Barry Jenkins salta del indie a 'Mufasa', una precuela de 'El rey león' que ha “dibujado con los cuerpos de los actores”
El título original de la tercera parte de El rey león es The Lion King ½. Recuerda a los títulos descabellados que recibieron las secuelas de humor absurdo de Agárralo como puedas (Agárralo como puedas 2 ½ y Agárralo como puedes 33 ⅓), y aunque la traducción española no hilara tan fino la película seguía siendo la misma. La jugada de El rey león 3: Hakuna Matata, como la conocimos directa a vídeo hace justo 20 años, era tan rebuscada como volver a contar íntegra la historia del primer Rey león desde el punto de vista de Timón y Pumba. Quienes, rompiendo la cuarta pared como si fueran un Deadpool y Lobezno de la sabana, ejercían asimismo de narradores.
Mufasa: El rey león es evidentemente una película más seria. Eso no impide, sin embargo, que Timón y Pumba interrumpan a menudo el relato de Rafiki preguntando por qué no aparecen en esta historia —la historia de orígenes de Mufasa, para más señas— y llegando a hacer chistes sobre un musical para teatro donde Timón resulta ser un muñeco de trapo. El relato de Rafiki va dirigido a Kiara, hija de Simba que era la protagonista de El rey león 2: El tesoro de Simba, otra secuela directa a vídeo. Mufasa guarda, pues, relación con dos films que Barry Jenkins ansía reivindicar. “Están infravaloradas”, asegura el director de Mufasa en conversación con elDiario.es. “Son películas muy graciosas, especialmente para los más fans, y forman parte del legado de El rey león”.
A Jenkins, partiendo del guion de Jeff Nathason, le ilusiona pensar que este tipo de referencias va a ser captado de igual forma por espectadores “de Chile, de Portugal, de Corea…”. Es lo que tiene trabajar sobre algo tan grande como El rey león, aun con la particularidad de que Mufasa no es exactamente una precuela de aquel film estrenado en 1994 del que partirían El tesoro de Simba y la bufonesca Hakuna Matata. En su lugar parte sale directamente del remake que Jon Favreau dirigió en 2019 y que hasta la llegada de Del revés 2 este mismo año era la película animada más taquillera de todos los tiempos. Aun cuando este Rey león fuera etiquetado como otro más de esos remakes en acción real de clásicos animados en los que Disney lleva ya un tiempo enfrascada.
Así de extraños son los mimbres con los que Jenkins ha trabajado en Mufasa. Y así de chocantes, teniendo en cuenta que este cineasta estadounidense viene del indie y no hace mucho era conocido por el gran público como el tipo que le había quitado el Oscar a La La Land con Moonlight.
Un punto y aparte
“Era tan distinto que me parecía emocionante, vigorizante”, asegura Jenkins sobre el contraste de Mufasa con sus largometrajes anteriores. “El guion de Nathason me sorprendió mucho. Porque todo el mundo conoce El rey león. Antes de empezar a hacer películas yo ya tenía una relación con estos personajes, y me pareció muy interesante lo que Nathason quería hacer con ellos. Decidí al instante que lo haría”. Jenkins se unió entonces al grupo de directores de prestigio que se habían enfrascado en producciones de este corte para Disney antes que él: Guy Ritchie con Aladdin, Tim Burton con Dumbo o David Lowery, responsable de las estimulantes Peter y el dragón y Peter Pan & Wendy.
El caso de Lowery puede encajar bien con el de Jenkins, pues así como el firmante de El caballero verde supo imbuir estos proyectos de su visión autoral, Jenkins se dio cuenta de que Mufasa no era tan distinto a sus films anteriores como parecía. “No creo que Nathason estuviera pensando en mí cuando escribió el guion, pero supongo que Disney quiso enviármelo al percibir ciertas similitudes con mi trabajo previo”, explica Jenkins. “Entonces el guion me emocionó como fan que era de esos personajes y no fue hasta más tarde, cuando estaba trabajando en la película más profundamente, que percibí estas similitudes: la idea de los niños abandonados y de la familia elegida”.
“También la buena crianza en oposición a la mala crianza. La forma en que Mufasa y Scar crecen y son impulsados alternativamente a ser la mejor y la peor versión de sí mismos”. Mufasa narra la juventud del padre de Simba, asesinado por su medio hermano Scar para trauma de toda una generación en los 90. Este gigantesco flashback implica contar su relación con Scar (originalmente Taka) y cómo esta fue torciéndose a medida que ambos, como huérfanos, debían aprender a sobrevivir lejos de su familia. La historia busca, entonces, un inusitado volumen dramático que Jenkins pudo llevarse a su terreno, una vez ya había triunfado con obras como la citada Moonlight o El blues de Beale Street: todas ellas narraciones de personas vulnerables y traumatizadas.
Yo no trabajo para Disney, solo soy un narrador, pero me sentí muy inspirado por lo novedoso que iba a ser esto. Su originalidad y, tengo que decirlo, el grado de libertad que implicaba
“Todo me pareció muy profundo, merecía la pena explorarlo”, insiste Jenkins. “También pensé que esta complejidad conectaría con la audiencia infantil si la tratábamos con respeto”. El esfuerzo de Jenkins y Nathason teje correspondencia con el ímpetu creativo de El rey león noventero: película que, al fin y al cabo, se inspiraba libremente en el Hamlet de Shakespeare. Justo partiendo de aquí Jenkins volvió a hallarse como en casa, pues para poner voz al joven Mufasa en la versión original recurrió a un viejo conocido: Aaron Pierre, prometedor intérprete que este año hemos visto en una de las producciones más potentes de Netflix (Rebel Ridge de Jeremy Saulnier), y que antes había protagonizado una serie a cargo del propio Jenkins, El ferrocarril subterráneo.
