Uno a veces tiene que volver a sus orígenes para reencontrarse a sí mismo. Y a los superartistas mainstream también les sucede. Bad Bunny acaba de publicar su quinto disco: Nadie sabe lo que va a pasar mañana. En él vuelve a ritmos más relacionados con el trap de sus inicios profesionales y a una música más experimental que el reguetón que se escuchaba en el anterior, Un verano sin ti.
Abre el trabajo con Nadie sabe, una canción de 6:19 minutos más melódica e instrumental que sus últimos trabajos y en el que no hay percusión. “Pero nadie sabe, no / Lo que se siente, ey / Sentirse solo con cien mil persona’ al frente / Que de ti hable toda la gente”, confiesa al inicio del tema. La exploración de la identidad propia de Benito —nombre real de Bad Bunny— recorre todo el disco en 22 canciones.
El álbum, lanzado por la discográfica Rimas, estaba generando muchas expectativas en las últimas semanas por posibles colaboraciones. Desde Drake o Justin Bieber hasta Bizarrap, pasando incluso por españoles como Cruz Cafuné o Bad Gyal. Al final, Bad Bunny no publica quienes son cada uno de los artistas que colaboran y al ver la lista de canciones de un vistazo solo sale su nombre.
No diremos quién es cada uno, pero se pueden escuchar a artistas como Young Miko, Feid, Mora, Arcangel, Delaghetto o Ñengo Flow. Todo ello ha sido bajo la producción de Tainy, MAG y La Paciencia. Eso sí, en cuanto a rivales, destaca un mensaje a J Balvin, con quien tiene varias colaboraciones: “Ustedes me han visto con los mismos, mientras ustedes son amigos de todo el mundo / Como J Balvin”.
Probablemente Bad Bunny sea el artista latinoamericano con mayor impacto global desde 2018. Sus últimos trabajos han roto todos los récords. Sin embargo, además de diversas polémicas, sus fans le criticaban que sonaba siempre igual o que componía solo para tener visitas.
Según fuentes especializadas en el sector, si la idea del artista puertorriqueño era la de seguir expandiéndose como referencia mainstream, más difícil iba a ser romper el molde. Y es que, en este trabajo, las reproducciones las ha dejado en otro lado. Como él mismo ha afirmado en sus redes, es “un regalo para los reales que llevan aquí desde el principio”. Se aleja de las pretensiones de ser un éxito comercial mundial para consolidar a su base de fans más sólida.
“Este disco no es pa’ hacer tocada ni un billón de vista’ / Es pa que mis fans reales estén contento’ / Aunque yo por dentro no me sienta al 100% / Es pa’ que me cancelen y me odien”, confiesa entre instrumentales de piano en la primera canción del disco. A la hora de definirlo, el trabajo suena más parecido a su primer álbum, x100pre, que a los últimos superventas. Retoma los ritmos más propios del trap y del hip hop a la vez que nos habla de sus orígenes, exparejas, sus sueños o la fama y explora nuevos sonidos.
Búsqueda de la identidad
El disco puede verse como una exploración de su identidad propia. Se ve desde la portada. Lo firma como Bad Bunny/Benito. Poco antes de su lanzamiento, en sus redes sociales promocionó el disco con máscaras y hay detalles sujetos a la interpretación como juguetes de la infancia o trazos infantiles de un vaquero cabalgando en la portada. También la figura del vaquero puede analizarse como un camino solitario de este tipo de personajes en las películas. También ha cambiado su imagen: del pelo largo y popero al rapado que acostumbraba en su época más trapera.
Muchas de las críticas hacia Bad Bunny en los últimos meses era que intentaba dirigirse al público angloparlante. El trabajo completo es solo en castellano. En su momento Where she goes, se vio como un guiño favorable a los estadounidenses por su relación con Kyle Jenner. Sin embargo, analizando el vídeo se podían entrever esas críticas a la fama que ahora expone de forma explícita en el álbum: apariciones surrealistas de Ronaldinho, Frank Ocean o Lil Uzi Vert contrapuestas con imágenes de ángeles caídos.
