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Léa Mysius, la guionista y directora de moda del cine francés que rompe los géneros

Javier Zurro

23 de octubre de 2022 21:57 h

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Las directoras jóvenes no entienden de géneros cinematográficos. Los cogen, los mezclan, los machacan. No tienen prejuicios ni reparos. Su mirada es fresca y atrevida, sin tener que seguir los códigos establecidos durante décadas por la industria y los manuales. La prueba más evidente estaba en Titane, la locura con la que Julia Ducournau dinamitó las cabezas en Cannes hace dos años antes de ganar la Palma de Oro. Ducournau jugaba a la nueva carne, al terror, al rape and revenge y lo pasaba todo por la batidora de una mente febril e inquieta.

Ahora es Léa Mysius quien mezcla el drama íntimo, el fantástico y hasta el cine social en Los cinco diablos, su segunda película con la que conquistó Cannes desde una sección paralela la pasada edición. Ya había dejado muestras de su talento iconoclasta en su debut, Ava, y aquí da un paso más con la historia de una niña que sufre bullying en el colegio por ser negra y tener el pelo rizado. Ella tiene una habilidad, puede reproducir los olores y guardarlos en tarros. La visita de la hermana de su padre hará que ese don se convierta en una puerta para viajar a través de los recuerdos de los adultos. Un mundo de mentiras, traiciones y prejuicios sociales.

No es casualidad que Mysius sea la mujer de moda en el cine francés. No solo ha dirigido dos obras originales, sino que es la guionista que todos los grandes autores franceses quieren para escribir junto a ellos. Ella coescribió París, distrito 13, de Jacques Audiard; Stars at noon, la última película de Claire Denis y es colaboradora habitual de Arnaud Desplechin. Los cinco diablos nace de una imagen que no se le iba de la cabeza, la de una joven gritando durante un incendio. La unió con otra, la de una chica extraña, con un toque divertido y un don para los olores. Dos ideas a las que fue dando forma a una película que se construye “a través de mosaicos, de trozos, de imágenes que van entrando y encajando”.

Sus dos películas como directora tienen varios elementos en común. El más importante es la importancia de los sentidos. Mientras que en Ava la protagonista era una niña que perdía la vista, aquí es otra chica que tiene un olfato hiperdesarrollado que le otorga habilidades fantásticas. Un reto para enlazar “el sentido y la cinematografía”. “Con la vista es más obvio, se podría decir que se ve, pero el olfato es invisible, es intangible, muy difícil de reproducir en imágenes. ¿Como podía filmar algo invisible? En la película los olores se materializan en esos tarritos de cristal que convierten el olor en algo visual, lo convertimos en algo tangible y de ahí pasamos a la magia, que es lo que nos lleva al género fantástico, pero sobre todo a los recuerdos. No son sueños, sino que surgen imágenes que estaban escondidas en el inconsciente. Digamos que la idea era hacer del inconsciente algo físico”, explica sobre su apuesta.

También se repite la importancia del entorno, usando el paisaje como elemento configurado de los personajes. Ahora son las montañas heladas y un lago solitario donde estos personajes se mueven. Un paisaje que contrasta con el fuego que tanta importancia tendrá en el desarrollo de la historia. Para Mysius “la montaña tiene algo doble, es especial, sublime y a la vez sofocante”. “Los personajes ocupan ese paisaje y lo ocupan cada uno a su manera. A mí desde siempre me ha dado la impresión de que la protagonista es como un volcán apagado o, mejor dicho, adormecido. En el pasado era todo fuego, vivía, estaba llena de luz, de fuerza. Y ahora duerme, se sumerge en un lago helado de aguas heladas. Hay una relación física muy fuerte con los elementos de la naturaleza, hay un contacto muy directo con el agua, la tierra o el aire. Y por supuesto con el fuego, y eso nos lleva a Bachelard, un filósofo francés que justamente relaciona el psicoanálisis con los cuatro elementos”.

¿Como podía filmar algo invisible? En la película los olores se materializan en esos tarritos de cristal, los convertimos en algo tangible y de ahí pasamos a la magia

El miedo al auge de la ultraderecha estaba ya en Ava, y aquí prefiere mostrar cómo los comentarios racistas y homófobos calan hasta en las nuevas generaciones. Aunque se haya avanzado sigue habiendo miradas, se señala al diferente, y en las propias familias no se aceptan relaciones que salgan del canon conservador. Mysius deja claro que quería mostrar esas conductas, pero “sin que fuera demasiado obvio”. “Me parece que cuando muestras algo de forma obvia el espectador tiende a no creérselo, a decir que eso no puede ser, y sin embargo ocurre y es todo mucho más insidioso. Queríamos que fuera una película mestiza, porque en Francia es algo totalmente normal, pero mostrando que estas cosas ocurren, y que no es todo un camino de rosas, que no todo funciona”. La directora sabe que en Francia “hay racismo y hay homofobia, y eso se nota por la presencia de la extrema derecha, es una clara prueba de ello, y no solo en Francia o en España, ocurre en todo el mundo”.

Sus toques de cine fantástico no estaban prediseñados y calculados, ella no escribe así. “No pienso 'voy a hacer algo de fantasía o de tal género'. Digamos que lo fantástico nace a medida que escribo el guion. Quizás porque me gusta hacer estallar el envoltorio, pasar del naturalismo a algo menos clasificable. Algo que esté, como esta película, un poco en la frontera de varios géneros, que sea una encrucijada de géneros”, apunta. Una mezcla que no sabe si es algo más propio de una nueva generación de mujeres: “Yo creo que muchas mujeres tienen ganas de hacer algo nuevo. De tocar cosas. Yo, personalmente, quiero aportar algo nuevo. Quiero contar algo diferente, algo que me interese a mí y que interese a la gente también. No sé si realmente se trata de ser realizador o realizadora, pero hace poco, la semana pasada, estaba leyendo un libro sobre justamente la polifonía en la literatura y decía que la mayoría de las novelas polifónicas son escritas por mujeres, como si la mujer pudiera dominar más fácilmente varias voces. No estar en un solo discurso, sino ampliarlo a varios, y me parece una reflexión sumamente interesante”.

A pesar del éxito de sus dos primeras películas como directora no piensa dejar de escribir para otros. “Me gusta mucho escribir y además me parece que son dos posiciones totalmente diferentes. Además, cuando trabajas con los directores con los que he trabajado aprendes muchísimo eso. Te metes en la visión de otra persona y esa visión te aporta algo, hace que tu mirada sea más… más exacta, afina tu mirada. En ningún momento se trata de imitar el punto de vista de otro o la mirada de otro, sino de conseguir forjar su propia mirada. Si solamente te dedicas a escribir tus propias películas, puedes llegar a la obsesión, y trabajar con otros está muy bien, porque te recuerda que cuando tú diriges tu película no estás tú solo, que hay 50 personas detrás de ti, todo un equipo que te ayuda a llevar esa película, a plasmar esa idea tuya, y si solo trabajas para ti mismo tiendes a olvidarlo. Está bien tener un poco de humildad”.