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Carlos Saura: “Cada vez hay más gente haciendo películas que nunca veremos”

“Después de la guerra civil en España no había nada, no se podía hablar de nada y la hambruna era tremenda. Poco a poco el país se fue arreglando pero la prohibición de tocar determinados temas seguía ahí. Ni política, ni religión, ni el ejército”. Así recordó Carlos Saura el contexto en que realizó películas como Los golfos (1959), La caza (1966), El jardín de las delicias (1970) o Ana y los lobos (1972), en el homenaje con el que este viernes la Academia de Cine reconoció su trayectoria en Madrid.

“Hay quien dice que ésto me obligó a contar las historias de otra manera, dándoles un giro al no poder trasmitir nada de forma directa”, reflexionó. A sus 86 años, el prolífico director se mantiene rebosante de imaginación, la misma que le ha permitido desarrollar una filmografía heterogénea y única dentro de la historia de nuestro cine, motivo del reconocimiento celebrado en la institución.

El acto comenzó con la proyección del documental Saura(s), realizado por Félix Viscarret, centrado más que en su obra en su relación con sus hijos. Intenta explorar esta condición del artista, pero realmente sus aportaciones no terminan de vislumbrar un nuevo punto de vista sobre su trayectoria. Para ello acudió el mismo Saura, que tomó absolutamente las riendas del coloquio, contando anécdotas, derrochando su buen, inteligente y pícaro humor y, ahora sí, compartiendo su universo, trabajo y persona con todos los asistentes, admiradores de su figura de la primera a la última fila.

Rodeado de “jóvenes promesas”

El ganador del Goya al mejor director por ¡Ay, Carmela! en 1990 no estuvo sólo en el escenario. A su lado se sentaron, con los ojos brillantes y abiertos como los de un niño ilusionado el día de Reyes, los también realizadores Gustavo Salmerón, ganador del cabezón al mejor documental este año por Muchos hijos, un mono y un castillo; Arantxa Echevarría, que en septiembre estrenará su ópera primera Carmen y Lola tras presentarla en la Quincena de Realizadores en el Festival de Cannes; Paula Ortiz, autora de La novia; y Carla Simón, la gran revelación del 2018 por Verano 1993, que lleva todo el año cosechando premios como el Goya a la mejor dirección novel o el premio a la mejor ópera prima en la Berlinale.

Ellos también estaban nerviosos, no en vano estaban acompañando en su homenaje a uno de sus ídolos. Para los cuatro Saura forma parte de su “santísima trinidad”. La de él la conforman Ingmar Bergman, Luis Buñuel y Federico Fellini. Los cineastas preguntaron al aragonés sobre distintos aspectos de su trabajo como la dirección de actores, sobre los que dijo que “los más sensibles suelen ser los mejores”.

Con Simón compartió un momento de complicidad al recordar el rodaje de Cría Cuervos (1975), que filmó con Ana Torrent cuando la actriz tenía apenas siete años. El icónico plano en el que la pequeña baja la escalera antes de descubrir a su padre muerto fue el primero que rodaron. Entonces, “se paró, le cogí la mano y noté que estaba sudando, tuve que recordarle que todo era un juego y que no pasaba nada”. Se ve que surtió efecto aunque, como reconoció el cineasta “los adultos no acabamos de entender a los niños y los golpes de intuición que tienen poderosísimos”.

Simón asentía recordando seguramente su rodaje de Verano 1993 con las pequeñas Laia Artigas y Paula Robles.

Una de las etapas más creativas del cine de Saura fue en la que realizó musicales. A propósito declaró que una de sus películas favoritas es Elisa, vida mía (1977), tras reconocerle Paula Ortiz que a ella le cambió “su experiencia de ver cine”. Lamentó que “ahora no la podría hacer, porque a nadie, ni a las televisiones ni a los productores les interesaría”.

Precisamente con un musical, Carmen (1983), fue nominado al Oscar a la mejor película de habla no inglesa. No se llevó la estatuilla pero sí el impulso de Robert Wise, por entonces director de la Academia y artífice de West Side Story (1961), a continuar cultivando esa senda.

Más tarde aclararía que él “no cree en los géneros”, pero que sí le habría gustado hacer una película de ciencia ficción o de catástrofes, porque “se podrían hacer igual pero con guiones que no fueran ridículos”.

Continua mirada hacia adelante

La montadora de diez de sus títulos Julia Juániz no se perdió la cita y tomó la palabra para definirle como un “genio que siempre está avanzando” y que, trabajando con él, “te das cuenta de que es el director más joven del cine español”. Saura recibía cada palabra con alegría y profundo respeto. Como hizo con las que le dedicó el actor Juan Diego. Éste cogió emocionado el micrófono para reconocer que “el cine habría sido otra cosa si tú no hubieras hecho estas películas, sobre esta España tan dura de la que venimos”.

A lo largo de su trayectoria, Saura ha sido testigo de la evolución de la industria. Por ello declaró que el cine está cambiando y vaticinó que va a hacerlo todavía más. “Hoy en día cualquier persona con un mínimo de talento puede hacer una buena película con pocos medios”. Alertó que “el problema es que aunque cada vez hay más gente haciendo películas, algunas maravillosas, nunca las veremos”, porque no llegan a las salas. Señaló a las distribuidoras y las televisiones como culpables de la situación “al no interesarse por este tipo de cine”.

Expresó que “estamos en un momento en el que parece que ya se ha inventado todo y es difícil hacer una película original”. Aun así, “estamos obligados a mirar hacia adelante, olvidarnos del pasado de una puñetera vez para estar en el presente y proyectar hacia el futuro”.

Su sabia mirada le ha permitido retratar diferentes momentos de nuestra historia con un sello muy personal, sorteando las censuras de cada tiempo. Su capacidad para no mirar atrás y hacerlo siempre hacia adelante le han convertido en una de las referencias de la innovación en nuestro cine, y todo apunta a que está preparado para seguir haciéndolo. Larga vida al genio.