El disco supone un golpe en la mesa en el que habla, de nuevo, de sus orígenes humildes puertorriqueños. También reivindica la libertad sexual en Baticano, donde juega a cambiar la ‘v’ cristiana por la ‘b’. “Tal vez mi música no sea sana / Pero yo no me inventé el sexo ni la marihuana-huana”, expone, a la vez que reivindica y vacila: “Me beso con Villana, me beso con Tokischa, ey / El que no le guste, je, es porque no chicha”.
Habla de nuevas masculinidades y de la salud mental, temas que siempre ha reivindicado, pero con un tono vacilón y haciendo un guiño a Shakira por su beef a Piqué en la sesión con Bizarrap. “Ahora los hombres lloran, sí, pero sin parar de facturar”, canta en Los Pits. E incluso cita a Miguel Bosé en No me quiero casar: “Este año será mejor que el anterior, yo lo sé / Que tú te ve' mejor en ropa interior, yo lo sé, yo lo sé, ey / Yo seré tu amante bandido, Miguel Bosé”
Y para acabar el disco, deja en el aire en Un Preview, una de las dos canciones que había sacado antes de lanzar el trabajo completo, si volverá al reguetón o no. “Ven acá, para ponerte algo, para ponerte un preview de lo que viene después”. De todas formas, nunca se puede saber qué acabará haciendo Benito Antonio Martínez Ocasio. Ya dijo que durante este 2023 no iba a sacar ningún trabajo.
Un disco después de polémicas
Un aspecto en el que hacer hincapié es las polémicas en las que estaba envuelto el artista. La explosión internacional que tuvo Un verano sin ti en 2022 también trajo rivales y críticas al artista. Bad Bunny ha mostrado su apoyo a la comunidad trans y al colectivo LGTBIQ+ en canciones anteriores como Yo perreo sola (2020) o se ha posicionado activamente contra Ricardo Roselló, gobernador de su país acusado de corrupción. Sin embargo, en una entrevista en la revista Time, donde fue el primer músico latinoamericano en ser portada, le preguntaron sobre si pensaba si el racismo podía ser un factor diferencial en el éxito de un artista. “No puedo decir que sí o que no porque no lo vivo. Tampoco he visto con mis propios ojos que sí, esta persona no se volvió más exitosa debido a su piel, no lo he visto”, contestó Bad Bunny.
Estas declaraciones le costaron las críticas de gran parte de su base de fans. Muchos se cuestionaron la implicación política real del artista. Como sí le resultaba “sencillo” posicionarse sobre la comunidad trans, acusaron a Bad Bunny de queer-bating, es decir, de aprovecharse de sus reclamaciones para conseguir fama. También fue criticado por retractarse de sus críticas a los estadounidenses en El Apagón, una canción-documental en la que el artista expone la pobreza en Puerto Rico y la problemática de los cortes de luz.
Poco después de esta polémica, hace pocos meses, Bad Bunny fue cabeza de cartel en el festival de Coachella. Aprovechando el contexto y quizás queriéndose redimir de estos hechos, cuando le tocaba actuar hizo algo insólito: se fue del escenario y proyectó un documental de diez minutos sobre la música afrocaribeña y la evolución de la música latinoamericana, así como de la importancia de estas músicas en cuanto a las raíces, esencia y resistencia de los pueblos. Después subió al escenario a bailarines de salsa con clásicos del género, a lo que subió a tocar I like it, que recoge todas esas influencias. Esto se interpretó por muchos como un intento de cátedra a uno de los públicos y eventos más mainstreams de la música occidental.
Está claro que un referente artístico no puede ser siempre un referente político. Y Bad Bunny no ha declarado intenciones de querer ser lo segundo. Pero este nuevo disco le sirve para reconectar con sus orígenes y sus raíces. Saber quién es, qué quiere hacer y en qué tipo de músico quiere convertirse. Pero como el título dice: nadie sabe lo que va a pasar mañana.