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El heredero judío que lucha contra España y el Thyssen por recuperar un cuadro familiar robado por los nazis

Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia es una obra de arte, un cuadro que cuelga en una de las paredes del Museo Thyssen-Bornemisza. Lo pintó hace más de un siglo el maestro impresionista franco-danés Camille Pissarro. Ese lienzo fue uno de los 15 que el pintor creó en el parisino Hotel du Louvre a finales del siglo XIX. La obra, en su día, fue expoliada por los nazis a una familia judía. Se la arrebataron a la bisabuela de David Cassirer, el heredero que hoy lucha por recuperarla.

El cuadro se exhibe en el museo madrileño porque pertenece a la Fundación Colección Thyssen-Bornemisza, una institución de titularidad pública. El Estado español es el garante, en último término, de esa colección y por tanto del cuadro de Pissarro cuya propiedad quiere ver cambiar de manos David Cassirer. Sobre los hombros de este músico sexagenario afincado en Estados Unidos recae la responsabilidad familiar de luchar ante la justicia por recuperar el Pissarro que comprara en 1900 Julius Cassirer, su tatarabuelo.

Pissarro terminó de pintar en 1898 esa imagen de la parisina rue Saint-Honoré bajo la lluvia. Julius Cassirer, un empresario berlinés de éxito, lo adquirió pensando en sus nietos, especialmente en Klaus Wolfgang Cassirer. Klaus era el padre de David. Falleció en 2010, una década después de haber iniciado la batalla judicial por recuperar el cuadro.

“Mi padre supo de la ubicación del cuadro [en el Museo Thyssen-Bornemisza] en diciembre de 1999, cuando un cliente suyo lo descubrió en una exposición de la colección Thyssen-Bornemisza en Lugano, Suiza”, dice David Cassirer a eldiario.es. “Mi padre hablaba a menudo sobre el cuadro a las pocas personas que él sabía que tal vez podrían ayudarle”, añade. Descubrir que el cuadro sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial, después de que a Lilly Cassirer –nuera de Julius y la abuela de Klaus– fuera obligada por los nazis a venderlo, supuso una alegría para el padre de David. Pero esa sensación fue breve.

“Mi padre se alegró mucho, pero después pasó a estar extremadamente decepcionado con un país aliado de Estados Unidos que rechazaba devolver el cuadro”, cuenta David, aludiendo a España. La batalla judicial comenzó poco después de que los Cassirer supieran que el cuadro estaba en manos españolas. “La batalla es muy larga ya, con el resultado de que mi padre murió en el camino. Ahora, mi hermana Ava también acaba de fallecer. Ambos murieron sin ver la recuperación del cuadro”, abunda Cassirer. Han pasado ya 15 años desde que su padre comenzara a luchar en los tribunales estadounidenses para recuperar el cuadro familiar.

La madre de David, Beverly Cassirer, todavía vive. Sabe lo mucho que significaba ese cuadro para Klaus. “En la familia deseamos recuperar el cuadro familiar mientras ella viva con nosotros. Supondría mucho para ella”, señala. Beverly se casó en 1944 con un Klaus que, a su llegada a Estados Unidos antes del final de la II Guerra Mundial, cambió su nombre por Claude.

La familia que sobrevivió a la 'Solución final' del III Reich

Klaus – o Claude – fue de esos alemanes de cultura hebrea que tuvieron la suerte de escapar a la funesta 'Solución final' que los nazis prepararon a los judíos europeos. El padre de David era un prometedor estudiante a punto de matricularse en la universidad en Londres cuando, estando de vacaciones en Francia, estalló la II Guerra Mundial. Entonces, como ciudadano alemán, pasó a ser un indeseable en suelo galo. No pudo volver al Reino Unido y se vio obligado a pensar en una vía para abandonar el Viejo Continente. Ir a Estados Unidos aparecía como la única solución.

Trató de alcanzar ese país desde Marruecos. Su idea consistía en viajar a Martinica (Francia) y desde allí alcanzar Estados Unidos o México. Pero fue “arrestado y encarcelado en un centro para detenidos situado en el desierto, cerca de Casablanca, durante la guerra”, apunta David. “Allí contrajo la fiebre tifoidea y casi muere”, dice. David no habría nacido de no ser por el milagroso modo en que su padre sobrevivió a las precarias condiciones de vida a las que le sometieron sus captores.

