le valió una querella, desestimada, de la Fundación Franco. Con todo, de admitirse a trámite, esta querella sería una indudable molestia para el director del Reina Sofía. Lo hasta aquí descrito son cosas que pasan en las mejores familias/países. Siempre habrá minorías ofendidas y está muy bien que tengan cauces para mostrar sus disconformidad.
Sin embargo, el tema ha desbordado esos cauces judiciales al tener una cierta componente mediática. El mismo día 29 en que la Asociación de Abogados Cristianos publicaba en su web su primera solicitud de destitución del director al Ministerio de Wert, El Confidencial publicó un artículo llamado Unas cerillas incendian el Reina Sofía, al cual han seguido otros con información sobre el estado de la situación. Estos titulares condujeron, primero a una nota del mismo Reina Sofía, y luego a una avalancha de muestras de solidaridad con su director, a un cierto revuelo en la Red y a que, con cierto retraso, otros periodistas muy conservadores y algunas cadenas audiovisuales igualmente conservadoras, hayan decidido ejercer su derecho a ofenderse, cada una más que la anterior.
Por si fuera poco, según parece hay un escrito de descontento de algunos trabajadores anónimos sobre los métodos de la dirección. Justo ahora. Como la guinda sobre un bizcocho borracho.
Una tormenta en una caja de cerillas
No se puede negar que todo esto le da cierta vidilla al arte contemporáneo, de apariencia tan estirada. Como espectáculo solo tendría interés si el juez, tras admitir la querella, decide aceptar también la solicitud cautelar de retirar las piezas ofensivas. No va a pasar, pero sería de mucho efecto ver a la Policía entrando en el Museo y llevándose una caja de cerillas.
En todo caso y dando por supuesto que ni el motivo, ni los querellantes, ni las firmas recogidas, ni la presión mediática parecen de suficiente entidad como para forzar el cese del director del primer museo de España por visitantes, da incluso la impresión de que todo estuviera inflado por el mismo Borja Villel, que va a quedar fenomenal, rodeado del apoyo del sector; como campeón de la libertad y de la resistencia a la censura; como defensor de las alternativas, en este caso feministas, más radicales… Aunque resulta altamente improbable que haya tanta premeditación maquiavélica, todo indica que su imagen va a salir paradójicamente reforzada. Sobre todo si se piensa en los tiempos que pueden venir.
Menos agradable y más relevante es el hecho de que, en los últimos años, en nuestro país han ido menudeando, no ya las protestas, que son muy lícitas, sino las decisiones administrativas/politicas que van desde indicaciones de retirar tal o cual obra, de retirarla manu militari, de suspender la exposición o incluso de despedir a la dirección. Además de “censuras mudas” pero muy efectivas a artistas, galerías, comisarios… Son demasiados casos para narrarlos, pero la reciente “no renovación” del director del CENDEAC de Murcia puede servir de ejemplo. Si se tiene en cuenta la vandalizacion de una obra de Paul McCarthy porque parecía un juguete sexual ¡en París!, igual estas no son casualidades. La tormenta en la caja de cerillas del Reina Sofía tiene su dimensión, que no parece excesiva, pero tal vez sea sintomática.