Uno de los mayores logros que pueden atribuirse a un comisario de arte es el de hacer descubrir a un público heterogéneo —curiosos e iniciados— algo nuevo. Demostrar a los escépticos que su cinismo —basado en el temor a no comprender el arte, a no emocionarse, a no sentir que una exposición valió la pena— no está justificado.
Si además de ese descubrimiento se consigue vencer la idea recibida de que todo cuanto suene a compromiso político resta valor al arte, o no tiene cabida en un museo, entonces se entenderá el mérito de la exposición Primeras tentativas del fotógrafo francés Marc Pataut que Jorge Ribalta ha comisariado para el Museo Reina Sofía. Con este adelanto queda preinaugurado de facto el festival PhotoEspaña (6 de junio—26 de agosto), que celebra su XX aniversario.
Se trata de la primera exposición individual en España de Marc Pataut, que cuenta con 300 fotografías y materiales gráficos realizados entre 1981 y 2001 para visibilizar tanto la pobreza como la solidaridad de quienes se resisten a tolerar su existencia.
Pompa no, circunstancia
Pataut (París, 1952) es un autor lamentablemente poco conocido en España cuyos compromisos vital, político y pedagógico lo han mantenido alejado de la pompa del mercado artístico. Quizá porque le interesa más la circunstancia que la pompa. Hijo de una costurera y un vendedor de verduras en el mercado de Les Halles, y nieto de una española emigrada desde el País Vasco, acabó siendo fotógrafo y videógrafo, aunque tuvo tentativas de ser dibujante, arquitecto, pintor y escultor.
De hecho, su declaración “elijo la escultura para ser fotógrafo” le sirve para razonar la influencia de ese arte (“la abolición del tiempo, la relación con la luz y el modelo”) en su obra fotográfica.
En una conversación con Philippe Roussin, incorporada al catálogo, Pataut recuerda un viraje crucial en su carrera: “En la agencia Viva, [un remedo de Magnum a la francesa] me envían a Polonia en el momento de los disturbios de Gdansk, pero voy a fotografiar la matanza del cerdo al sur del país. Es la época en la que nace Solidaridad Rural. Comprendo que no soy fotógrafo de prensa”.
Actualmente, Pataut es profesor en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París. Pero lleva toda la vida aprendiendo y enseñando: a fotografiar lo que resulta difícil de ver y de comprender; a aproximarnos a lo ajeno y a convertir la indiferencia en empatía. Así lo ha entendido Ribalta, para quien la exposición — centrada en sus trabajos de los años 90— es una representación en imágenes y en palabras de “la eclosión del precariado como nuevo sujeto político de los movimientos sociales, en pleno declive de la socialdemocracia de los 80 en Francia y de reestructuración neoliberal de las políticas públicas”.
Párese a pensar
Hay varias lecturas posibles de la muestra, cuya tesis podría estar formada por interrogantes: ¿cuántos modos hay de hacer fotografía documental? ¿cómo se relaciona la imagen con el momento histórico determinado? ¿de qué manera influye la actitud de partida del autor en la representación de la precariedad? Y también: ¿se puede exhibir fotografía sin textos que resultan fundamentales para su comprensión?
Los espectadores podrán ver los trabajos de Marc Pataut en el hospital infantil de día de Aubervilliers (Hôpital de jour), donde montó un estudio de fotografía, repartió cámaras desechables a un grupo de niños psicóticos y creó un álbum con las imágenes capturadas. De esa experiencia aprendió “que existe una configuración cultural de la mirada”. Es decir: “Que la fotografía pasa por el cuerpo y el inconsciente, por algo distinto del ojo, la inteligencia y el talento, y que la posición del periodista, del fotoperiodista, no es ni la única ni la más eficaz”.
El uso de la fotografía como herramienta de protesta se aborda en la parte reservada a la organización Ne pas plier (“No doblar” en francés), cofundada por Pataut para “crear y difundir imágenes que tuvieran sentido para causas y asuntos humanos de emergencia nacional e internacional”, y el grupo de activismo gráfico Grapus, surgido a partir de mayo del 68. En ella se intenta reproducir la muestra celebrada en el Museo Stedelijk de Ámsterdam en 1995 exhibiendo, entre pancartas, revistas y pósteres, una panoplia de elementos gráficos diseñados para la protesta social.
De especial interés resultan las fotos de manifestaciones en las que se portan pancartas con las fotografías que hizo Pataut de personas afectadas por la precariedad laboral. El fotógrafo logra incorporar sus personajes a la calle y al imaginario colectivo.
Compartir la intimidad, tomar partido
La exposición incluye la serie, parte de la colección del Reina Sofía, sobre Le Cornillon, un solar de Saint—Denis (periferia parisina) que fue designado para albergar el futuro Grand Stade de France y que Pataut fotografió antes de su desalojo. En ese ensayo psicogeográfico, Pataut “toma partido por los excluidos, convirtiéndose en su biógrafo y compartiendo su intimidad”, en palabras del escritor Jean—Francois Chevrier.
Otra parte está destinada al proyecto La Rue, una colaboración entre la publicación homónima de gente sin hogar, la ONG Médicos del Mundo y el colectivo Ne Pas Plier. Para el crítico de arte Brian Holmes, las fotos tomadas por indigentes servirían para ahuyentar un peligro: “El voyerismo posmoderno de tantos artistasfotógrafos profesionales, que buscan el escalofrío efímero de la privación para ocultar los compromisos más duraderos”.
Al recorrido se añaden las series dedicadas a la antigua región minera de Sallaumines (en el Norte de Francia), que incluyen pasquines fotográficos y, cerrando la muestra, Laotil, una ensoñación fotoliteraria que la coleccionista y editora francesa Sandra Álvarez de Toledo realizó a partir de los paisajes capturados por Pataut en los terrenos de un antiguo hospital psiquiátrico.
Mención aparte merece el catálogo, inusual por su generosidad ensayística y su fidelidad conceptual, que ha sido editado por el Reina Sofía con diseño de Gráfica Futura, y que está destinado a ser una referencia ineludible en los estudios sobre fotografía documental.
Sirva como síntesis de esta muestra la siguiente cita del fotógrafo, sobreimpresa en las salas del museo: “La pregunta que se plantea no es la de ¿qué tipo de arte queremos hacer?, sino la de ¿en qué tipo de mundo queremos vivir? Este es el problema de la educación popular: crear un público activo que se autoconstituya”.