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'Como perros salvajes', la libertad como condena

Rubén Lardín

Dustin Hoffman sale de la cárcel, deambula desnortado, se pide un perrito caliente en un chiringuito y hace el amago de irse sin pagar. Ni la dirección ni la interpretación cargan tintas en su conducta, el personaje no pretende escaquearse, es algo que ocurre. Fuera del trullo todo es muy complicado.

Era el comienzo de Libertad condicional, una película de 1978 donde Ulu Grosbard adaptaba No hay bestia tan feroz, la primera novela de Edward Bunker, un ex presidiario que allí hacía su primer papel como actor y que en el futuro sería conocido por el gran público como el señor Azul de Reservoir Dogs.

Cuarenta años después, el guionista y director Paul Schrader toma otra novela del autor para seguir los avances en libertad no de uno, sino de tres reclusos de destino incierto.

Homo homini lupus

Tras varias condenas intermitentes por robos, atracos, extorsión y tráfico de drogas, Edward Bunker, nacido en 1933, fue puesto definitivamente en libertad en 1975. Desde entonces y hasta su muerte en 2005 pasó a cultivar una prestigiosa carrera como autor de novela criminal con títulos como Little Boy Blue o La fábrica de animales, llevada al cine por su compañero Steve -señor Rosa- Buscemi. Fue también autor de estupendos guiones de aventura como El tren del infierno y asesor de otros como el de Heat, la famosa película de Michael Mann.

Se puede decir que Bunker vivió la segunda mitad de su vida perfectamente integrado en sociedad, pero su voz narrativa indicaba que seguía escribiendo desde dentro. O al menos supo enunciar la complejidad y la crudeza de este afuera con una claridad que no parecía al alcance de un civil sin antecedentes.

Como perros salvajes, que traduce a las bravas y muy adecuadamente el Dog Eat Dog original, adapta la cuarta novela de Bunker con una economía de medios tan escandalosa como natural. No solo porque fuera rodada en menos de un mes, sino porque los intereses del director Paul Schrader, siempre ocupado en dar con alguna moral que aporte sentido a la existencia, se avienen a la perfección con las preocupaciones del escritor, que al fin y al cabo fundó su obra sobre el fracaso cantado de cualquier intento de redención.

El cine trascendental

Antes de cumplir los 50, Paul Schrader sostenía que sus películas más preciadas eran las de “solitarios”: Taxi Driver, American Gigolo y Posibilidad de escape. La primera seguía a un veinteañero lleno de rabia, la segunda a un treintañero narcisista y la tercera un cuarentón pasto de la ansiedad. Con el tiempo, títulos como Aflicción vendrían a completar el retrato de un autor siempre angustiado.

Más de veinte años después, Como perros salvajes se sucede instalada en la fiebre. La que padecen sus personajes, ingenuos aspirantes a una vida reglada, pero sobre todo la que tantas veces ha caracterizado a ese Schrader responsable de un cine inquieto, enajenado y de una intensidad emocional fuera de norma. La aceptación del espectador, en este caso, dependerá de su tolerancia a la ultraviolencia y a la presencia de actores siempre excesivos como Nicolas Cage y Willem Dafoe.

Como perros salvajes está lejos de ser una película satisfactoria y eso la hace todavía más absoluta. No solo es una aportación menor comparada con las obras maestras de Schrader, también palidece junto a subestimados títulos suyos como The Canyons, al que de ningún modo alcanza en delirio. Y sin embargo no deja de suponer una colaboración atractiva y estimulante, cuando menos para completar la figura de un autor condenado a manejarse en los márgenes pese a ser uno de los más importantes en la historia del cine moderno.

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