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El mayor armario del cine se encuentra en Algete y su futuro pasa por el metaverso

Javier Zurro

Algete (Madrid) —
22 de diciembre de 2022 22:13 h

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Troya se encuentra a 40 kilómetros de Madrid. Exactamente en una nave industrial en Algete. A su lado, la china imperial de Mulán. Al otro, la Italia de Marco Polo en el siglo XIII. No es un error de Google Maps. En un polígono industrial de la provincia madrileña se encuentran los trajes que han vestido a cientos de películas históricas. Algete es el centro neurálgico de la moda de cine gracias a Peris Costumes, una empresa que desde mediados del siglo XIX realiza y alquila trajes para las diferentes artes escénicas. Una empresa que comenzó como algo familiar y que ahora es el mayor vestuario del cine del mundo. Ya tienen sede en Lisboa, Viena, Budapest, Poznan, Praga y Berlín, y sus modelos y modistas son deseados por cualquier superproducción.

En Peris se guardan, actualmente, 10 millones de piezas en sus 22 naves. Pasillos llenos de cotas de malla, de cascos, de trajes de piel que simulan la antigua Grecia, máscaras de Anubis realizadas en piel… Todo dividido por épocas. Hay hasta naves dedicadas a la historia de España, salas llenas de joyas, una pared llena de gafas de sol… Un auténtico escaparate de la moda que uno ve en las series y películas todos los días. Aunque parezca increíble, no dejan de crecer, y hasta confiesan que se encuentran en una época de “expansión agresiva”. 

Películas cuyo vestuario ha sido nominado al Oscar, como Mulán o Troya, alquilaron y crearon sus trajes en Peris. De hecho, cuentan orgullosos que Brad Pitt y Orlando Bloom quisieron quedarse los suyos. No es lo normal, pero si Pitt te pide el traje, se lo das, cuentan casi como un secreto rodeados de sandalias y petos de cuero. Con Mulán fueron ellos los que decidieron quedarse varios de los trajes que se habían creado expresamente para el filme. Y aquí sale a relucir otra de las claves de este negocio: la adquisición. Su colección no para de crecer, y muchas de las piezas que se crean desde cero pasan a formar parte de su ‘fondo de armario’. Una vez entran, estas se ponen en el catálogo para que sean alquiladas para nuevas películas.

En el negocio del vestuario de cine hay dos formas de trabajar, que normalmente incluso vienen de la mano. La primera parte es alquilar todos los trajes para extras, secundarios y figuración. Luego viene lo más complicado, vestir a los protagonistas que saldrán en la mayor parte de las escenas y en el primer plano. Dependiendo del presupuesto se puede optar por crear desde cero esos trajes o por alquilar algunos ya usados en producciones de épocas parecidas y customizarlos. Colocar colores que gusten, detalles que los diferencien y los hagan personales. Al final es un círculo que se cierra. Lo que se crea suele adquirirse para que luego se pueda alquilar a las siguientes producciones.

Una sastrería artesanal

Los trajes ya creados se encuentran en las numerosas naves, pero entre esas 22 hay pequeñas joyas escondidas. Una de ellas es la de la sastrería, donde se crean de cero pequeñas obras maestras. Allí la forma de trabajar cambia. El diseñador de vestuario o la figurinista llega con su diseño. Si hay algo que cuadre ya creado se le ofrece, y si no lo quiere o prefiere crearlo desde cero, se construye. Las máquinas de coser trabajan a todo ritmo y una persona se dedica a colocar botones para una entrega urgente. Están rodeados de percheros, muchos de ellos tienen códigos en clave. Las grandes producciones no dejan nada al azar, y no pueden permitirse que se filtren títulos o lugares de rodaje. Muchas veces ni ellos saben realmente cuál es la producción para la que cosen, o no pueden contarlo gracias a contratos de confidencialidad.

Entre lo más reciente que se ha creado de cero está el vestuario de la serie The English, protagonizada por Emily Blunt. Su diseñador de vestuario llegó con fotos de la época, y allí vieron que se parecían a las que ya poseían en Peris para Lincoln, la película de Steven Spielberg, y empezaron a crear. Muchas veces los trajes que parecen más complicados en pantalla son los más sencillos, ya que se poseen muchas referencias históricas y visuales, mientras lo que parece más fácil resulta lo más complejo. En esa categoría se encuentra la capa que llevará el próximo Zorro, Miguel Bernardeau, en la serie que prepara Secuoya. Ha sido un quebradero de cabeza pero ha llegado a buen puerto en una unión entre la diseñadora de vestuario Clara Bilbao y las sastras de Peris, que buscaron algo “que no pareciera una sotana” y que tampoco fuera una capa clásica como las que ya se han visto en otras versiones del personaje.

