La portada de mañana
Acceder
16 grandes ciudades no están en el sistema VioGén
El Gobierno estudia excluir a los ultraderechistas de la acusación popular
OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

'El viaje de Chihiro': claves para entender una película inolvidable

Francesc Miró

17 de abril de 2017 19:03 h

En agosto de 2016, la BBC reunió a nada menos que 177 críticos de cine de todo el mundo para designar cuáles eran las mejores películas del siglo XXI. De los cien títulos  que surgieron del debate, El viaje de Chihiro era el cuarto más valorado y la única película de animación entre los primeros veinticinco.

Escasos meses después, no fueron pocos los que sacaron a relucir el parecido que tenía el tráiler de Coco la nueva película de Pixar—, con  el film de Miyazaki. Ahora, el título vuelve a estar en el candelero debido a que Your Name, la última película del director Makoto Shinkai, la ha desbancado como largometraje anime más taquillero de la historia, con más de 281 millones de dólares recaudados en todo el mundo. 

La película con la que Hayao Miyazaki ganó el Oscar a mejor Película de Animación y el Oso de Oro en Berlín se las apaña para estar de estar de actualidad constantemente. El viaje de Chihiro sigue siendo, dieciséis años después de su estreno, objeto de debate y estudio.

Ahora, bajo el sello Crossover la editorial Héroes de Papel inaugura con El viaje de Chihiro su Biblioteca Studio Ghibli: una colección que dedicará sus tomos a monográficos sobre el estudio nipón. Este texto para amantes de la animación está escrito con habilidad y desarmante proximidad por Marta García Villar. El libro repasa las claves del filme y analiza su impacto e influencia en la animación contemporánea e intenta responder a una pregunta: ¿qué tiene El viaje de Chihiro para ser una de las mejores películas de este siglo?

Una película en tránsito

En 2001, Studio Ghibli no pasaba por su mejor momento: su anterior estreno, Mis Vecinos los Yamada de Isao Takahata, había sido un fracaso en taquilla y la inversión que había supuesto crear e inaugurar el Museo Ghibli de Mitaka, había dejado a la compañía con los recursos justos para enfrentarse al nuevo milenio.

Miyazaki, además, pasaba por un momento difícil, exhausto por el esfuerzo que le había requerido La Princesa Mononoke y la tentación recurrente de dejar la animación. Además, la muerte de su amigo y animador de Ghibli Yoshifumi Kondō atizó duramente su moral y la de sus compañeros; no en vano había sido el trabajo lo que había hecho empeorar la salud de Kondo hasta su fallecimiento. El viaje de Chihiro nace en una etapa en la que, ante la dificultad, Miyazaki reflexiona sobre el valor del trabajo en una sociedad cada día menos espiritual.

“Es el testigo de cómo Miyazaki veía el nuevo siglo”, describe Marta García Villar, “nos habla de la crisis de valores de la sociedad moderna y de la esperanza en el futuro a través de los auténticos héroes, que ya no son los que tienen un don especial, sino los que, como en el caso de Chihiro, no se rinden ante las dificultades”

García Villar es una de las firmas más importantes de nuestro país en cuanto al estudio de Totoro se refiere. De hecho, este es ya su tercer libro sobre el tema, después de haber sido coautora de Mi vecino MiyazakiAntes de Mi vecino Miyazaki ambos publicados por Diábolo.

“También es una obra en la que se conjuga todo lo mejor de la visión artesanal del estudio y el uso de la animación digital para mejorar y agilizar el proceso”, reflexiona la autora. “Es la tradición y la modernidad unidas, tanto simbólicamente por el significado de la película, como en el plano técnico, por cómo está realizada”.

Un fresco de la cultura japonesa

La película narra la historia de una joven que queda atrapada en un mundo mágico y ancestral. Uno en el que tendrá que sobrevivir trabajando en un balneario de dioses. El viaje de Chihiro hunde, narrativa y conceptualmente, sus raíces en el folclore japonés ante la perspectiva de un nuevo siglo. Su protagonista, y con ella todos los espectadores, son testigos de un mundo en el que la tradición y la espiritualidad viven separadas de nuestra realidad. En esta, la tradición japonesa viene a descansar sus posaderas y a relajarse en una gigantesca casa de baños, escapando de la agitada vida a la que la hemos condenado.

El viaje de Chihiro es, por esto mismo, un enorme fresco sobre el imaginario tradicional japonés en el que coexisten kamis y yōkai de todo tipo. Los primeros hacen referencia a entidades provenientes del sintoísmo, un equivalente a lo que conocemos como deidades que también pueden significar el poder de elementos propios de la naturaleza. Los segundos son criaturas entre demonios y espíritus de naturaleza cambiante y mágica.

Criaturas cuya concepción gráfica es enteramente imaginación de Miyazaki puesto que no tienen una forma definida: son la encarnación de las fuerzas de la naturaleza, son árboles, piedras, plantas o ríos. Son los Otori Sama, Shota Fumei, O-nama Sama, Kasuga, Ushioni

El viaje de Chihiro es el máximo exponente, en la carrera de Miyazaki, de la explosión cultural japonesa, del valor de las raíces, del respeto por las tradiciones, y al mismo tiempo es una visión desde el siglo XXI, moderna y respetuosa”, cuenta García Villar.

