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Análisis

¿Estamos ante la última película en la carrera de Woody Allen?

En una de las fantásticas viñetas de Manel Fontdevila, Esperanza Aguirre se yergue inmaculada en medio de un lodazal. Un pobre diablo cubierto de excrementos hasta las cejas le pregunta, “¿cómo lo haces?”, a lo que ella contesta socarrona, “¿lo qué?”.

Si intercambiásemos a Aguirre por Woody Allen en los tiempos del me too, la viñeta sería totalmente reutilizable.

El huracán que se desató tras el caso Harvey Weinstein, y que ha arramblado con las carreras y reputaciones de quienes han sido acusados de acoso sexual, parecía que iba a pasar cerca de Woody Allen sin llegar a despeinarle. Pero todo eso ha cambiado en las últimas semanas. Ya lo predijo Fontdevila con Aguirre, porque ahora Allen se encuentra tan sumido en el lodazal como Kevin Spacey, James Toback, Louis C.K y tantos otros. Al menos así es para la parte de la industria que le está dando la espalda.

Este jueves, Dylan Farrow, la hija adoptiva de Woody Allen que le acusa desde 1992 de haber abusado sexualmente de ella cuando tenía siete años, ofreció su primera entrevista en televisión. Respondió con dureza a las palabras del director, que afirmó en un comunicado que nunca se había sobrepasado con la pequeña, “como ya concluyeron las investigaciones que se realizaron hace 25 años”.

Dice que tanto ella como su madre, Mia Farrow, se están aprovechando de la ola del me too para sacar el asunto a la luz. La joven, sin embargo, lo ve justo al contrario y no concibe cómo Woody Allen ha podido salir indemne de toda la controversia.

No es la primera vez que Hollywood demuestra una doble vara de medir en los casos de violencia sexual. Ahí teníamos hace un año a Cassey Affleck contra Nate Parker. La palabra de la víctima contra el agresor muchas veces no es suficiente, mientras que en otras basta para que Netflix o Ridley Scott acaben con el más prestigioso de los actores.

Los profesionales que contribuyen con su silencio a que esto ocurra parecen haberse dado cuenta, por eso después del me too ha llegado el “yo te creo, Dylan”. Y ya se han empezado a notar las consecuencias.

Sin defensores en sus filas

Mientras Woody Allen promocionaba su película Wonder Wheel y anunciaba la próxima para el año que viene, Un día lluvioso en Nueva York, apenas le cayeron unos cuantos dardos sobre las acusaciones de Dylan Farrow. Los más sonados fueron los lanzados por el presentador de los Globos de Oro, Seth Meyers: “Cuando escuché que La forma del agua iba sobre una mujer enamorándose de un hombre repulsivo, pensé que se trataba de una película de Woody Allen”.

Después fue Greta Gerwig, ganadora del Globo por su ópera prima Lady Bird, y que colaboró con el director en A Roma con amor (2014). La actriz y directora sorteó el tema durante meses hasta que, el día de la resaca de los premios, admitió sentirse culpable por haber “incrementado el dolor de otra mujer” y se mostró arrepentida de participar en aquella película.

Aunque las palabras de Gerwig fueron especialmente perseguidas por su presencia en los premios, han sido muchos los que han declarado que nunca más volverán a colaborar con el neoyorquino. El último ha sido Colin Firth, que trabajó junto a Allen en Magic in the Moonlight (2013) y envió un mensaje a The Guardian el mismo día que Dylan Farrow aparecía en la televisión. Pero la situación se llevaba calentando desde 2017.

En noviembre del pasado año, Ellen Page declaró que su trabajo con Woody Allen en A Roma con amor le provoca un “gran remordimiento”. Dos meses más tarde, el actor David Krumholtz tuiteó que trabajar con Allen en su última película, Wonder Wheel, era “uno de sus más dolorosos errores”.

