Aunque el cine español viva un momento único, con historias diversas, diferentes, y la incorporación de nuevas miradas a una industria que necesitaba un revolcón, todavía hay géneros que son cuentas pendientes. Al cine español le cuesta acercarse, sobre todo, a la ciencia ficción, al fantástico y a la épica medieval. No será por falta de legado en forma de cuentos, historias orales o libros. Incluso la propia historia de España da pie a películas con grandes batallas e intrigas palaciegas. En España hay materia prima para hacer nuestro Gladiator o nuestro Braveheart, pero también para hacer nuestro propio El señor de los anillos, y uno además más anclado en nuestro folclore y nuestras propias leyendas.
Lo ha demostrado el director y guionista Paul Urkijo, que ya adaptó una leyenda vasca en su primera película, Errementari, donde contaba en forma de fábula de terror la historia de un herrero al que tenía miedo hasta el mismísimo diablo. Urkijo sacaba oro de su presupuesto y sembraba para que se apostara por un cine diferente. Su siguiente obra es un salto de gigante, una criatura que precisamente sale en su filme. Irati es una epopeya medieval que adapta y ensancha una novela gráfica del mismo nombre y que desarrolla su historia en el siglo VIII, cuando el cristianismo se extendía por toda Europa haciendo desaparecer las leyendas y mitologías paganas.
Una historia que habla del choque de religiones, pero que hace carne el imaginario popular vasco, con personajes como la diosa Mari, o las Lamias, ninfas con pies de aves. Hay cíclopes, deidades con cuerpo de serpientes, gigantes y mucha, mucha imaginación. También una puesta en escena que vuelve a sacar oro de unas batallas crudas y llenas de barro y de unos escenarios naturales que son un personaje más. Irati es cine que muestra que la épica del cine español también está en contar estas historias, en hacer fantasía medieval. En crear nuestro propio Juego de tronos.
Un filme que nace de la obsesión de su director con la mitología vasca. Una obsesión que tiene “desde niño”. “Yo iba al monte con mis padres y me decían 'en este bosque vive Basajaun, el gigante protector del bosque' o 'en los ríos están las lamias, esas ninfas con pies de ave' o en las cuevas de las montañas vive Mari, la diosa madre', y siempre he tenido esa obsesión por la mitología y lo fantástico. Cuando, con el paso del tiempo, me he dedicado a narrar a través del cine, he tenido siempre en la cabeza la idea de llevar a la gran pantalla ese mundo que siempre me había fascinado, con ese envoltorio como de espada y brujería, en una época de leyenda”, explica Urkijo sobre su cine.
Es consciente de que, a priori, no es un tipo de cine que se haga en España, y reconoce que ha tenido que “pelear mucho” por hacerlo. “Yo utilizo mis herramientas y, como soy ilustrador, desarrollé visualmente toda la película, me hice un libro con todo el arte para poder ir donde los productores y convencerles. Ya me pasó con Errementari, que era una película con demonios que tampoco se había hecho y tuve que convencerles de hacer algo imposible. En este caso ha sido un poco lo mismo, pero el doble de grande”, añade. Para poder realizar una película que en Hollywood costaría diez veces más, se ha valido de recursos como la naturaleza, los paisajes, castillos reales y “golpes visuales como las lentes anamórficas”.
Las criaturas se afrontan “tirando de realismo mágico, haciendo que se fundan con la propia naturaleza, que aparezcan en medio de la niebla”. Se consigue el efecto, se aporta romanticismo y se “juega más a sugerir que a enseñar algo más artificioso”. Para las batallas fue consciente de que no tenían cinco cámaras ni 500 figurantes, y Paul Urkijo bajó la cámara al barro “para ver la violencia desde los pies, vivir la cercanía de esa violencia en la batalla y atravesarla con un plano secuencia con la cámara”. “Recursos creativos para suplir ciertas limitaciones”.
Hay prejuicios hacia los cuentos y los mitos porque se consideran algo infantil cuando realmente son algo poderosísimo
Irati rompe los prejuicios que hay no solo hacia el cine de aventuras y fantasía, sino “en general hacia los cuentos y los mitos, porque se consideran algo infantil cuando realmente son algo poderosísimo”. “Son símbolos y figuras que se han solidificado en el tiempo y que hoy en día siguen siendo vigentes. Nos podemos sentir perfectamente identificados con cualquier personaje de cualquier relato mitológico, y esos relatos nos hablan de cosas oscurísimas del ser humano, o totalmente luminosas. Lo que sí que pasa es que a nivel industrial, nosotros sobre todo hemos conocido lo de fuera, porque la industria de cine extranjera ha sido mucho más fuerte en ese sentido y han hecho sus películas, pero nosotros no hemos llegado a exportar lo nuestro de alguna manera”, dice Urkijo
Cuentos que son, por supuesto, “para que podamos consumir nosotros”, pero también relatos universales que se pueden exportar. Una forma, además, de defender la diversidad de lenguas, ya que Irati está rodada en un euskera antiguo: “Yo tenía clarísimo que la película tenía que ser en euskera. Primero, porque es mi idioma y lo utilizo con normalidad. Es un idioma que utilizamos en nuestra sociedad. Pero sobre todo quería usarlo por la propia coherencia de la historia. Esas leyendas a mí me han venido a través del euskera y están enraizadas en la propia lengua. Los nombres de las deidades, los lugares, las frases, las rimas... todo eso está en el propio idioma. Creo que a la propia película le viene muy bien, porque nos lleva a esa época en la que se hablaba un euskera que hemos intentado recrear, de alguna manera. Evidentemente, los que no sepan euskera no lo van a percibir, pero los euskoparlantes sí que notarán que le hemos dado una textura del medievo para que el espectador se sumerja un poco más”.
La idea de Paul Urkijo es “seguir por el mismo camino”. “A mí lo que me gusta es el género fantástico y seguir ahondando en el mundo del folclore que me encanta y que quiero seguir transmitiendo”, dice y confía en que cada vez sea más fácil levantar sus películas. Errementari fueron ocho años de trabajo, Irati fueron cinco… Una progresión que sí que nota. “La gente ya confía un poco más en lo que soy capaz de hacer y está con curiosidad de ver qué va a ser lo siguiente. Espero que poco a poco se me vaya allanando el camino”, añade.
Una película que define como “una declaración de intenciones” sobre “lo que realmente quieres, respetas y amas, desde el propio material de la mitología, desde el propio idioma, y también del propio concepto del cine”. Por eso cree que Irati es “para verse en pantalla grande”, y cuenta que su mayor referencia rodando ha sido el cine de David Lean y sus grandes planos generales. Un David Lean en euskera, con lamias y una diosa Mari con la voz de Itziar Ituño para romper con la idea de que el cine español no traspasa sus márgenes.