En 1658, el pedagogo y filósofo checo Jan Amos KomenskyÌ, más conocido por su nombre en latín, Comenius, publicó una obra que forma parte de la historia de la pedagogía por ser considerada el primer libro ilustrado infantil de la historia: Orbis Sensualium Pictus.
El libro pretendía ser la concreción de una forma de entender la educación: una formación íntimamente ligada a la experimentación, el juego y la exploración de los sentidos. Una pequeña pero ambiciosa enciclopedia visual cuya temática abarca “todas las cosas fundamentales en el mundo y de las actividades en la vida”, y cuya trascendencia radica en una idea tan simple como revolucionaria en el contexto de su época: decidió emplear las ilustraciones con fines didácticos y no ornamentales, vinculando experiencia visual y lectora de forma indivisible.
Ahora, Naves Matadero rinde homenaje en Madrid a aquella idea con Orbis Pictus, una instalación con veintiuna creaciones artísticas inspiradas en las ideas de Comenius. Colección de instrumentos dispuestos para experimentar con movimientos cinéticos, luz, sonidos e imágenes con los que el visitante puede -y debe- interactuar. Una exposición que coincide, además, con la reedición a manos de Libros del Zorro Rojo, de la obra que da nombre al concepto. Porque “nada tenemos en el entendimiento que no estuviera antes en los sentidos”, escribía el filósofo checo en su obra.
Comenius y la pedagogía lúdica
Jan Amos KomenskyÌ nació en Moravia -actual República Checa- en 1592. Fue profesor y rector de la universidad más antigua del país. Teólogo, filósofo y pedagogo, contribuyó con su obra a hacer de la docencia una ciencia estudiada y respetada. De hecho es para Comenius “el oficio más noble de todos”, explica el profesor de Artes Visuales Alberto H. Rodríguez en el prólogo de la reciente edición de Orbis Sensualium Pictus.
“Los maestros deben ser, ellos mismos, los modelos de sus estudiantes, estimularlos efectivamente para que busquen conocimiento de una forma activa. De ahí que Comenius sea uno de los pioneros en desarrollar una cultura de la imagen y de la imaginación”, describe Rodríguez. “La imaginación tiene una función preponderante”, en su forma de entender el aprendizaje porque, “actúa como mediadora y conciliadora del pensamiento”.
Su visión de la pedagogía estuvo siempre ligada a la experimentación y al estímulo sensitivo: creía que el infante debía aprender jugando, tocando, descubriendo. Que no había mejor forma de aprender que viviendo lo aprendido, lejos de memorizaciones absurdas o estrictas obligaciones físicas y psicológicas.
Una exposición mutante llena de imposibles
Un arpa invisible, el piano más estrecho del mundo, una butaca ilusoria, una mesa magnética, un órgano-bicicleta, seis zoótropos o una marimba, son algunas de las piezas que nos podemos encontrar en Orbis Pictus. Con las que podemos experimentar e incluso crear. Y todas forman parte de un cuerpo artístico mayor que empezó con un corazón.
“En 2006, unos galeristas checos publicaron Orbis Sensualis Pictus en París, y pidieron a Petra Nikl que hiciese una obra de arte que acompañase el lanzamiento del libro”, cuenta a eldiario.es Stanislav Skoda, director del Centro Checo de Madrid, entidad coorganizadora de la exposición. Y lo primero que fabricó fue el Corazón, una instalación “llena de objetos en movimiento, cuyo compás puede seguir el visitante tocando instrumentos de percusión”, cuenta.
Nikl es un reconocido artista multidisciplinar -pintor, músico, fotógrafo y director de teatro-. También admirador de la obra de Comenius y comisario de Orbis Pictus. Y Corazón es una obra impresionante que referencia directamente a la obra de filósofo y su espíritu lúdico-pedagógico. Ahora actúa como núcleo de la exposición, antes fue el origen de una colección de instrumentos que ha ido creciendo.
“A partir de Corazón, Petra animó a otros artistas checos a que hiciesen sus obras. Sólo tenían que cumplir una condición: ser fieles al espíritu de Comenius”, explica Skoda. “Por eso todas las obras de esta colección son interactivas, tenían que trabajar tanto la experimentación del sonido y de la luz, como el estímulo a cualquier nivel de quien se acerque a ellas”, describe.
“Desde entonces, decenas de artistas de todo tipo han hecho obras en Orbis Pictus, y la exposición se ha ampliado cada año un poquito más, transformándose en algo mucho más grande”, cuenta el director del Centro Checo. Así, lo que empezó siendo un homenaje a Comenius se transformó de repente en una exposición itinerante y mutante, que iba alimentándose de la visión que cada uno tenía de la filosofía del maestro checo.
“La que ahora tenemos en Madrid es la más completa que se ha realizado en torno a este concepto. Cada vez que Orbis Pictus se ha movido, ya fuere a Francia, Alemania, Polonia o Chequia, ha cambiado un poco, no sólo por el espacio expositivo sino también porque iba aumentando su tamaño yvariando su significado”, reflexiona Skoda.
Experimentar, tocar y vivir el arte
“Las obras de Orbis Pictus tienen una base pedagógica pero no dejan de ser obras de arte. Lo que tenemos aquí cumplen esos dos requisitos: niños y adultos los pueden tocar y experimentar con ellos, pero son muestras de arte plástico”, cuenta Stanislav Skoda.
Así, Orbis Pictus plantea una forma accesible y cercana de arte plástico. No pretende mostrar sus obras como objetos intocables, separados del visitante por un cordón de seguridad o un cristal de protección. Todo lo contrario: quiere que el objeto solo sea parte de la experiencia, que el espectador lo toque, lo manosee, juegue con él.
“Los artistas han manejado la idea de la escuela-juego para ser fieles a Comenius”, describe Skoda, “él quería enseñar de forma lúdica, no solamente obligándoles a hacer algo así o asá. Tenían que aprender jugando, es la inspiración principal de la exposición y todos los artistas trabajaron con este concepto”.
De ahí que haya obras como Cabeza luminosa, una cámara oscura que ejemplifica cómo funciona, a lo grande, una cámara de fotos. O Arpa 2010, un arpa láser que desprende sonido sin cuerdas: suena al tapar haces de luz.
Orbis Pictus se significa como un gran homenaje, pero también como una estimulante exposición interactiva en la que el comportamiento del visitante marca el grado de implicación y sorpresa de las obras. Pero, sobre todo, desarrolla de forma sorprendente la sencilla idea de que el arte, cuando está vivo y es espontáneo, puede ser también una forma de aprender a relacionarnos con nuestro entorno.