Los únicos actores que se han pronunciado a favor del cineasta son Kate Winslet y Alec Baldwin. La protagonista de Wonder Wheel salió del paso diciendo que “Woody Allen es, en gran parte, una mujer”, por su delicadeza al tratar y al entender a sus personajes femeninos.

Baldwin fue menos sutil y disparó contra todos aquellos que están donando el sueldo de sus anteriores películas con Woody Allen. “Me parece injusto y triste. He trabajado con él en tres ocasiones y fue uno de los privilegios de mi carrera”, dijo el actor de Blue Jasmine y A Roma con amor.

Esta práctica que señala Baldwin es, precisamente, la que ha hecho saltar las alarmas sobre el fin de la carrera del director de 82 años. ¿Será Un día lluvioso en Nueva York la última película de su larga filmografía? Parece razonable, pero no necesariamente.

Todas las veces que pudieron ser 'la última'

En 1992, el mismo año que Mia Farrow denunció a su marido por abusar de su hija adoptiva, Woody Allen estrenaba Maridos y mujeres, por la que recibió el Bafta y una nominación a los Oscar. Por aquél entonces, la maquinaria informativa estaba a años luz de la que llena las portadas hoy en día. Y, si bien fue un escándalo en la prensa, el fuego se apagó tan pronto como los investigadores infirieron que “Dylan Farrow no era capaz de distinguir la fantasía de la realidad y que probablemente había sido inducida por su madre”.

Pero en 2014, Dylan Farrow publicó una carta abierta en The New York Times, donde relataba los graves trastornos que sufrió a raíz de los supuestos abusos y del olvido público. Esta vez, su hermano pequeño, el periodista Ronan Farrow, suscribía su versión y afeaba el aplauso generalizado que el mundo le estaba dando a Blue Jasmine, de nuevo omnipresente en los premios.

Cabe destacar que el joven se encargó de la investigación contra Harvey Weinstein que fue publicada en The New Yorker, cinco días más tarde que la de The New York Times, pero con el primer testimonio de violación: el de la actriz Asia Argento.

Farrow siempre ha estado comprometido con la acusación de su hermana en contra de su padre biológico, y eso le decidió a iniciar la búsqueda sobre el productor que relanzó la carrera de Woody Allen en los noventa tras la denuncia de abuso sexual.

Entonces, ¿qué nos hace pensar que esta vez será la definitiva? Dylan Farrow lleva sosteniendo la misma versión más de tres décadas, pero sus palabras nunca habían recibido tanta atención como ahora. Muchos apelaban a la investigación, otros a la presunción de inocencia y finalmente al renovado debate sobre si debemos separar al artista de su obra.

Es cierto que, poco a poco, Woody Allen ha ido desapareciendo de los focos. Incluso en su adorada Oviedo se están planteando retirar la estatua de bronce del director, que se convirtió en un lugar de peregrinación para los amantes de su cine.

Pero quizá la acción más esclarecedora es la que están llevando a cabo casi todos los actores de su último filme, Un día lluvioso en Nueva York, que aborda la relación amorosa y sexual de un cuarentón casado (Jude Law) y una quinceañera (Elle Fanning).

Rebecca Hall, Timothée Chalamet y Selena Gómez han donado sus sueldos a la plataforma Time is Up contra las agresiones sexuales en la industria de Hollywood. Una iniciativa que coincide con la incendiaria investigación que publicó The Washington Post el 4 de enero titulada Leí décadas de notas privadas de Woody Allen, y está obsesionado con las adolescentes. En ella, el periodista detalla un patrón de obsesión del cineasta a través de los archivos que el propio Allen cedió a la Universidad de Princeton.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, con las actrices (principalmente ellas) dando el paso para disculparse por su silencio y con el ojo del huracán pisando los talones al anciano director, Un día lluvioso en Nueva York podría ser la cuadragésimo octava y última película de su carrera. Sin embargo, le puede ocurrir como a James Franco. Acusado y redimido. Pero no nos olvidemos de las viñetas de Manel Fontdevila: antes de llover fango, siempre chispea.