2022 será recordado como uno de los mejores años para la historia del cine español. Al menos en lo que a proyección internacional y presencia en festivales se refiere. Nuestras películas más independientes y autorales están viajando, están gustando y están triunfando en todos los certámenes de clase A. No ha habido gran evento este curso en el que el cine español no haya estado. Las últimas buenas noticias vienen de Karlovy Vary, el segundo festival más antiguo de Europa y uno donde se proyectan los filmes más arriesgados y personales.
El cine español ha vuelto de allí con dos premios. El primero, el Premio Especial del Jurado en la sección principal para Jonás Trueba por Tenéis que venir a verla. Su último filme es más un ensayo cinematográfico que una película narrativa al uso. Una obra de apenas 60 minutos en la que se concentra un estado de ánimo postpandémico y las dudas generacionales gracias a dos parejas de amigos que interpretan Francesco Carril, Itsaso Arana, Irene Escolar y Vito Sanz. Una obra trufada de música, poesía y hasta ping pong, que ha conquistado a la crítica y recibe su primer premio importante en su carrera internacional.
Es un premio que, además, reconoce un cine hecho a contracorriente, casi una respuesta contracultural a una industria que ahora se cimienta en las plataformas y en la que todos trabajan para ellas. Jonás Trueba se niega y realiza un cine personal y de resistencia que ya encadena dos grandes películas consecutivas tras su excelente Quién lo impide que compitió en el pasado Festival de Cine de San Sebastián.
El otro premio también fue un Especial del Jurado pero en la sección Proxima, recién creada en el festival. Fue para Eduardo Casanova por La piedad, filme en el que prolonga su particular universo creativo iniciado con Pieles y en el que habla de una relación tóxica entre una madre y un hijo a los que dan vida Ángela Molina y Manel Llunell. Un título que también se atreve con la dictadura norcoreana y que triunfa en su puesta de largo. Todavía no se ha estrenado en España y no tiene fecha definida, pero antes estará en otros festivales internacionales. Un buen impulso para una película en la que Eduardo Casanova ha trabajado sin descanso durante años.
Son la confirmación de que hay un cine de autor, de producción independiente, que está dando voz a una nueva generación de directores y directoras que está volviendo a colocar el cine español en el foco. La primera muestra fue en enero, cuando Carlota Pereda presentó en Sundance su esperada Cerdita, pero fue en febrero cuando todo adquirió velocidad de crucero, ya que la Sección Oficial de la Berlinale eligió a dos películas españolas, Alcarràs, de Carla Simón; y Un año, una noche, de Isaki Lacuesta. Simón logró el Oso de Oro, un triunfo histórico y la primera directora española en lograrlo. Lacuesta, que estaba en las quinielas de favoritos, obtuvo el premio del jurado ecuménico. Además, en la sección Panorama se presentó Cinco Lobitos, que luego arrasaría en Málaga.
Ya entonces se empezó a barruntar que sería un año histórico para nuestro cine, y la siguiente confirmación llegó en el Festival de Cannes. La debutante Elena López Riera presentó su maravillosa ópera prima, El agua, en la Quincena de los realizadores. Una obra que mezcla leyendas, realismo mágico y una denuncia del machismo contado con una mirada fascinante. En Cannes Premiere se pudo ver As Bestas, el mejor trabajo en cine hasta el momento de Rodrigo Sorogoyen. Un thriller rural con aire de wéstern que le confirman como uno de nuestros grandes directores.
Para completar la cosecha, en el festival más importante del mundo, Albert Serra logró por primera vez competir por la Palma de Oro con Pacifiction, su último filme que fue uno de los mejor valorados por la crítica aunque finalmente no estuviera en el palmarés. Desde hacía muchos años, sólo Pedro Almodóvar lograba estar en la Sección Oficial. Serra entraba en el selecto club de directores que lo consiguen mostrando de nuevo el gran momento de nuestro cine.
El futuro
Tras Karlovy Vary y el descanso del verano llega la temporada de los 'festivales de otoño'. El pistoletazo de salida de esta última etapa del curso lo da el de Venecia, el más antiguo y tras el de Cannes el más prestigioso. Un certamen que en los últimos años sirve de lanzadera para los títulos que quieren optar para los Oscar y que, además, deja que las películas de Netflix compitan en su Sección Oficial. Su final empalmará con el comienzo del Festival de San Sebastián, el más importante de nuestro país y lugar donde el cine español suele desembarcar con sus grandes propuestas para final de año. De hecho, esta edición del Zinemaldia se abrirá con cine español. Alberto Rodríguez, que ya ha competido en otras ocasiones con La isla mínima y El hombre de las mil caras, estará esta vez fuera de concurso pero abriendo la Sección Oficial con Modelo 77.
Falta por ver mucho cine español y habrá que ver si consiguen su hueco en Venecia o San Sebastián para poner la guinda al año histórico. La maternal, de Pilar Palomero; Girasoles Ciegos, de Jaime Rosales; Mantícora, de Carlos Vermut; Suro, de Mikel Gurrea; Matria, de Álvaro Gago o En los márgenes, el debut de Juan Diego Botto en la dirección con Penélope Cruz y Luis Tosar como protagonistas, son los títulos que más se esperan. El 15 de julio San Sebastián desvelará el cine español que estará presente, y el 30 de julio Venecia hará lo propio con su Sección Oficial. Dedos cruzados en la industria.