El caso del asesinato de Nagore Laffage y el de 'la manada' están unidos por el hilo invisible de la violencia machista y de la cultura de la violación. Un hilo que conecta a dos mujeres en la misma ciudad y el mismo día, pero con ocho años de diferencia. El 7 de julio Nagore fue asesinada por un compañero de trabajo por resistirse cuando él intentó violarla. En la misma ciudad, el mismo día, en 2016, la víctima de 'la manada' fue violada por cinco hombres en un portal. Grabaron el suceso, le robaron el móvil y la dejaron abandonada. La triste unión también tiene un componente judicial y hasta lingüístico. Un jurado popular decidió en el caso de Nagore que no se trataba de un asesinato, sino de un homicidio. El juicio de 'la manada' concluyó que fue abuso y no violación.
Juicios en los que se escucharon frases que todavía duelen. A la madre de Nagore le preguntaron si su hija era “ligona”. La joven violada por cinco hombres tuvo que soportar que le preguntaran sobre la forma en la que se sentaba, que le pusieran un detective para cuestionar su estilo de vida, que filtraran sus datos, y que le preguntaran si estaba excitada cuando entró en aquel portal. Sin embargo, hay algo que rompe ese hilo, y es que tras lo ocurrido en los sanfermines de 2016, las mujeres dijeron basta. Aquello fue una vejación a todas. Salieron a la calle. Gritaron que “solo sí es sí”, que “no es abuso, es violación”, y crearon un grito de guerra que se convirtió en lema de una nueva ola del feminismo. Aquel “hermana, yo sí te creo” fundamental para que las víctimas se atrevieran a hablar y contar todas las violencias sexuales que habían sufrido desde hace décadas.
Fue un cambio de paradigma que provocó incluso un cambio legal. Hasta aquel momento, drogar a una mujer para luego abusar de ella no era considerado violación. Ahora todo es agresión sexual y la sumisión química, un agravante. Por el camino hubo mucho ruido. Demasiado. La prensa convirtió aquel caso en un suceso amarillista en donde periodistas hacían encuestas en Twitter sobre si aquello era violación o sexo consentido. Medios que publicaron datos íntimos. Horas y horas de televisión a costa de una mujer violada que por no tener, no tenía ni nombre.
El paso del tiempo ha sido necesario para ver todo lo que provocó, y también el efecto de retroceso provocado por la llegada de la extrema derecha. Es eso, poner en orden las piezas y servir de compendio preciso y necesario, lo que hacen los cineastas Almudena Carracedo y Robert Bahar en el documental No estás sola: la lucha contra la manada. De alguna forma repiten lo que consiguieron con El silencio de otros. Si en aquella ocasión hicieron una mirada a las víctimas del franquismo a través de testimonios incuestionables, ahora lo hacen dando voz a quienes hasta ahora no habían hablado. La policía que encontró a la víctima llorando. La asistenta social que tuvo que contar lo ocurrido a su madre. Y la madre de Nagore Laffage, voz fundamental y dolorosa de este trabajo.
Una película que llega este viernes a Netflix y cuyo rodaje se ha llevado en el más estricto de los silencios, algo deliberado. “Precisamente lo decidimos por la repercusión mediática que tuvo entonces el caso. Si queríamos trabajar tranquilos, con nuestros tiempos y sin ningún tipo de presión, teníamos que hacerlo de manera confidencial. Por otro lado, también queríamos proteger a las víctimas y proteger a las personas que participan en el documental de todas las especulaciones que podían haber ido surgiendo”, cuenta Almudena Carracedo quien describe este trabajo como “una deconstrucción de todo lo que pasó, de la repercusión judicial, mediática, social, y de ese movimiento que realmente cambió una manera de pensar y fue un punto de inflexión”.
