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Los grandes festivales ya no son solo de Almodóvar gracias a una nueva generación que hace historia

Javier Zurro

26 de abril de 2022 22:01 h

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Desde 2009 solo un director español ha estado en la Sección Oficial de Cannes, Pedro Almodóvar. Aquel año fue el último en el que, además de él, estuvo otra realizadora. Fue Isabel Coixet con Mapa de los sonidos de Tokio. Desde entonces, nadie ha logrado competir por el premio más prestigioso del cine mundial, la Palma de Oro. Este año, Albert Serra ha roto esa maldición y luchará por ella en la 75 edición del certamen. Un hecho histórico que se une a otros hitos de nuestra industria este 2022.

Hace dos meses era Carla Simón la que lograba el Oso de Oro en la Berlinale con Alcarràs. Era la primera directora española que lo conseguía. En el mismo certamen se presentaba Un año, una noche, lo nuevo de Isaki Lacuesta en Sección Oficial, y Cinco lobitos, el debut de Alauda Ruiz de Azúa en una sección paralela antes de arrasar en el Festival de Málaga. En los años 80 y 90 era normal ver a nuestros realizadores estar en las Secciones Oficiales de los certámenes más importantes del mundo. Hasta este año parecía que su cima era el de San Sebastián. Este curso muestra que algo se mueve, y lo hace gracias a una nueva generación de directores, pero también de productores que apuestan por un cine diferente, por nuevas miradas. 

Una de ellas es María Zamora, productora de Alcarràs, pero también de Libertad, que el año pasado estuvo en la Quincena de Realizadores antes de ganar el Goya a la Mejor dirección novel para Clara Roquet. Para ella estos éxitos muestran ese cambio y cómo cogen impulso una hornada “no solo de directores, sino también de productores, montadores y guionistas” que miran hacia afuera. “Vemos mucho cine de fuera y nos gustaría que las instituciones nos apoyaran como al resto. Siempre mencionamos al cine francés, pero va mucho más allá. Los países escandinavos, por ejemplo, tienen un apoyo brutal”, cuenta.

En España para dar ese salto hace falta acudir casi siempre a la coproducción, a laboratorios de desarrollo de guion. Un camino para que esos talentos adquieran repercusión y luego, cuando lleguen a los comités de selección, no sean auténticos desconocidos, sino gente que ya está en el foco del cine de autor mundial. “Hay que moverse e impulsar la labor internacional del proyecto. Es un camino muy largo, son tres años previos de mucho trabajo, de poner las piezas para construir ese camino para posicionar proyectos en el mapa”, añade Zamora

Para que fuera más normal ver títulos españoles en los grandes festivales habría que conseguir que el cine de autor que viaja tuviera presupuestos más altos. Así ha logrado Isaki Lacuesta llegar a la Berlinale, con el músculo financiero de Ramón Campos y Bambú. Lo confirma María Zamora, que explica que una película de Celine Sciamma, aunque parezca sencilla, tiene tres veces más de presupuesto que cualquier película independiente española. “Las pelis que hacemos pueden estar bien, pero tienen que llegar, y hay que tener más tiempo de preparación, de rodaje, más medios… y eso es obvio que necesita dinero. No por ser independiente se necesitan cuatro duros, el cine independiente también es dinero”, zanja.

Para Marisa Fernández Armenteros, productora de Cinco lobitos y El agente topo —nominado a Mejor documental en los Oscar de 2021—, esta situación se parece a aquellos dorados años 90 en una cosa: el talento joven. “Hay una nueva generación de productoras y productores que están apostando por noveles, con el riesgo que eso supone, porque tienes que ayudar a construir esa película, ese talento, y eso lo vimos en los 90, cuando se dio cobijo a los Médem, Amenabar, Fernando León de Aranoa… Lo que creo que ha pasado estos últimos 20 años es que creo que el talento ha quedado relegado. Ahora sí está habiendo un cambio en el que creo que hay un acercamiento de las productoras independientes con estructuras pequeñas y que están arriesgando con ese talento nuevo”, opina.

Las pelis que hacemos pueden estar bien, pero tienen que llegar, y eso necesita dinero. No por ser independiente se necesitan cuatro duros

También pide no hacer “discursos triunfalistas”. “Muchas de las películas que más viajan internacionalmente o que más prestigio tienen vienen de las ayudas selectivas, de las más pequeñitas, y casi todas se hacen con un límite de presupuesto que está en los dos millones de euros, porque así lo dice el modelo de financiación del ICAA. Está bien ir a festivales e ir a premios, pero también compitiendo, porque en los países vecinos a ese cine autoral se le da más dinero y tienen mejores condiciones. Muchos no nos podemos permitir rodajes de ocho semanas. Del dinero que tenemos las productoras, los costes se miden al milímetro, y tiene mucho mérito lo que se está haciendo, rodando con presupuestos más bajos que otros países y llegando a estos festivales. Por medio hay mucha capacidad de sacrificio de directores, guionistas y productoras independientes”.

Alerta también de un problema de este cine. Ganar premios e ir a festivales es importante, pero hay que hacer que estas películas se vean en cines, en plataformas, en televisiones… para ello cree que sería importante conseguir “una buena transposición de la ley audiovisual”. “Si en ese 5% de producción que se pide se encuentran las herramientas para garantizar la diversidad sería la vía más inmediata, porque se pueden dar ayudas a la distribución, pero hay que llegar a esos cines o plataformas. Es muy difícil que todo llegue a las salas. Va a ser decisivo que en esa transposición de la directiva hagan hueco. Leía que en Francia una plataforma (Netflix) iba a invertir una parte en cine de bajo presupuesto, pues ojalá lleguen esas obligaciones que complementen”, opina.

