Benedict Cumberbatch, hasta en la sopa
Sherlock catapultó al británico de ojos hipnóticos a la estratosfera en julio de 2010. Desde el estreno de la serie de la BBC, Benedict Cumberbatch ha pasado de elemental a indispensable. Ya sea representando al maniático detective de Baker Street, como leyendo en off un documental de Stephen Hawking o recitando una canción de R. Kelly en un night show, su voz de barítono y rasgos distópicos desafían los límites de la física y crean una fuerza centrífuga alrededor de la pantalla.
El tiempo ha jugado en su favor. Por una parte, su tardío éxito le ha descubierto en una etapa lo suficientemente madura como para no tener pelos en la lengua y asegurarse su presencia en las rotativas con algunos titulares jugosos. Por la otra, en apenas tres años, ha transmutado de “ese actor secundario de cara peculiar” a objeto de fanatismos de rango intocable. Todo ello aderezado con su presencia imponente, su inteligencia y alguna nota sarcástica que ha conquistado a plumillas y críticos de todos los rincones del globo.
Pese a que el actor ha admitido que su talón de Aquiles es la retentiva y el esfuerzo extremo que le cuesta memorizar los guiones, las principales productoras y los directores más reputados han rendido sus presupuestos a la imperfección de Cumberbatch. Y, hasta cuando era un actor desconocido, le han confiado la interpretación de grandes personajes históricos y literarios.
Personajes de relumbrón
Todavía no hacía mucho ruido y no salía apenas de Shakespeare, cuando destacó interpretando a la critatura de Frankenstein. Fue a las órdenes del oscarizado director Danny Boyle y junto a su amigo Jonny Lee Miller, que también hace de Sherlock Holmes en la serie Elementary. Su papel desencadenó una ola de ovaciones en el National Theatre Live y le valió el Premio Lawrence Olivier, el más importante del teatro británico.
En la pantalla pequeña, sus rasgos alienígenas se han adaptado a personajes tan legendarios como el pelirrojo pintor desorejado en Van Gogh: painted with wordsVan Gogh, una suerte de documental que incluye pinturas y cartas originales del artista entre las escenas ficticias de Benedict. También le recordamos como uno de los científicos contemporáneos más influyentes en Hawking, una TV movie que relata los primeros años de la vida del teórico antes de que le diagnosticasen la enfermedad motoneuronal. Este papel le valió una nominación a los BAFTA.
Pero, sin duda, el motor de su imparable ascenso al firmamento de los actores británicos ha sido un papel cedido por el imaginario de Sir Arthur Connan Doyle. El primer episodio de Sherlock le puso de pronto en el mapa de los más deseados, todo el mundo cinéfilo quería contar con el Holmes más elocuente de la historia de las pantallas. En palabras del mismo Steven Spielberg, la mejor interpretación del detective jamás realizada. Sin olvidar a su compinche de correrías, Martin Freeman, en el elemental papel del querido Watson.
Los incondicionales de este tándem pudimos disfrutarlo en pantalla grande gracias a El Hobbit. Aunque en apariencia no compartan metraje, la profundidad fónica de Smaug conversando con Bilbo nos evoca los mejores momentos de este dúo. Como él mismo afirma: “Se está publicando que yo 'doblo' a Smaug y pienso, ¡qué demonios! Es mi voz y son mis movimientos ¡Me rompí el culo interpretando a ese dragón!”.
Igual de célebre, y no menos controvertida, también destaca su fiel caracterización como Julian Assange en El quinto poder. Aunque el resultado no convenció ni a crítica ni a público, sí aunó opiniones respecto a la interpretación de Cumberbatch, que calcaba los movimientos y el comportamiento solipsista del hacker más buscado del mundo. ¡Y el acento! Aunque Assange no apoyó la interpretación del británico en la película, hasta él mismo se rindió en elogios respecto a las dotes interpretativas de Benedict. Su último papel prometedor es el del brillante matemático homosexual Alan Turing en The imitation game, todavía en producción.
Estas interpretaciones se suman a la lista de personajes literarios adaptados de novelas destacadas como Peter Guillam en El Topo, Little Charles Aiken en la recientemente estrenada Agosto, o el “benevolente” negrero William Ford de 12 años de esclavitud. Y su filmografía completa la de importantes directores como Steven Spielberg, J.J. Adams y Tomas Alfredson.
Los ingredientes de la sopa
La prensa amarillista espera como una hiena a que Benedict Cumberbatch abra la boca para cumplir sus deseos más morbosos. Al conservar bien camuflada su vida privada, miles de paparazzi esperan a la salida de su casa para pillarle in fraganti y tener carnaza que publicar y así alimentar la curiosidad de los fanáticos cumberbitches. Ante esta situación irremediable, el actor ha abanderado una técnica que poco a poco lleva su firma: salir en las fotografías alzando un mensaje escrito en un folio.
Con esto, da por satisfechas las necesidades más rosas de los medios de comunicación y, de paso, demuestra su irreverente carácter pronunciándose en temas poco prodigados por los famosos. En algunas de estas pancartas a pequeña escala hemos visto protestas sobre el Estado del Bienestar, las revueltas árabes, el gobierno de David Cameron e incluso sobre sus fakers en Twitter.
Como vemos, la sopa a la Benedict no solo se nutre de su sempiterna aparición en la gran pantalla, sino también de sus provocaciones en las que los periodistas pican sin dudar y que al actor, al fin y al cabo, le divierten. Ya sea oficiando una boda gay en Ibiza o declarando su “amor” por Matt Damon, Cumberbatch va sumando apariciones, tweets, noticias y memes con su nombre.
En esta temporada que huele a premios y a alfombras rojas, tendremos más dosis de elegancia y facciones felinas paseándose por el Dolby Theatre, la Royal Opera House y el Beverly Hilton. Con un poco de suerte, en 2014, agregará alguna estatuilla que acompañe a las de Frankenstein y Sherlock en la estantería de quien seguro que va a tener que ir haciendo hueco para muchos más laureles.