Reencontrándose con Pierre El rey león, a la vez, reencontraba a Shakespeare. “Descubrí a Aaron cuando representaba Otelo en Londres”, revela. “Y sabía que haría un gran trabajo. Es un actor increíble y también uno de los seres humanos más bellos del mundo”. Por otro lado, y por muchas concomitancias con su trabajo que hallara en el guion, Jenkins admite que el mayor aliciente fue lo distinta que es Mufasa con respecto a anteriores revisiones de clásicos animados de Disney. “Yo no trabajo para Disney, solo soy un narrador, pero me sentí muy inspirado por lo novedoso que iba a ser esto. Su originalidad y, tengo que decirlo, el grado de libertad que implicaba”.
Pese a sus guiños a las secuelas preexistentes de El rey león —nunca tomadas culturalmente muy en serio por su adscripción al VHS—, Mufasa cuenta algo original, queriendo que a partir de ella revisemos nuestra experiencia de la historia archiconocida. Por fuerza habita un terreno más abonado a la sorpresa que remakes recientes como el de La sirenita, aunque tampoco hay que llevarse a engaño: Mufasa sigue sabiendo qué teclas tocar, y cómo seguir siendo un espectáculo reconocible.
Los grandes desafíos de Jenkins
A primera vista puede parecer prometedora la presencia de Lin-Manuel Miranda (Hamilton, Encanto) como compositor: Mufasa es otro de los muchos musicales que asaltan las carteleras en los últimos meses, manteniendo el desafío de El rey león de Favreau de que sus animales parlantes hiperrealistas (y ciertamente inexpresivos) transmitan algún tipo de euforia con sus canciones. Los números resultantes son, en efecto y forzosamente, tan poco dinámicos como los de El rey león de 2019. Como hace un lustro se disponía de canciones extremadamente queridas para disimularlo, Mufasa y Lin-Manuel Miranda han tenido mucho cuidado en la elaboración del nuevo setlist.
Esto es, que las canciones añadidas no son las de El tesoro de Simba —uno de cuyos temas, Él vive en ti, alcanzó tanta notoriedad que fue incluido en el exitoso musical de Broadway—, para en su lugar articularse como sucesores narrativos y conceptuales de las piezas de Tim Rice y Elton John. “Lin es muy inteligente a la hora de concebir sus musicales, y confiaba en que la música podía ser una herramienta para profundizar en los personajes”. Es por eso que Miranda estuvo ausente en la banda sonora de Vaiana 2, pero aquí sí ha podido firmar voluntariosos remedos de Preparaos, Es la noche del amor o Voy a ser el rey león (temas reconvertidos en Bye Bye, Tell Me It’s You y I Always Wanted a Brother). “La música elevaba la historia que estábamos contando”, asegura Jenkins.
En tanto a su rol de director el principal desafío venía a ser, por supuesto, trabajar por primera vez en su carrera con una laboriosa animación CGI. Jenkins revela que la mayor dificultad, entonces, radicaba en tener “control total” sobre lo que aparece en pantalla. “Le dices a la gente lo que quieres y lo hacen todo. Por ejemplo, un escenario lleno de agua en movimiento, en el que puedo decidir dónde se colocan los personajes para dar con la imagen más poderosa que se pueda”. El director de Moonlight apunta que esa es “la diferencia entre capturar una imagen y crear una imagen”. “A mí no me interesaba crear una imagen”, asegura, “así que intenté apartar mi trabajo del control total que me daba el CGI, para mantener unos principios live action dentro de la tecnología empleada”.
¿Cómo lo hizo? “Recreamos físicamente todo lo que pudimos: los sets, la iluminación sobre nuestros intérpretes”. De esta forma Pierre y compañía integraron “un montaje dónde sabíamos qué estaban diciendo y cómo lo decían”. “Entonces la cámara, gracias a los trajes motion capture, podía hacer un primer borrador de la animación en tiempo real. Como si dibujáramos con los cuerpos de los actores”, explica Jenkins con notable entusiasmo. “Lo capturamos en tiempo real, en un espacio real. Así la cámara pudo tener una relación muy íntima y cinematográfica con los movimientos de los personajes. Así lidiamos con este extraño proceso digital e hicimos algo con más textura y vida”.
Todo para que, cuando ya estaban concluyendo la película, el equipo de Mufasa se enterara del fallecimiento de James Earl Jones en septiembre. Jones había doblado al Mufasa adulto tanto en la versión de 1994 como en la de 2019. “Era imposible hacer la película sin pensar en él, así que decidimos homenajearle cuanto antes y presentar nuestros respetos”, cuenta Jenkins. Mufasa empieza así con un mensaje “en memoria de James Earl Jones” que sirve como elocuente ilustración del carácter nostálgico de la película y su reverencia al pasado: casi tanto como aquella imagen que se movió mucho con el remake de El rey león y encontraba a un joven Simba comprobando cómo sus garras apenas podían empezar a ocupar las huellas de su padre.
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