No queremos minimizar el trabajo estupendo de medios escritos con una perspectiva feminista, pero la televisión tuvo un gran impacto en cómo se pensaba esta historia
Los cineastas tenían la sensación de que el relato había sido tomado por los abogados de 'la manada' y querían poder contarlo poniendo el foco en las víctimas y desde “las personas que las habían acompañado en este proceso y lo habían vivido tan de cerca”. “Nos parecía que eso faltaba, que no estaban todas esas piezas juntas, y que al tener todo ese mosaico ya armado, se iban a entender muchas cosas que durante el mismo proceso no se podían entender”, añaden. Robert Bahar puntualiza el exhaustivo proceso de investigación que les hizo llegar a tener 60 horas de entrevistas y 50 horas de material original.
Además de mostrar la importancia de lo ocurrido, Carracedo y Bahar ponen un espejo terrorífico al papel de los medios. Un “circo”, como se oye en un momento del documental. Tenían claro que el ámbito mediático debía ser una de las tres patas fundamentales de su trabajo, y decidieron centrarse en “los medios televisivos porque son los que tienen más peso en establecer la memoria colectiva sobre esta historia”. “No queremos minimizar el valor y el trabajo estupendo que también se hizo, especialmente desde medios escritos con una perspectiva feminista, pero la televisión tuvo un gran impacto en cómo se pensaba esta historia”, añade Carracedo destacando el trabajo de periodistas como Ana Requena, redactora jefa de Género en elDiario.es y una de las voces de este filme.
Para la directora había un choque hasta generacional entre lo que se vivía en la calle y lo que se escuchaba “en los medios hegemónicos, especialmente la televisión, con un relato casi negacionista y de cuestionamiento de la víctima”. “Era interesante poder mostrar esas dos facetas y entender un poco cómo se construyó ese relato. Al fin y al cabo fueron los abogados de la defensa los que tuvieron ese espacio en los medios. Este relato se multiplica en los medios y por supuesto se multiplica en redes y va creando este relato social de duda del que hablábamos y que nosotros queríamos de alguna manera deconstruir para retomar el relato”.
Un trabajo que contó con la aprobación de las víctimas âtambién la de Pozoblanco, anterior a lo ocurrido en 2016, y que también sufrió una agresión de 'la manada'â y sus familias. Les enseñaron el trabajo antes de estrenarlo. La cuestión ética de qué mostrar o no mostrar fue algo fundamental. Desde que decidieron trabajar en el tema se preguntaron cuáles eran sus “líneas rojas”. Tenían que dejar claro que eran “hechos probados” y no una versión de lo ocurrido. “Nuestra línea roja fueron las imágenes. No mostramos absolutamente ninguna, y los detalles más morbosos y más concretos de las agresiones se evitaron porque nuestro punto de partida era 100% respeto y 0% morbo”.
Aunque la película termina de forma optimista, con las nuevas generaciones tomando la calle y provocando cambios, la realidad es que el discurso reaccionario vuelve a tomar poder, y es algo de lo que son conscientes. “Estamos en un momento donde hay una respuesta en contra de cualquier cosa vinculada con el feminismo, también en contra de los movimientos LGBTI, es un momento delicado y yo creo que por eso también es un momento de lucha”, opina Robert Bahar. Su compañera recuerda lo ocurrido también con El silencio de otros, cuando mucha gente les preguntaba si no estaban “reabriendo heridas”. “Nosotros siempre decíamos que lo que queríamos hacer con nuestro trabajo es cerrarlas, y para eso hay que hablar y visibilizar. Esto es algo que las mujeres hemos vivido desde pequeñitas. Yo cuando hice la película hice mi lista de cosas que nunca había contado ni compartido. Nuestro objetivo es sacar del silencio y visibilizar esta violencia que sufrimos las mujeres, esta violencia sexual a todos los niveles”. Una responsabilidad que saben que es individual, pero que “también es colectiva”. Así se podrá conseguir eso que se escucha, en la voz de Natalia de Molina, decir a la víctima de 'la manada': “No os quedéis calladas, contadlo, hacedlo como queráis, pero contadlo”.