Aleix Saló se preparó para ser arquitecto, en el camino exhibió su faceta de dibujante y, ahora, se identifica más con el gremio periodista. En realidad ha sido capaz de retratar los entresijos de la economía española como un cronista financiero para todos los públicos. Conocimos su obra por aquel nuevo país que nos presentó en 2011, en un contexto de precariedad e indignación social, gracias a su análisis a caballo entre el costumbrismo y el lenguaje técnico. “Tiene que existir un buen artículo sobre el Banco Central Europeo, pero también hay que ser consciente de que no va a llegar a la mayoría de los lectores”. Españistán revolucionó la red de una forma muy intencionada y colocó en el mapa al joven que no era precisamente un neófito en el terreno de la sátira en viñetas.
Aquel vídeo viral se convirtió pronto en todo un éxito editorial -Españistán: de la Burbuja Inmobiliaria a la Crisis (Glenát)- que repetiría en las librerías una vez al año. Como así ocurrió con Simiocracia: crónica de la gran resaca económica, una suerte de secuela del anterior, donde analizaba las causas de la crisis durante el periodo económico comprendido entre 2008 y 2011. En apenas dos horas, la corriente de visitas en su clip promocional hacía de administraciones, constructoras y cajas de ahorros algunos de los temas más debatidos en la red. Su fama estaba lejos de ser volátil y Aleix comenzaba a fraguarse un futuro prometedor en el acotado -y a veces casposo- sector humorístico.
En un afán ascendente, llegó Europesadilla: alguien se ha comido a la clase media, el proyecto más ambicioso que había salido hasta entonces de su pluma. Del estudio transfronterizo surgió una fábula sobre la construcción no ya de la Unión Europea, sino incluso de la identidad europea. Ahora llega Hijos de los 80 (DeBolsillo), su primer libro escrito y publicado originalmente en catalán en 2009. Saló hace una mirada retrospectiva y autocrítica a una generación mimada y algo expectante, una generación “hija de la democracia, de la postmodernidad, de la crisis de valores y el Estado de bienestar que se dio de bruces con la precariedad laboral, la crisis económica o el paro”. Esta decisión puede traducirse en un paso hacia atrás, temporal y geográfico, pues según su creador “surgió en un contexto puramente catalán”. ¿Y por qué retroceder ahora? Porque lamentablemente “está más vigente que nunca”.
Muchos peces y poca caña
“En la antigua China, cuando un pobre pedía a Lao Tse un pescado para poder comer, el sabio no le daba un pescado, sino una caña, y le enseñaba a pescar. A nosotros nos han dado un montón de pescado, pero han tirado la caña al río”. El proverbio, que actúa como broche del libro, es el que resume el carácter autocrítico que diferencia esta obra de las anteriores. Es el ejercicio más personal y blanco del dibujante, que retrata el reverso del monstruo de la crisis con el germen de la llamada 'generación burbuja'.
Es una mirada introspectiva a aquellos jóvenes equipados con todos los accesorios de gama alta, con una educación orientada al éxito y criados bajo una techumbre de derechos y valores. Nos moldearon una biosfera happyflower llena de comodidades ficticias, pero muchas veces también retroalimentadas. “Nunca hay que olvidar la responsabilidad personal en las decisiones que ha tomado nuestra generación para crecer”, recuerda Saló. Una crítica directa al 'clicktivismo' y a la revolución desde el sofá que mitigaba esa frustración juvenil en 2009, previa (pero también posterior) al 15M. “Aunque este último año he notado cierta predisposición de arremangarse para arreglar las cosas uno mismo”. Un halo de optimismo hacia quienes están intentando rescatar la caña del río.
La acidez de Aleix choca frontalmente con sus diseños oviformes casi de corte naif. Sin embargo, la indignación alimenta su humor negro contra las altas esferas, la elocuencia rápida lo descifra y la magia de la nube hace el resto. Ahora, el lenguaje especializado queda relegado por un cariz costumbrista que invitará a un buen puñado de jóvenes de los 80 a rememorar aquellos días de novillos, contratos precarios y fiestas salvajes. ¿Y qué ocurre con los 90? “Ya no es una generación de expectativas rotas, ha nacido en la época de la globalización mientras oyen continuamente hablar de la crisis en su casa. Ya no esperan tanto del futuro y eso puede servir para hacerles reaccionar y estar más preparados”.
La independencia del dibujante
Aquellos que crecieron con el Equipo A y David el Gnomo, tomando modelos de conducta de las Tortugas Ninja y Son Goku, se sentirán también identificados con los inicios de Aleix Saló. Las participaciones en pequeños medios de la prensa fueron intermitentes e insuficientes para hacerse un hueco en el sector. “Formaba parte de una generación demasiado joven para que un periódico contemplara añadirnos a su plantilla”. Aleix debe sus comienzos a las viñetas pero, con el paso de los años y por pura supervivencia, fue ligando sus aspiraciones al mundo editorial.
“El formato de viñeta está muy bien para compartir en redes sociales, pero estás tan ligado a la tontería del día que se olvida muy rápido”, opina quien prefiere la libertad expresiva de un libro. Como era de esperar, a raíz del éxito de sus publicaciones y -sobre todo- de sus vídeos, Aleix ha recibido numerosas ofertas de medios de comunicación, opción que no baraja por el momento. “No quiero estar en una revista o medio donde los viñetistas seamos intercambiables, lo que quiero es destacar”. Una cuestión de sana competitividad en un ámbito donde el tópico renovarse o morir está a la orden del día.
A colación de esto y la última crisis en la revista satírica El Jueves, uno de sus referentes confesos, Saló apela a la valentía de Manel Fontdevila y Albert Monteys. “Aun cuando tenían su estabilidad -y tampoco está la cosa para aventuras- se han lanzado a la piscina con Orgullo y Satisfación y les ha salido muy bien, estoy muy contento”.
Europa o 'Guatepeor'
El joven dibujante piensa que no existen suficientes voces en la cultura popular que representen a quien verdaderamente “parte el bacalao”. Saló ha reconocido su futuro en Europa porque le sería complicado volver a centralizar su análisis e ir hacia atrás. “Desde el momento en el que uno empieza a entender España desde una óptica europea, cambia mucho la visión”. En este sentido, quien comenzó su andadura sacando los trapos sucios de su país, se ha reconciliado en cierta parte con España tras encontrar un 'Guatepeor'. “Tenemos muchas cosas que damos por sentadas y que en Europa no funcionan, como la sanidad pública o los índices de delincuencia”. Que no cunda el pánico. Aunque se haya deshecho de su perfil local y regional, España va a seguir siendo la diana de todos sus dardos, pero en un marco supraestatal.
No en vano, se considera un enganchado a la actualidad y a sus engranajes. También reconoce una adicción popular a la esperanza, ahora representada por la nueva izquierda y la independencia de Cataluña. Sin embargo, nada de esto le llega a inspirar para la idea de una nueva publicación. “Soy un poco previsible, me gustaría hacer un libro sobre las religiones”, termina confesando Saló a este diario. Una muestra de que el humor sirve tanto como bálsamo frente a los estamentos anquilosados, como a las medidas podridas e infructíferas de una política anticuada. Pero también para apelar a la nostalgia en clave de cultura pop o -como reza la contraportada- para quemar la frustración juvenil. “¡Así de fácil!”