En el último mes se ha hablado mucho de las dificultades de llevar al cine Dune, la novela de 1965 de Frank Hebert. Una maldición de la que tampoco ha escapado Denis Villeneuve. Los fanáticos echan en falta que la gran pantalla exponga las dobleces de los personajes y el trasfondo político a la altura de la obra original. Una súplica que entra dentro de lo normal: todo libro tiene una cuota de inadaptabilidad. Es lo que ocurre con Distancia de rescate, una obra tan poco canónica, esotérica y compleja que nadie imaginó que pudiera tener réplica en el cine. Ni siquiera su autora, Samanta Schweblin.
“Una mujer joven agoniza lejos de casa. Un niño se sienta a su lado. Ella no es su madre. Él no es su hijo. Juntos narran una historia inquietante de almas rotas, una amenaza invisible y el poder y la desesperación de la familia”. La directora peruana Claudia Llosa, sobrina de Mario Vargas Llosa, se ha enfrentado a miradas de recelo desde el momento en que decidió adaptar el libro. “Todo el mundo me decía que estaba loca, que era muy difícil de hacer, pero yo lo vi clarísimo”, explica Llosa en conversación con elDiario.es.
Amanda (María Valverde) llega a una aldea de Argentina junto a su hija Nina para pasar las vacaciones. En la casa contigua vive Carola (Dolores Fonzi), una mujer misteriosa e hipnótica que guarda un secreto sobre su hijo David, en apariencia un niño autista. Un accidente provoca que Amanda enferme y que tema por la vida de su hija, aunque la paranoia viene de antes. La voz en off de David será quien la guíe por sus alucinaciones y recuerdos para ayudarla a comprender y, sobre todo, a no juzgar.
Samanta Schweblin publicó el libro en 2015 y pronto se tradujo a 13 idiomas y le hizo merecedora de varios premios, entre ellos una nominación al Booker Internacional. Decir que trata sobre los terrores de la maternidad es una forma vaga de resumirlo. No solo porque aborda otras cuestiones como la transformación de lo natural en transgénico, el abandono del medio rural y las creencias telúricas. Sino porque las preguntas que plantea sobre la maternidad son incluso difíciles de describir en palabras. De ahí que lo primero que atrajo a Llosa fuera que pusiera nombre a “la distancia de rescate”.
“Ahora mismo estoy calculando cuánto tardaría en salir corriendo del coche y llegar hasta ella si se cayera a la piscina. Es la distancia de rescate. Así llamo al hilo que me ata con mi hija. Me paso la mitad del tiempo calculando esa distancia y siempre arriesgo más de lo que debería”, describe Amanda en la película, que el pasado 10 de octubre se estrenó en Netflix.
Tomo una decisión. Me doy cuenta de que no quiero estar acá. La distancia de rescate está ahora tan tensa que no creo que pueda separarme más de unos metros de mi hija. La casa, los alrededores, todo el pueblo me parece un sitio inseguro
Para Llosa, “la distancia de rescate” es “transmitir confianza a nuestros hijos y darles libertad al mismo tiempo que cuidamos”. Esa necesidad de control, el sentimiento de terror invisible y la paranoia parental han sido bien captados por la peruana, que ganó el Oso de Oro en Berlín con su segunda película, La teta asustada (2009). “Hubo muchos momentos en los que estuvimos a punto de perdernos combinando lo físico y lo imaginario”, reconoce ella. “Entonces recurría a la voz de David, que se convirtió en un guía espiritual también para mí”.
Las preguntas más incómodas
“Esta novela recorría espacios que sentía muy propios, como la complejidad de lo femenino, de la maternidad, la exploración del universo mágico y de lo psicológico. Son dos mujeres que conversan, comparten sus miedos, sus vacíos, se embelesan, se contagian, se intoxican. Necesitaba conocer a Samanta y pedirle que me dejara adaptar su novela”, explica Llosa. Son ellas, Carola y Amanda, quienes pronuncian algunos terrores inconfesables.
Carola es el mito de la “mala madre”. La que se despistó un segundo. La que antepuso sus tareas profesionales al cuidado de su hijo. La que después hizo lo humano y lo infrahumano para salvarle. La que perdió los sentimientos por él. La que no se reconoce más como madre de aquella persona que dio a luz. “Ella se distrae por cuidar lo material, el capital. ¿Cuántas veces nos ha pasado? Y al revés, haber abandonado nuestros sueños por cuidar”, plantea Llosa.
Amanda, en cambio, es calmada y prudente. Conoce la teoría de la distancia de seguridad, pero cualquier elemento externo la convierte en una hembra desesperada por perder a su cría.
“El miedo como motor es bueno mientras que no se convierta en paranoia, porque genera la fatalidad. El cuidado es perfecto, pero el nene debe sentir que tiene la libertad de explorar”, dice la directora, que reconoce que la distancia de rescate es un hilo “perpetuo y visceral”. “Paradójicamente el individuo se construye tras la separación de la madre. Es indispensable lograr un equilibrio de esos miedos para ayudarle a independizarse como humano”, expresa la también escritora.
Aunque en los últimos años la literatura y la cinematografía ha explorado lejos del ideal de la “buena madre”, Claudia Llosa no cree que sea suficiente. “Lo relacionado a la maternidad no se ha transformado a la misma velocidad o en la misma dimensión que otros asuntos sobre la mujer”, defiende la peruana, que hace referencia a las leyes que rigen este aspecto en muchos países latinoamericanos, como las del aborto.
“Por eso para mí es tan importante romper con los binomios sociales que nos controlan. También enfrentarnos con miedos más profundos y políticamente incorrectos”, expresa. Según la cineasta, “todos reconocemos el miedo a la pérdida”. Pero, por ejemplo, “qué hay del miedo a no reconocer a nuestros hijos como propios, a la extrañeza, a la pérdida de esa conexión”.
El planeta envenenado
Por último, está también la distancia de rescate con el planeta. Un mundo que es legado a las siguientes generaciones y que cada vez está más envenenado. Amanda llega a la aldea bucólica y feliz con la esperanza de alejarse de los peligros de la ciudad. “Me interesaba explorar esa relación idílica con la naturaleza. Es tan bello que provoca desconfianza”, explica Claudia Llosa.
David se había acuclillado en el riachuelo. Tenía las zapatillas empapadas, había metido las manos en el agua y se chupaba los dedos. Entonces vi el pájaro muerto
Después de una pandemia mundial y diversos desastres naturales, esta temática, en principio secundaria, se volvió principal. “Para mí estos dos temas –maternidad y medioambiente– eran muy importantes, estaban abriendo portadas en los periódicos. Me hizo pensar, ¿cuándo empieza la cuenta atrás? ¿En qué momento envenenamos a nuestros hijos?”, se plantea.
La relación con lo rural, tanto espiritual como laboral, se explora en Distancia de rescate para plantear preguntas urgentes. “Hay algo psicoanalítico que me da esperanza de acercarnos a una respuesta. Ese es el espíritu de esta película: escuchar al otro y escucharnos”, concluye.