En 1999, la escritora francesa Christine Angot publicaba el libro El incesto. En él contaba los abusos sexuales que ella misma sufrió por parte de su padre, al que no había conocido hasta los 13 años y que hasta los 16 la violó de forma repetida. Una autoficción dura, descarnada y nada condescendiente que dolía. La crítica francesa se polarizó ante la obra. La mitad alabaron su valentía; la otra mitad la acusaron de exhibicionista, y hasta de inventarse los hechos. También de provocadora y hasta de “puta”. Quedaban todavía casi 20 años para que llegara el Me Too y el mundo cambiara. Por aquel entonces a las víctimas no se las creía y se protegía al hombre dominante.
Angot no hizo caso a las críticas y siguió hablando de un tema que todavía era tabú. Los insultos se convirtieron en premios. En 2021 logró el Premio Médicis por Viaje al este, donde volvía a aquel hecho traumático para contarlo desde otro punto de vista. La llegada de la última revolución feminista había cambiado todo, y la reacción fue radicalmente diferente. Sin embargo, todavía tenía preguntas en el tintero. Sobre todo ante aquellas personas que sabían del delito que se estaba cometiendo y decidieron mirar hacia otro lado.
El deseo de poder preguntarles por qué no lo hicieron se vuelve realidad en Une famille, el durísimo documental que ella misma ha dirigido y que ha estrenado en la sección Encuentros de Berlinale. Un trabajo que llegará a España de la mano de Filmin. En este trabajo confronta a su madrastra, la que fue pareja de su padre durante décadas, para intentar entender cómo es posible que siguiera con aquella persona. Cómo nunca dijo nada. Una decisión, la de grabar esta conversación, que la escritora asegura que fue casual, pero que acaba convirtiéndose en el motor narrativo del documental. En una feria del libro en Estrasburgo una mujer le dice que conoció a su madrastra, y todo se reactiva en Angot, que junto a la cámara que había contratado para grabar aquella feria se planta en la casa para conocer la verdad.
En una entrevista con Variety con motivo de la presentación del filme argumentó que la razón por la que su madrastra no quiere reconocer lo sucedido y “renunciar” a su marido es porque pondría en peligro su respetabilidad y su posición en la sociedad. “Lo más importante no es la verdad, lo que pasó, el crimen. Lo más importante es mantener la respetabilidad que heredaron del miembro más fuerte de la familia, y ese era ese hombre, su marido”, explica. También se refiere a uno de los momentos finales del filme, cuando recibe la noticia de que puede ser demandada porque aseguran que entró a la fuerza y grabó sin consentimiento. “Detrás de esa puerta se han cometido violaciones, el incesto. ¿Cómo puedo dejar que esta puerta se cierre de nuevo? Era demasiado importante”, añade.
En esa conversación, escuchamos a una mujer que usa los argumentos que se han oído mil veces para no creer a las víctimas. “Es tu versión de los hechos”, “Conmigo no era así”, “No es que no te crea, pero no conozco al hombre que tú describes” y otras excusas. Pero no es solo a ella a la que Angot cuestiona sobre su conocimiento sobre estos hechos. También a su expareja y padre de su hija, que durante un reencuentro de Angot con su padre escuchó los ruidos de la cama del piso de arriba y nunca subió para ver lo que sabía que estaba ocurriendo. Una persona que también fue abusado de niño y que intenta explicar lo que pasó en aquel momento.
Lo más importante para ella no es la verdad, lo que pasó, el crimen. Lo más importante es mantener la respetabilidad que heredaron del miembro más fuerte de la familia, de su marido
Hay en Une famille también una crítica a cómo los medios trataron a Christine Angot durante demasiados años. Se recupera una tertulia donde se le llama puta y donde un contertulio dice que él la hubiera metido “una bofetada” por decir aquellas cosas. Un programa que ella misma termina abandonado en directo ante el acoso y las vejaciones que estaba sufriendo y que también se leían en muchos medios ante el terremoto que provocó su libro
La tercera persona con la que Angot habla en la película sobre los abusos es su hija, de quien aparecen imágenes caseras grabadas por sus padres en varios momentos del documental. A ella no la culpa, porque siempre ha sabido lo que le ocurrió a su madre. Sin embargo, le pregunta cómo es vivir con esa carga, conociendo de una forma tan cruda la realidad. Es ahí donde el filme desvela uno de sus pocos momentos de empatía y ternura, cuando la hija le dice que lo único que puede decir es que solo piensa en la mala suerte de que le ocurriera aquello. En ese momento la escritora abandona su ira y se rompe. Quizás era eso lo único que necesitaba escuchar, la empatía de quien le coge de la mano y no tiene que acudir a discursos vacíos para consolarla.