Kristen Stewart tenía todo para convertirse en la nueva estrella de Hollywood. Era joven, cumplía con los cánones de belleza que marcaba la industria, y protagonizaba la saga más popular del momento, Crepúsculo. Por si fuera poco, había comenzado una relación con su compañero en las películas, Robert Pattinson. Pero en Estados Unidos, si uno quiere triunfar, tiene que seguir las normas. No posicionarse, no destacar, no ser diferente, no llamar la atención… Ser un producto en manos de directivos que deciden lo que se hace o no se hace. No contaban con que la rebeldía de Stewart, que acabó harta del control férreo que mantuvieron sobre ella en la época de la franquicia adolescente y del fenómeno fan que seguía al dedillo cada novedad de la pareja.
Una vez acabó la saga, dijo basta y empezó a tener la vida y la carrera que deseaba. Apostó por el cine que realmente le gustaba, y por cineastas como Olivier Assayas, lo que le dio un César a la Mejor actriz de reparto por Viaje a Sils María. Las revistas, una vez terminada además su relación con Pattinson, comenzaban a chismorrear sobre su sexualidad, hasta que en febrero de 2017, en un monólogo histórico de Saturday Night Live, ella respondió a una batería de tuits donde Donald Trump la insultaba: “Donald, si no te caía bien antes, probablemente tampoco te caeré bien ahora porque soy tan gay, tío”.
Un momento histórico que la convirtió instantáneamente en icono LGTB y al que continuó una entrevista en Harper’s Bazaar donde la actriz hablaba sin tapujos de todas las presiones que sufrió para ocultar su sexualidad. Le dijeron que no podía ir con sus novias de la mano y que nunca lo hiciera público si quería “trabajar en una película de Marvel”. Por suerte no quería hacerlo y tampoco quería atenerse a las normas de una industria rancia e hipócrita. Desde entonces Kristen Stewart ha apostado por filmes independientes y comprometidos como Loves Lies Bleeding, el thriller de Rose Glass que ha estrenado en Berlinale y que la confirman como el icono queer que el cine necesitaba.
Love Lies Bleeding es una película de venganza como las que normalmente han dirigido hombres y protagonizado tíos duros, pero donde ahora las dos protagonistas son una pareja de mujeres, lesbianas, que disfrutan del sexo y se ven envueltas en una espiral de destrucción. Una de ellas, profesional del culturismo, la otra, Stewart, se encarga de un gimnasio y es hija de un gánster redneck al que da vida Ed Harris. Una película llena de violencia, anabolizantes, sangre, y mucho sexo queer. Stewart rompe con todo y convierte la película en dinamita. De hecho, ojalá Rose Glass se decidiera por ser más violenta y más loca como en ese final que nadie espera y que supone un salto mortal hacia atrás.
Hollywood ha demostrado de nuevo que sigue teniendo un problema con el sexo queer, como contaba hace poco el director Ira Sach en elDiario.es debido a la censura en EEUU que ha vivido su filme Passages. Kristen Stewart lo sabe y quiere tensar la cuerda hasta que rompa. De hecho, las fotos publicadas pocos días antes de su llegada a la Berlinale en la portada de Rolling Stone, donde posaba con un calzoncillo masculino con su mano dentro, han levantado una polémica que vuelve a confirmar la mojigatería existente. “La existencia de un cuerpo femenino que irradia algún tipo de sexualidad no diseñada o deseada exclusivamente por hombres heteros es algo con lo que la gente no está muy cómoda”, señaló en la rueda de prensa y aseguró sentirse “muy contenta” con la sesión de fotos.
La existencia de un cuerpo femenino que irradia algún tipo de sexualidad no diseñada o deseada exclusivamente por hombres heteros es algo con lo que lo que la gente no está muy cómoda
Que este tipo de fotografías todavía escandalicen “es algo generalizado, está en todas partes y es algo que se está rebatiendo”, criticó la actriz y pidió que haya cada vez más imágenes así para romper con los prejuicios. Stewart también criticó las entrevistas que se hacen a las artistas, que definió como “prescriptivas” y centradas en el concepto de “empoderamiento”, lo que en su opinión contribuye a que “todos estén más cómodos con el hecho de que hayamos estado tan oprimidas”.
La actriz monopolizó la rueda de prensa del filme, que además de ser un thriller queer con esteroides es una crítica a todos los mensajes meritocráticos y de filosofía barata con los que nos inundan a diario, algo que subrayó también Kristen Stewart centrándolo en EEUU al decir que la película critica esos mensajes, como el de “querer es poder”, que considera falsos, y también la adicción a la “afirmación extrema” y la necesidad de “ganar siempre”. Todo con un personaje al que define como “alguien que ha internalizado mucha misoginia, pero que a pesar de eso no quiere ser de los malos, quiere ser de los buenos” en oposición a las figuras masculinas, sexistas, retrógradas y mafiosas.
Stewart también miró al futuro, y pidió que el cine queer no sea solo un cine centrado en historias sobre lo queer, sino que, como Love Lies Bleeding, pueda ser parte de una película de venganza llena de sangre. “No podemos seguir haciendo eso de decirles a todos cómo deben sentirse y darnos palmaditas en la espalda y recibir puntos por brindar espacio a las voces marginadas, pero que solo se les permita hablar sobre ese tema. Creo que la era en la que las películas queer deban hablar sobre el hecho de ser queer ha terminado. Tal vez se sigan haciendo, pero creo que es algo inherente a la forma en que todos avanzamos”, apuntó y pidió también que no les obliguen a ser símbolos de ninguna causa: “No siempre tienes que subirte a una tribuna y ser la portavoz de todos”. Ella lo fue en Berlín, pero abre la puerta a que lo que venga sea más fluido y con menos etiquetas.