Algete se ha convertido en una especie de parque temático cinematográfico. Cada nave dedicada a un área del vestuario. Una solo para zapatos. No para guardarlos, sino para crearlos desde cero. Estanterías llenas de suelas, plantillas y moldes. Olor a piel y cuero por todos los sitios y golpes de martillo para ensamblar las piezas. Al lado, una máquina de última generación que corta los materiales cuando uno mete los diseños. Una extraña mezcla de tradición y modernidad que es la seña de identidad con la que ahora se quieren diferenciar de cualquier competencia. En Peris uno puede salir vestido de los pies a la cabeza, porque tienen hasta joyería. Una sala llena de piezas —casi ninguna tienen un alto valor económico, sino que son réplicas— que simulan accesorias desde la época maya hasta el presente. Una de las que llama la atención es un gorro de plumas. En pocos días se verá en la televisión, es el que lucirá Belén Cuesta como Bárbara Rey en Cristo y Rey.

Que no parezca nuevo

En otra nave, otro mundo de este parque temático menos vistoso, se lava, se plancha… y se decolora. Unos tanques azules inmensos sirven para cambiar de color pieles y vestidos. Si un cliente quiere unos trajes en granate se tiñen de granate. “Para Gladiator tuvieron que envejecer la ropa”, cuenta Juan Padilla, cuyo abuelo ya se dedicaba a la tintorería para cine y trabajó en el rodaje de El Cid, con Charlton Heston en 1961. Estudió química, y no hay ningún compuesto ni producto que escape a su conocimiento. Peris era cliente de su padre y ahora él forma parte de Peris. Padilla da otra de las claves que nadie sabe. La ropa no puede salir nueva para un rodaje. Esos trajes, esos vestuarios, en la trama del filme llevan decenas o cientos de puestas. No pueden ser brillantes y relucientes. Tienen que parecer ajados. Esa es también su labor.

Aunque el cine viva momentos complicados, la pandemia ha revelado a Peris que parte de su negocio pasa por las series. Ya lo habían notado, pero su directora de comunicación, Myriam Wais, confirma que desde el encierro en casa el crecimiento de las peticiones de series “ha sido exponencial”. Además, hay producciones con mucho presupuesto. En España la más lujosa que han visto ha sido La peste, de Alberto Rodríguez para Movistar+, pero las de fuera “conciben cada episodio de 50 minutos como si fuera una película”. Marco Polo fue la apuesta más ambiciosa que han recibido del extranjero, pero su fracaso de audiencia hizo que solo tuviera una temporada. Tras cancelarla, Peris se quedó todo el vestuario que pasó a engrosar su catálogo. Los amoríos de Los Bridgerton también están vestidos por ellos, o las monjas guerreras de Warrior Nun, que les hicieron ver que los trajes clericales no eran tan abundantes en sus 22 naves industriales. 

Todo en el contrato

Una de las partes fundamentales de Peris es la logística. Todo lo que sale debe ser registrado. Número de trajes, condiciones, dirección… todo. Por ello celebran la llegada de un “carrusel” que gracias a la tecnología y la informática ha permitido informatizar toda esa información. Se les pone un código de barras que se lee y se ve hasta una foto que se hace a cada traje antes de salir a su destino. 

Por mucho que la tecnología haya ayudado, siempre hay que estar pendiente. Un traje se puede perder en una aduana, puede llegar en malas condiciones o puede no satisfacer a los clientes. Para una serie de la que no pueden decir el nombre, secedió un problema con los zapatos. Se hizo un calzado a medida que, una vez llegado al rodaje, no le iba. En esos momentos Peris debe buscar una solución, y todos se ponen manos a la obra para darla lo más rápido posible. “La logística es muy complicada”, asegura Myriam Wais.