“Logró escapar y logró llegar hasta Estados Unidos gracias a las agencias de asistencia a los refugiados judíos”, rememora Cassirer. Hizo el viaje en barco desde el norte de África hasta Nueva York estando en cuarentena. Recuperado de la enfermedad, el padre de David se dedicó a la fotografía en Cleveland. En 1942 conoció a Beverly, su madre. Se casaron un año antes de que terminara la II Guerra Mundial.

Entre los Cassirer, muchos pensaron que el cuadro de Pissarro fue una víctima más de aquella conflagración. A la pintura que prometieran a Klaus se le perdió la pista. “Mucho del arte valioso robado por los nazis fue escondido por los marchantes y traficantes de arte corruptos”, según David Cassirer. “En el caso del Pissarro, salió como producto de contrabando fuera de Alemania en los años cuarenta”, abunda.

Antes de eso, a Lilly Cassirer, la familiar de David a quien un marchante de arte nazi obligó a vender el cuadro en 1939, le prometieron a cambio del lienzo 900 marcos del III Reich, el equivalente hoy a unos 300 euros. Nunca llegó a ver ese dinero. La venta, eso sí, aseguró a Lilly y su segundo marido, Otto Neubauer, dos visados para salir de la Alemania nazi con destino Reino Unido. Conseguir aquellos visados fue una cuestión de vida o muerte.

Posteriormente, Lilly Cassirer se marcharía a vivir con los otros Cassirer de Estados Unidos. “Yo la conocí bien, vivió con nosotros hasta 1962”, dice David de su bisabuela. En su día, Lilly ya sabía que el precio que le impusieron por el cuadro poco tenía que ver con el valor real de la obra. Hoy se estima que el valor del lienzo está por encima de los diez millones de euros. La Fundación Colección Thyssen-Bornemisza no quiere perder la obra.

La fundación defiende su título de propiedad

“La Fundación compró el cuadro en 1993 de quien en ese momento era el legítimo propietario, una sociedad del Barón Thyssen-Bornemisza. El Barón había comprado el cuadro en 1976 en una galería de arte de Nueva York”, recuerdan a eldiario.es desde la fundación. Esta institución española encargó en el momento de la compra de la obra un estudio sobre la legitimidad del título de los vendedores.

Ese análisis “no reveló ninguna irregularidad”, indican en la fundación. “La adquisición por parte de la fundación en virtud de ese contrato de compraventa es, por tanto, plenamente válida, eficaz e inatacable conforme al derecho español, que es la ley aplicable a la compraventa”, aseguran. Además, cuentan con el apoyo del Estado español en calidad de tercero interesado en el litigio abierto que mantiene con David Cassirer.

“La actitud del Reino de España es imposible de entender”, estima David. Él y el equipo de abogados que le asesoran se quejan, particularmente, de que España sea un país signatario de “múltiples acuerdos y tratados internacionales que prometen la devolución de arte robado por los nazis a sus propietarios”. Pero, según este, “han traicionado esas promesas en su gestión de la reclamación de mi familia por la recuperación del Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia”. Él, y antes su padre, han visto a “España hacer todo lo posible para impedir y retrasar el debido retorno del cuadro robado por los nazis”, abunda.

Posible cambio de manos por decisión judicial

Actualmente, el caso ha llegado al Tribunal Supremo de Estados Unidos. La Fundación Colección Thyssen-Bornemisza, apoyada por el Estado español, ha puesto un recurso en esa instancia para pedir que se estudie el litigio. De establecerse que la colección española adquirió el cuadro, en 1993, a sabiendas de que la obra procedía del expolio nazi, el Thyssen podría verse obligado a devolver el lienzo. Para David, es obvio que se sabía de la oscura procedencia de la obra.

“El Pissarro de los Cassirer está en el Museo Thyssen-Bornemisza todavía lleva el sello de la galería de arte de mi familia en la parte trasera del cuadro. Este y otros muchos hechos demuestran claramente que los comisarios del Museo Thyssen-Bornemisza y otros responsables sabían que el cuadro fue robado y aceptaron que entrase en su colección en 1993”, lamenta David.

En la institución tienen otra explicación. “La Fundación no tuvo conocimiento de que el cuadro hubiera sido objeto de expolio por los nazis hasta que los herederos de Lilly Cassirer se pusieron en contacto con la Fundación en el año 2001”, explican en Madrid. “En ese momento, habían transcurrido ya más de ocho años desde que la Fundación comprase la Colección Thyssen-Bornemisza en 1993”, abundan.

Si hubieran transcurrido menos de seis años, se podría haber cuestionado con más razón el título de propiedad. Esto, sin embargo, es lo que David Cassirer aún no ha cesado de hacer.