“No creo que haya derecho al olvido, solo la memoria es sanadora”
Inés tiene una sola fotografía con su padre, de cuando ella tenía apenas dos años. En la foto, ambos están junto al lago en el que Inés pasará sus vacaciones infantiles. De esa imagen, Inés extrae sus recuerdos: un Renault verde, unos padres jóvenes en verano, un hermano bebé en el asiento de atrás. Unos meses después de que esa foto fuese tomada, el padre de Inés desaparecería víctima de la dictadura militar argentina.
Esta es la premisa de La idea de un lago, el segundo largometraje de Milagros Mumenthaler -el primero Abrir puertas y ventanas le valió el el Pardo de Oro en 2011- que se estrena ahora en España. Un trabajo íntimo, que huye de cómo se han retratado la década de los setenta en Argentina y que busca, sobre todo, contar una historia.
La historia que se cuenta no es abstracta, sino que está basada la propia narración de la artista Guadalupe Gaona sobre su familia. Tras retratar la decadencia del lujo de una estirpe a través del desmantelamiento de su aristocrática casa familiar en el trabajo fotográfico Quieta, Gaona inspeccionó la ausencia de su padre en el libro Pozo de aire. De ahí sale esta película.
“Cuando contacté con Guadalupe tuvimos muy buena conexión, viajé con ella al sur y me contó el proceso de contar su propia historia. Por eso en la película salen los tres elementos centrales: lo poético, las imágenes y ese elemento documental autobiográfico pero ficcionalizado, que requería un gran compromiso por mi parte para narrar su historia”, analiza Mumenthaler.
Aún así, la película no resulta evidente, ni estrictamente política. Son, sobre todo, las vivencias de una niña. “No se plantean los hechos puntuales, sino el después. Inés tuvo una infancia feliz, lo más normal que se puede esperar. También quería contar eso. Uno se cruza con hijos de desaparecidos y es importante sacar la etiqueta, son personas, son muchas más cosa que 'hijos de'.”
El trabajo sorprende, entre otras cosas, por la narración de lo que no se cuenta. A partir de largas conversaciones con Gaona, la directora ensambla la vida de una mujer, Inés, que en la recta final de su embarazo decide tomar las riendas de un pasado que la precede, y que ha convivido con ella desde la infancia. Desde retazos de los recuerdos y sensaciones, se desarrolla también cómo la historia se construye a partir de lo no dicho.
“Toda película es una reducción, para mí esta es una película sobre la intimidad de las personas. Qué es lo que un personaje puede decir y qué se guarda. Hay muchas cosas que Inés no sabe y no podrá saber sobre su padre”, reflexiona. Pero Inés no está sola en ese trance. “El personaje de la madre de Inés era muy importante, porque es el de una mujer que decide serle fiel a su marido desaparecido y eso no deja de ser un enigma. Levantarse cada mañana y afirmar 'yo soy compañera de un desaparecido' tiene que ser un peso muy fuerte para los hijos”.
Después de La historia oficial
La historia oficialLa idea de un lago, más allá de sus méritos artísticos, puede imbrincarse en una nueva manera de relatar el pasado reciente en Argentina. Y es la de una generación que no vivió necesariamente los hechos, pero sí puede relatarlos desde otro punto de vista. Es el caso de Los rubios de Albertina Carri, Calles de la memoria de Carmen Guarini o la novela La casa de los conejos, de Laura Alcoba. También es el punto de vista de Mumenthaler, que es hija de exiliados, se crió en Suiza y regresó a estudiar cine a Buenos Aires a los diecinueve años.
“Yo soy hija de exiliados y me volví. Pero lo que más me atrapó de narrar esta historia es la idea de lo cotidiano. Nunca se habla de los hechos puntuales, sino de vivencias de niña que tiene que ver con los que quedan, con los vínculos familiares que quedaron, más allá de un acercamiento estrictamente político”, dice.
Ha pasado ya mucho tiempo desde La historia oficial, de Luis Puenzo, ganadora de un Oscar a mejor película extranjera, que describía exactamente los horrores de la dictadura y que es el referente mundial sobre la épica. “Hubo un primer momento donde era necesario un tipo de cine que narrara los hechos históricos para abrir los ojos. Después de doce años de kirchnerismo de políticas que impulsaron los derechos humanos hay algo que ya se ha instalado y ahora se puede contar desde otro lugar”, reflexiona Mumenthaler.
De entre los trabajos que inciden sobre los años del terror en Argentina y sus consecuencias, la autora destaca M, la película de Nicolás Prividera sobre la búsqueda del propio director de su madre desaparecida. “Se trata de una película muy visceral, en primera persona, que no necesita contar hechos, sino como se vive algo internamente”.
El punto de vista, vital en la construcción del cine argentino contemporáneo que trata la dictadura militar lo entiende Mumenthaler como “un derecho civil a la memoria”. ¿Puede construir el derecho a la memoria un derecho al olvido, como han argumentado algunos filósofos? ¿Es pasar página un acto necesario también?
Mumenthaler es tajante. “No creo que haya derecho al olvido. Solo la memoria es sanadora en una sociedad y hace que esta avance. No únicamente con la dictadura, hay muchos otros temas históricos que es necesario abordar. Sin duda, el de los pueblos originarios, que es la deuda pendiente del pueblo argentino. Y muchos otros. Cada país tiene los suyos, ¿no?”.