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“Carmen y Lola” rompe tabúes: el primer amor entre mujeres gitanas

"Carmen y Lola" rompe tabúes: el primer amor entre mujeres gitanas

EFE

Madrid —

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“Todo el mundo se acuerda del primer amor, nunca vuelves a sentir esa intensidad y ese abandono”, dice Arantxa Echevarría. Si además esa historia sucede entre dos mujeres gitanas, que se enfrentan al rechazo y los tabúes de sus familias, el resultado es “Carmen y Lola”, opera prima de la directora bilbaína.

Tras su celebrado estreno mundial en el pasado Festival de Cannes y su preselección para los Premios del Cine Europeo, la película, una especie de “Romeo y Julieta” contemporánea ubicada en la periferia madrileña, llega a los cines el próximo viernes.

Después de Cannes la cinta ha viajado por otros festivales, desde Colombia a Serbia, donde obtuvo una mención de honor, lo que ha permitido a Echevarría constatar la “universalidad” de una historia muy local.

“En Colombia no hay gitanos, pero lo extrapolaban a la cultura wayuu. En Múnich, en un coloquio después de la proyección, una chica rompió a llorar porque veía en la madre de Lola a su propia madre y cómo reaccionó cuando le dijo que era homosexual”, relata a Efe.

La directora tenía claro que quería hacer una película sobre ese primer amor. Lo del mundo gitano vino luego, cuando leyó una noticia en un periódico, en el año 2009, sobre una boda clandestina entre dos mujeres gitanas. No daban la cara y sus nombres eran ficticios. Ningún familiar asistió a la ceremonia.

Lo siguiente era investigar, hablar con chicas que hubieran vivido una situación similar. “Hubo un momento en que casi tiro la toalla”, asegura Echevarría, que se topó con los miedos de esas mujeres a desvelar su identidad y las consecuencias que su orientación sexual pudiera tener en su comunidad.

Finalmente, logró contactar con una a través de un “chat” de internet, y ésta le puso en contacto con otras. “Conseguí crear un círculo de amistad con unas 16 chicas. Ellas fueron la piedra de toque del guion; les consultaba cada vez que escribía algo”, explica.

Echevarría asegura que la película es “muy light” comparada con la realidad. “No quise irme al extremo”, subraya. Pese a ello, en junio pasado, cuando iba a estrenarse en la Muestra de Cine y Mujeres de Pamplona, se encontró con el rechazo inesperado de la asociación Gitanas Feministas por la Diversidad.

Sin haber visto la película -solo el tráiler-, la asociación criticó que ésta perpetuaba los “estereotipos racistas, machistas y opresores” sobre la comunidad gitana.

“Fue un momento de calentón”, considera la directora, que desea que las aguas se apacigüen. “Yo soy feminista y ellas también, y lo que peor nos viene a las mujeres es discutir entre nosotras. Tenemos que luchar juntas”, señala.

Por no hablar de la libertad artística y de creación: “Soy una directora de cine con una obra de autor y de pronto viene esta polémica un poco de 'Sálvame'. Me joroba”.

Las protagonistas de “Carmen y Lola”, Zaira Romero (merchera y respaldada por su familia en este salto al cine), y Rosy Rodríguez (casada y gitana), no tenían formación ni experiencia de actrices, y tampoco la mayor parte del elenco, seleccionado tras un exhaustivo “casting”.

“Los actores naturales aportan frescura y realidad”, dice Echevarría. “Inconvenientes, todos los demás. El equipo teníamos que amoldarnos a ellos; como directora tienes que conocerles mucho, llegar a una intimidad para saber dónde tocar, lo que ha implicado seis meses de ensayos diarios y, por su parte, mucha confianza”.

Romero ya tiene representante y una segunda película casi segura. Moreno Borja, que hace de su padre en la ficción y hasta ahora trabajaba como guarda de seguridad, ha rodado con Paco León la serie “Arde Madrid”.

“Es un actor consumado y ahora está haciendo pruebas para otra película donde no hace de gitano, lo que me alegra doblemente”, afirma la directora.

Para su próxima película, Echevarría baraja varias ideas. “Me interesa especialmente la segunda generación de inmigrantes chinos, que han nacido en España y hablan español pero sus padres quizás no, el choque cultural que eso supone: están como en tierra de nadie”.

Por Magdalena Tsanis.

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