En la filmografía de Tono Folguera hay varios de los títulos que han estado en los grandes festivales en los últimos años. Con Lastor Media produjo Libertad y Alcarràs, ambas junto a María Zamora, y también Mediterráneo. También apunta a un tema de presupuestos que cree que se evidencia al ver las dos películas españolas que estuvieron este año en la Sección Oficial de la Berlinale (las de Carla Simón e Isaki Lacuesta). “Las dos tienen un presupuesto de nivel europeo, porque el talento estaba, pero en España, con el cine independiente, hemos tenido que enfrentarnos a producciones europeas independientes que tienen un nivel muy superior. Por desgracia, en España no se ha cuidado lo suficiente el cine independiente de producción ambiciosa y con vocación internacional”, apunta y señala: “Esto ha ocurrido porque las televisiones privadas no han querido jugar en esta liga y con las públicas no es tan fácil”.

Ese dinero se traduce en tiempo. Tiempo para que Carla Simón pudiera estar un año haciendo el casting, otras seis semanas de ensayo, rodando otras ocho semanas… “Todo eso es dinero, y esto, en otras condiciones se hubiera hecho con un casting en tres semanas, se hubieran tenido dos de ensayo y otras dos de rodaje. Esa es la gran diferencia y es lo que le ha faltado al cine independiente hasta ahora para no estar en primera división, o para estar en primera pero no en posiciones de Champions”.

El empuje a este cine pasa por lo público, por entender que el cine independiente con cineastas que han demostrado su talento puede ser ambicioso. Por donde no pasa es por los algoritmos

Para que este empuje no sea un oasis hace falta ayuda pública, porque “este empuje por donde no pasa es por los algoritmos”, como dice Folguera con rotundidad. “Pasa por lo público, por entender desde lo público que el cine independiente con cineastas que han demostrado su talento puede ser ambicioso. Desgraciadamente, y espero que esto cambie pronto, las plataformas más allá de Movistar, no lo apoyan, y las privadas solo a los nombres concretos que les pueden dar prestigio, pero lo que estamos viviendo este año es gracias a las instituciones públicas y a Movistar”.

En Cannes habrá dos películas españolas. Una de ellas, El agua, es una ópera prima de una directora, Elena López Riera, que ya triunfó con sus cortos. Su productor, Rafael Molés, cree que los festivales son “un termómetro de relevancia”, pero que luego solo hay que ver las películas para ver que hay “un cambio que en muchos casos es generacional”. Señala a las directoras. Mujeres jóvenes como Carla Simón o López Riera. “También a los productores jóvenes que están intentando apostar por este cine, junto a otros con más experiencia como Tono Folguera. Compartimos una visión del cine que es diferente, que es una ruptura de esquemas, de temáticas… con una aproximación del productor que es artística”, explica.

Una definición de productor que no tiene que ver con “la del productor capitalista que consigue grandes presupuestos”. “Los que hacemos este tipo de cine nos llamamos, nos preguntamos, hay confianza… en esta línea la obra es lo principal, y la producción está al servicio de la creadora y el creador”, opina. El agua fue un reto que rompía los esquemas ortodoxos de la producción, que descolocaba, pero creían en el proyecto y en el talento de Elena López Riera. Coincide con sus compañeros en que hay que romper un mantra erróneo, el que el cine de autor es una película barata: “el cine de autor hecho entre cuatro amigos difícilmente llegará a un festival. Se necesitan recursos para llegar”.

Los que hacemos este tipo de cine nos llamamos, nos preguntamos, hay confianza… en esta línea la obra es lo principal, y la producción está al servicio de la creadora y el creador

Unos recursos que cada vez son más compartidos gracias a la coproducción, algo que ayuda a explicar y colocar la película en el foco internacional. “Nadie espera nuestras películas. Nadie está necesitando esta película, así que durante el proceso de producción tenemos que explicar por qué es importante que se haga, y eso necesita una financiación alta porque es un trabajo de años. Eso del cine indie por poco precio… si lo haces genial, te pones una medalla de heroicidad, pero con eso no haremos más películas. Los directores deben tener recursos para hacer lo mejor posible la película que han soñado y para poder hacer más”, zanja. Un presupuesto como el que permitió que López Riera estuviera más de un año buscando su reparto y que ayudará a que “este momento no se diluya como una ola”.

Otro de los nombres que están ayudando a este cambio es Álex Lafuente, que con BTeam no solo produce, sino que distribuye el cine español independiente como Las niñas o Cinco lobitos (que pasaron ambas por Berlín y la primera arrasó en los Goya). Puntualiza que lo que estamos viendo es la consolidación, el punto de inflexión, pero que esto es el fruto de un trabajo previo: “Llevamos dos años en los que hay ciertos directores que con sus primeras o segundas películas están teniendo un recorrido internacional y están poniendo bases para estar en competiciones de clases A. Creo que esos cimientos se llevan poniendo dos o tres años y se está notando ahora”.

Es optimista, porque cree que se ha juntado un grupo de profesionales que van a seguir haciendo este cine porque creen en él “a pesar de las dificultades en la distribución y la financiación”, pero espera que se consigan levantar proyectos de forma “más natural y con menos dificultades”. Cree que, actualmente, hay “sensibilidad” en el ICAA y el Gobierno, por lo que cree que es un buen momento para potenciar este apoyo. “Hay personas delante que escuchan, entienden y están de acuerdo, ven que la visibilidad de este tipo de cine es marca España y hay que apoyarlo, pero hay que construir un sistema que nos ayude a llegar con más recursos y apoyos”, zanja. El futuro es de ellos, aunque a veces no tengan todo a su favor.