“En este sentido es importante la crítica sutil que se hace mediante los padres de la protagonista, que no respetan un legado anterior a ellos y actúan de manera egoísta”, cuenta. El respeto a un pasado común entronca con los valores de progreso y modernidad que encarnan los padres de la joven: convertidos en cerdos por un mundo en el que el consumismo desmedido y la arrogancia se pagan caros.

Sin embargo, según la autora, “Chihiro es una nueva esperanza, una generación que tiene resolver el embrollo a través de aceptar el pasado ancestral y los valores que han formado parte esencial de la cultura japonesa”.

Una heroína cotidiana

De los 22 largometrajes con los que cuenta el Studio Ghibli, 15 están protagonizados por mujeres. Muchos de ellos, personajes totalmente inolvidables, complejos y poliédricos. Hablamos de mujeres como Kiki, protagonista de Nicky la aprendiz de bruja, Nausicaä de Nausicaä del valle del viento o San de La princesa Mononoke, todas ellas esenciales para entender la filmografía y el pensamiento de Hayao Miyazaki. Todas paradigmas culturales distintos y fascinantes.

Entre las 15, Chihiro es una protagonista especial… por el hecho de no serlo. “De entre todo el espectro de heroínas de Ghibli, Chihiro se diferencia del resto en muchos aspectos”, explica Villar. “Ya desde su mismo diseño físico como personaje se aleja de lo tradicional en Miyazaki, pues no es una niña especial, sino flacucha y normalita”, cuenta. Pero hasta eso está pensado: “Encarna la grandiosidad de lo cotidiano, pues nos cuenta cómo una niña aparentemente anodina y normal puede llegar a ser una heroína. Ya no tienes que ser una líder de tu pueblo como Nausicaä ni una rebelde alejada de la sociedad como San. Chihiro es una heroína dentro de su propia cotidianidad y eso también la distingue”.

La protagonista del El viaje de Chihiro es una niña que tiene que aprender a vivir en un mundo adulto en el que nadie va a tener miramientos con ella por tener la edad que tiene. Es un mundo en el que cuesta conseguir las cosas, y en el que se tiene que luchar por lo que crees y por lo que amas. Su fe en la bondad de los demás la llevará a salvar a personajes como Sin Cara y a vencer a enemigos como Yubaba. Su amistad con el joven Haku es lo que la empuja a seguir, a evolucionar y a atreverse a romper sus propias limitaciones. A cambio, ninguno de los personajes que conozcan a Chihiro, volverán a ser los mismos después de haberlo hecho.

Un viaje hacia ninguna parte

El viaje de Chihiro no responde al arquetipo narrativo clásico del viaje iniciático. No es una historia en la que las aventuras y dificultades hagan cambiar la personalidad de su protagonista, a través de lecciones vitales sobre los más variados temas. No es un cuento moralista y eso la engrandece.

“Creo que los estudios occidentales están sometidos a muchas presiones sociales a su alrededor”, opina Marta García al respecto. “Parece que por tradición o presión social hay que dar siempre una lección moral y hacerlo dando todo mascado a los espectadores. Pero Miyazaki en cambio siempre ha defendido que su intención no es educar sino mostrar una realidad y que los espectadores y los niños vean los matices del mundo, los analicen y los comprendan. Él no quiere sentar cátedra de ninguna forma”, defiende la autora del primer tomo de Biblioteca Studio Ghibli.

Decía Noam Chomsky que el objetivo de la educación es mostrar a la gente cómo aprender por sí misma, y que lo demás era adoctrinar. El viaje de Chihiro camina por esa senda, pues su historia tiene más que ver con el autodescubrimiento, con percatarse de fortalezas y habilidades innatas que no se manifiestan hasta conocerse y tener una conciencia realista de sí misma. 

Gracias al autodescubrimiento de una joven luchadora en un mundo de dioses mágicos, el espectador es testigo de una profunda reflexión sobre valores ancestrales. La diferencia entre lo divino y lo real, el respeto a la naturaleza, el poder de la palabra, la importancia del pasado, el conocimiento de estructura social o la dualidad humana son solo algunos de los que apunta el libro, pues el film daría para varios tomos más. “El viaje de Chihiro es la perfecta conjunción en la obra de Miyazaki, de forma y fondo”, concluye Marta García Villar.

Sea como fuere, con el paso de los años su influencia ha ido más allá de los valores de su discurso. Tanto que no sería osado afirmar que funciona como compendio del talento de Studio Ghibli, artística y temáticamente. El viaje de Chihiro es una travesía hacia ningún lugar que nos lleva por raíces mitológicas niponas para enfrentarnos a dilemas sin edad ni género. Siendo así, ruega que el trayecto sea largo.

Mientras caminamos por esto que llamamos vida, solemos intentar recordar qué hechos nos han cambiado y nos han convertido en lo que somos. Es, en definitiva, lo que intenta hacer la protagonista de El viaje de Chihiro: recordar su nombre, a sus padres, el mundo al que pertenece y luchar contra el olvido de un mundo más allá del nuestro. Una obra, de hecho, que entendida como uno de los títulos que han hecho de este formato lo que es hoy, lucha por ser recordada como la primera gran película de animación del siglo XXI. Aunque a veces se nos olvide. Pero como dice uno de los personajes más misteriosos de la película, “nada de lo que sucede se olvida jamás aunque tú no puedas recordarlo”.