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'Thor: Love and Thunder', Taika Waititi se cree tan gracioso que anula al dios del trueno

Natalie Portman como diosa del trueno en la nueva película de Thor

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Taika Waititi está encantado de haberse conocido. Es guapo, gracioso, tiene carisma, presencia y siempre cae de pie. Es una de esas personas que diga lo que diga siempre le ríen los chistes, aunque sean malos. Uno de esos directores que siempre logran parecer que son mejores de lo que realmente son. Siempre tiene la broma lista, el gag preparado para anular cualquier crítica. Recordemos que Waititi logró que un guion bienintencionado, irregular y subrayado como el de JoJo Rabbit ganara el Oscar al Mejor guion adaptado por encima de los trabajos de Steve Zaillian en El irlandés y de la revisión prodigiosa de Greta Gerwig en Mujercitas. Se cameló a Hollywood con su sonrisa canallita y su pelo revuelto. 

Si durante varias películas su truco de magia ha funcionado, en su nueva entrega de Thor ya ha saltado por los aires. Su segunda aproximación al héroe de Marvel es una película en la que todo el rato le vemos a él creyéndose más listo y gracioso que todos. Thor: Love and Thunder es una sucesión de chistes inocentones que acaban ahogando al personaje, las bromas que realmente funcionan -que las hay- y el regreso de Natalie Portman, que debería haber robado la función si Waititi no hubiera estado tan pendiente de ser el más listo y divertido de todos.

Ya Thor: Ragnarok había apostado por el estilo paródico, algo que le había funcionado a James Gunn y que vino bien para descargar drama tras alguna entrega del universo cinematográfico de Marvel más oscura y grandilocuente. Waititi hace cumplir el refrán de que lo poco agrada y lo mucho cansa.

Si aquella película resultaba graciosa, esta acaba siendo pesada, como el típico cuñado que no para de contar chistes durante toda la cena de Nochebuena. Da igual que haya algunos buenos, nadie se acordará de ellos porque el resto son mediocres o malos. Aquí es todo una sucesión de cuchufletas donde las brillantes (el cameo de algún actor de Hollywood y ese Asgard como parque temático) quedan en segundo plano. En 2022 Waititi cree que es gracioso que al protagonista se le vea el culo y todos se escandalicen. Pura transgresión. 

El director vende como moderno algo que realmente no lo es. Su estilo pop, lleno de colorinchis, voces en off y saltos en la narración ya está visto. No es novedoso, y gente como James Gunn lo hace mucho mejor. Si Gunn sí conseguía en El escuadrón suicida conquistar a todos gracias a su punto punki y hasta gore, esta es la versión descafeinada y para todos los públicos. Arrebatos pop que en el fondo esconden la debilidad del guion y cierta pereza para construir una narración con alma. No hay ni un puntito de riesgo en el humor, ni en la violencia ni en lo temático. Ni siquiera se ha atrevido a llevar la diversidad LGTB de la saga a nuevos niveles, y eso que lo tenía en bandeja gracias al personaje de Valquiria, una Tessa Thompson que es la que mejor se lo pasa.

La vis cómica de Chris Hemsworth vuelve a destacar, y Christian Bale está, como se podría presuponer, intensísimo en un tono trágico y dramático que choca con el del filme, que apuesta por la ligereza y la parodia. En ese registro sí que está Russell Crowe, absolutamente desatado en un personaje que pedía más escenas. Natalie Portman hace lo que puede y, aunque su diosa del trueno es visualmente un icono, no consigue que su historia emocione porque su tragedia suena artificial en medio de los chistes.

Taika Waititi demuestra que es un director efectista que siempre recurre a los mismos trucos, como en la selección de la banda sonora, tan obvia que parece elegida por un algoritmo o por una lista ya hecha por Spotify. Una versión de ABBA y de Enya cuando quiere ser divertido, y algo tan subrayado y visto como el Sweet Child of Mine de Guns N' Roses para su clímax. Esas son sus apuestas musicales.

Love and thunder tiene la suerte de que su mejor parte es su último tercio. Es ahí donde Taika Waititi consigue sus mejores momentos, especialmente en dos escenas visualmente brillantes. Una que rompe con la apuesta de colores del filme y que se desarrolla en un blanco y negro opresor, y el clímax con la rebelión infantil convertida en un turba superheroica, que además se convierte en su escena más honesta, ya que este es un filme que disfrutarán mucho más los niños con ganas de vestirse de superhéroes en carnaval que cualquier adulto.

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