“Me borro. No quiero subvencionar esta basura”. Así han respondido algunos de los suscriptores de Filmin ante la noticia de que adquiere la saga completa de Torrente. Las amenazas de darse de baja de la plataforma de streaming española no han sido muchas, pero las suficientes para convertir a Filmin en trending topic durante todo el miércoles y para alentar un debate que va más allá del pago de la cuota de junio.
Filmin nació en 2008 de la mano de Juan Carlos Tous y Jaume Ripoll cuando Netflix aún era una empresa que vendía DVD por correo. Desde el comienzo apostaron por apoyar al cine europeo y de autor, lo que tardó diez años en dar beneficios pero creó una sólida base de socios seducida por el proyecto. Con el paso del tiempo, el número de suscriptores ha crecido y el catálogo también, lo que aumenta la probabilidad de decepcionar a una parte del público.
“Nuestra apuesta siempre ha sido la diversidad y las películas que sean importantes para entender la cinematografía como radiografía de un país”, explica Ripoll, cofundador y director editorial de Filmin, horas después de la polémica. “En ese caso, Torrente funciona de forma notable. Sobre todo la primera, que podría ser una obra de culto si no hubiese sido un taquillazo. La considero relevante para el cine español más allá de gustos y de preferencias”, razona.
La noticia de la incorporación de Torrente a la plataforma coincide con una polémica relacionada con Santiago Segura, director y protagonista de la saga, a raíz del estado de alarma. Primero, comparó en una entrevista las “medidas de control” que está ejerciendo el Gobierno con las que habría tomado el policía corrupto y de derechas José Luis Torrente. Días más tarde, tras la manifestación de coches de Vox, apeló a la “concordia, entendimiento y armonía” entre “esa España de fachas y de rojos, de malos y buenos, de extremaderecha fascista o bolcheviquesbolivarianos”.
Estas palabras le convirtieron en tendencia y blanco de críticas de forma inmediata. Sin embargo, Ripoll las desvincula del anuncio de Filmin a pesar de que haya quien sugiera lo contrario. “No programamos según lo que suceda en redes. Funcionamos según se cierran los acuerdos”, asegura.
En concreto, el de Torrente es uno al que llevan lanzando el lazo varios años. “Juan Carlos Tous, jefe de la compañía, tiene relación con Santiago Segura, pero era una oportunidad que hasta ahora no se había presentado y que nos hace mucha ilusión”, explica.
Cuenta que el criterio de Filmin para seleccionar películas responde a tres variables: interés personal de los programadores, las limitaciones del mercado y las amistades en la industria. No obstante, sobre todas ellas impera “una línea muy clara” que es la que los diferencia y de la que no se van a desviar. “Nadie me ha llamado hoy porque vayamos a subir la filmografía completa del director ruso Andrei Zvyagintsev, pero lo entiendo, hay películas que generan más debate que otras”, concede Ripoll.
La intención de Filmin es combinar ambos tipos de cine con coherencia. “Si mañana subimos Esta casa es una ruina, de Tom Hanks, no es que vayamos a adquirir toda la comedia norteamericana de los 80 de golpe. Eso lo hacen otras plataformas y es muy lícito, pero no Filmin”, sentencia. Y, aunque en el caso de Torrente no vayan a ceder, admite que gran parte de esta estrategia consiste “escuchar a los usuarios y conocer sus inquietudes”. Eso sí, “hay que tener un equilibrio entre escuchar y obedecer”.
No es la primera vez que los fans exigen su sillón en la junta de accionistas de una empresa, plataforma o productora. En su día ocurrió con el final de Juego de Tronos, con la estética de Sonic o con la reinterpretación de “la fuerza” en Los últimos Jedi, que dio alas incluso a una campaña en change.org para reescribir el guion. En todas ellas, las redes sociales fueron el altavoz con el que los usuarios pretendían imponer su criterio.
“Nos creemos con el derecho al pataleo y a exigir que los productos culturales estén alineados en el umbral de nuestras expectativas. Nos hemos vuelto increíblemente intolerantes a las sorpresas”, dijo entonces Elena Neira, profesora de la Universitat Oberta Catalunya y experta en las nuevas formas de consumo audiovisual. Así que, ¿deben claudicar los directores creativos o los mismos creadores frente a los usuarios?
La dictadura de la masa en la cultura de masas
En el caso de Filmin y Torrente, la cantidad de personas que han anunciado su baja en público respecto a los números reales de suscriptores son nimios. “Tampoco hay que perder la perspectiva: las redes sociales no son ni mucho menos una media de la población”, apuntaba Neira, sin descartar que puedan ser útiles para analizar lo que opina una importante porción de consumidores.
En ese sentido, Jaume Ripoll celebra “que nuestro suscriptores sean exigentes, nos escriban, pidan más títulos y reivindiquen calidad”. Para la experta, esto tiene que ver con cómo está construido el mundo de la comunicación digital, tanto en el caso de las plataformas de vídeo bajo demanda como en cualquier otro: “A las compañías, el adueñamiento del contenido que hacen los fans les viene fenomenal, porque al final los seguidores se convierten en embajadores”, dijo entonces.
En referencia a las plataformas como Netflix o HBO, la profesora explicaba que “las exigencias sobre el contenido se rebajaban mucho” al no tener percepción sobre la transacción económica que existe en el cine. “Al fin y al cabo, es una tarifa plana. Si no estamos conformes con un producto es tan sencillo como darle al botón del mando y seleccionar otro”.
Esa es el argumento principal que han abanderado los fundadores de Filmin hoy y buena parte de los usuarios que han salido en su defensa frente a los detractores. “También tenemos Xanadú, que dio pie a que se creasen los Premios Razzies (a las peores películas) en Estados Unidos o El mago de Oz con Michael Jackson, que son cintas fallidas y que me provocan un inmenso placer al verlas”, arguye Ripoll. No obstante, no incluye Torrente, el brazo tonto de la ley entre ellas.
“Se nos llena la boca estos días con Berlanga aquí y allá y si hay un cine ha seguido su camino es el de Torrente”, ha defendido el guionista Borja Cobeaga en sus redes. La primera de Torrente se estrenó en 1998 y obtuvo dos de los tres premios Goya a los que fue nominada. Desde entonces, este policía corrupto, de derechas y amante del Fary se ha convertido en un personaje mítico y sus secuelas la saga más lucrativa del cine español, como recuerda Ripoll: “Además de las filias y fobias que despierte una caricatura, ha representado un hito en nuestra historia. Y con eso, creemos que es suficiente”