En un contrato tiene que venir muy claro lo que se envía… y lo que se devuelve. También el estado en el que se devuelve. Muchos trajes serán usados en peleas, batallas y escenas de acción. Si van a llegar rasgados o rotos hay que dejarlo claro. El ejemplo más claro, La casa de papel. De los monos rojos volvieron dos, el resto se quemaron. Eso estaba explícito en el acuerdo al que se llegó con ellos. 

Futuro y metaverso

La crisis de las salas de cine no ha afectado a Peris. Las plataformas siguen produciendo y las series son una parte importante del negocio. Siguen creciendo y las 22 naves empiezan a quedarse pequeñas. Pero el futuro no pasa solo por las series, sino por el metaverso y la apuesta digital. Antes para tener 1.000 extras en una película se contrataba a 1.000 personas y se vestía a esas 1.000 personas con todas las prendas que hay en los almacenes. Ahora, el avance de los efectos especiales y la tecnología digital ha hecho que todo se transforme. En Peris han sabido leer el signo de los tiempos y han creado su propia tecnología —y su propia empresa dentro de la misma estructura, Peris Digital— para que sus trajes también puedan ser usados virtualmente.

En una esquina de una de las naves se encuentra un entramado que parece sacado de una película de ciencia ficción. Doce torres metálicas con doce cámaras en cada una de ellas. Una tecnología parecida a la que en Matrix se usó para crear el mítico bullet time. La idea es poder crear objetos virtuales de todas las piezas y trajes que hay en los almacenes de Peris. Se coloca el traje en una percha en el centro de la estructura y se lanza una fotografía a la vez desde las 144 cámaras. El resultado es un objeto de alta definición que ‘alquilan’ a las películas y series para que lo usen. Ahora ya no tienen que enviar 500 trajes de romanos que han tenido que ser previamente envejecidos, sino que se hace una recreación digital de la pieza. Se retoca con el ordenador y se manda.

Una tecnología que no solo sirve para trajes, sino para crear figuras virtuales de seres humanos. Para muchas escenas de acción hacen falta ‘dobles’ digitales que se animen desde el ordenador. Muchos actores han pasado por Peris para hacer su avatar digital. La semana pasada, toda la estructura se movió a un rodaje en Andalucía para poder ir creando y digitalizando a varios actores. En la misma sala un vídeo muestra una escena de romanos. Hay cientos de extras al fondo, dos guardias en segundo plano y un protagonista en el frente. No solo los extras, sino los dos guardias eran digitales aparentando un realismo que engaña al ojo humano. Con su software propio se han creado los dobles digitrales de la segunda temporada de Warrior Nun, los dobles y los objetos digitales de 1899, uno de los últimos éxitos de Netflix, y se ha usado para la segunda temporada de Winning Time, la serie de HBO sobre los Lakers. 

Su reto de futuro: meterse en el metaverso y en los videojuegos. Poder customizar y vestir a la gente que pasea por los diferentes metaversos como los de Fortnite o Second Life. Para ello, Peris se encuentra en un trabajo arduo para crear su propio marketplace en el que pueda haber un catálogo digital con toda su oferta. Que el cliente pueda elegir lo que quiere y se lo preparan y mandan. Solo tienen que elegir la calidad (cuanto mayor, más será el precio), que dependerá de en dónde se verá ese objeto. Un primer plano, un protagonista, necesitará la máxima calidad, mientras que un extra al fondo podrá resolverse con menos resolución.

“Los usuarios querrán diferenciar sus avatares del resto y personalizar su aspecto en esos mundos virtuales. Crear esa oferta para un nuevo mercado, junto con el hecho de que no existe un único metaverso y existen múltiples requerimientos de calidad, supone un desafío para las marcas. El metaverso será en 3D o no será”, dicen en Peris Digital sobre este nuevo reto para una empresa que empezó cosiendo trajes para el teatro y ahora apunta a mundos virtuales.

Entre esas 22 naves llenas de estanterías metálicas que llegan hasta el techo hay tesoros que pasan desapercibidos. Trajes que se han tejido a mano, que han llevado estrellas, que han ganado premios… Uno siente que en cada pasillo se está perdiendo algo. Quizás por ello, en la mente de los dueños siempre hay una idea revoloteando, crear un museo para lucir parte de las 10 millones de piezas que guardan en Algete. “Sí, se ha pensado, pero eso requiere una gran inversión”, dicen desde Peris mientras las máquinas de coser siguen tejiendo y produciendo los vestidos que se verán en la pantalla de cine dentro de unos meses.