En una época en la que el cómic de género, de superhéroes y underground copaban el mercado estadounidense, los hermanos Hernández revolucionaron el medio con la autopublicación en 1981 de Love and Rockets, una revista repleta de historias sustentadas en carismáticos personajes. Cuatro décadas después, el universo creado entonces por el historietista Gilbert ‘Beto’ Hernandez (Oxnard, California, 1957) sigue activo, pues las aventuras de los habitantes de Palomar no han dejado de crecer y reeditarse.
En un espacio indeterminado de Latinoamérica se encuentra este no lugar, que parece situarse fuera del tiempo. En él sus lugareños se enamoran, se enfrentan, emigran y mueren. Inspirado en los relatos que contaba su madre, el autor de ascendencia mexicana lleva años narrando las desventuras de cientos de personajes latinos, creando así un paisaje mítico que lo ha convertido en uno de los autores de cómics vivos más importantes.
Su interés en el cómic lo comparte tanto con su madre como con sus hermanos y empieza cuando era pequeño. Pero, ¿en qué momento se da cuenta de que quiere vivir de ello y empieza a desarrollar Palomar?
Me estaba haciendo mayor y necesitaba un trabajo. Crecí leyendo y dibujando cómics, pero a finales de 1970 mis hermanos y yo ya estábamos aburridos de ellos, así que íbamos a shows de punk rock en Los Ángeles, que eran muy inspiradores. Aunque el verdadero espectáculo sucedía fuera, cuando todo el mundo se volvía loco y la policía te perseguía… Hubo un momento en el que, cuando no sabíamos dónde estaba la diversión, mirábamos al cielo en busca de los helicópteros de la policía. Así de mal se puso la cosa.
Mi hermano Jaime decidió documentar lo que veía y lo que le gustaba, y terminó centrándose en las chicas de la escena punk. Yo tuve que hacer mis propias historias, de modo que me pregunté qué era importante para nosotros durante nuestra infancia. Sin embargo, no quería ceñirme solo a la cultura mexicana, así que, usando partes de distintos sitios, creé un lugar en el que cada país hispanohablante pudiese decir “ese soy yo”. Eso enriqueció este mundo de fantasía, que a la vez está tan enraizado en nuestra cultura.
Como opta por el realismo mágico al construir Palomar y sus habitantes, se compara mucho su obra con la de Gabriel García Márquez, pero reconoce que no leyó Cien años de soledad hasta que ya llevaba bastante tiempo escribiendo. A posteriori, ¿le ha condicionado esta lectura?
Oh, sí lo leí, y algo se habrá filtrado a través de lo que hago. Me inspiró mucho toda la imaginación que hay en él, aunque lo que no está en el libro, y me van a matar por decir esto, es que no va sobre el amor. Va sobre la vida de las personas, pero no sobre el amor, mientras que en Love and Rockets nuestras historias sí son sobre eso.
Hablando sobre influencias, asegura que el cine europeo le ha servido de referente. De hecho, Luba bebe mucho de actrices italianas como Sophia Loren o Anna Magnani. Sin embargo, el personaje nace como la villana de una historia de ciencia ficción. ¿En qué momento se enamora de ella como para convertirla en su personaje central?
Inicialmente sí la dibujé para una historia de ciencia ficción, muy curvilínea, muy caricaturesca. Pero me gustó escribirla, lo que decía, cómo posaba… Entendí que habría muchos prejuicios por su aspecto al incluirla en una historia seria, pero pensé “¿por qué no?”. Si una mujer así estuviese sentada a su lado, algunas personas la mirarían o le dirían algo, pero mi objetivo era convertirla en un ser humano para que los lectores disfrutaran tanto de su historia como yo disfruté escribiéndola. Creo que ese es uno de mis logros.
Luba tiene una familia amplísima, y muchos de tus otros personajes acaban teniendo conexiones sorprendentes. ¿Sabe de antemano lo que va a suceder o improvisa sobre la marcha?
La mayoría de las veces es improvisado, pero bajo control. Me pregunto a dónde va a llevar la historia para no acabar en sitios donde no quiero o arruinar los personajes. A veces tengo una idea y el reto es llegar hasta ese punto.
¿Le cuesta seguir el hilo de lo que ha creado?
No. Eso es lo único que mi hermano Jaime y yo sabemos hacer, pero no sabemos por qué. Me encanta, sigo creando demasiados personajes, aunque me digo que tengo que parar. Mi único problema es que no quiero repetirlos, y es difícil porque ya hice todas las personalidades posibles en Palomar.
Además de Luba, muchos de sus personajes principales son mujeres, algunas de ellas incluso mujeres queer. Sin embargo, reconoce que hay algo de indulgencia en cómo las dibuja, tan voluptuosas y atractivas. ¿Cómo se ha enfrentado a esta dualidad?
Empecé dibujando chicas tipo pin up, y [Jaime y yo] nos volvimos bastante buenos en eso. Pero también queríamos escribir historias, y no había razones para que no pudiéramos usar en ellas a estos personajes. La gente quiere saber el secreto. “¿Cómo haces que funcione?”, no lo sé. Simplemente me levanto por la mañana y lo hago.
Gran parte de sus personajes son, asimismo, latinos, algo que no era habitual en el cómic de la época. ¿Hasta qué punto estaba intentando derruir estereotipos?
En cierto modo, era así, porque en Estados Unidos siempre ven a la gente de México como la clase baja. Mi padre, cuando emigró, no hablaba inglés, pero quería aprenderlo para trabajar, y le dijo a mi mamá que nada de español en casa. Nosotros éramos niños y ella insistía en que ser bilingüe era mejor. Él no quería por no confundirse, aunque creo que en parte se debía a que prefería que no supiéramos de qué estaba hablando. Es un poco embarazoso que no sepamos español.
Pero había muchos prejuicios contra los latinos entonces. Ahora es diferente, porque más gente de Centroamérica o Sudamérica llega a EEUU, aunque los estadounidenses siguen pensando “trabajan para mí”. Y yo insisto en que son personas. Incluso los blancos pobres son personas. Y los negros pobres son personas. Y los asiáticos pobres son personas. Pero como soy latino y mi familia es de México, ahí es por donde empiezo.
En su universo, estos personajes crecen a la vez que el lector, incluso hay algunos que han muerto con los años. ¿Qué siente al mirar hacia atrás y contemplar su obra?
Me alegra que tenga tan buena aceptación. Es muy bueno saber que, si me detuviese mañana, habría hecho un buen trabajo para los lectores. Y lo mejor es que están hablando de viejas historias, de hace 30 o 25 años, que todavía gustan. Eso me hace muy feliz, porque a veces las nuevas generaciones ven cómics antiguos y piensan que son aburridos, pero miran mis cómics, o los cómics de Jaime, y dicen “oh, me gusta esto, ¿hay más?”.
En estos años, ¿ha cambiado la percepción de la gente del cómic, o sigue siendo un arte para outsiders, como aquellos que leían y creaban Love and Rockets en sus inicios?
Todavía es un arte outsider, pero se está despertando más interés en él. En Estados Unidos, los superhéroes dominan la escena, así que tienes el underground y luego los superhéroes. Cuando lo independiente estaba triunfando, Marvel y DC decidieron aplastar a la competencia publicando tanto que ni pudiéramos estar en las tiendas. Lo que no entendían era que había gente que todavía quería leer esos cómics independientes. Marvel y DC trataron de copiarlos, y no pudieron. Cuando comenzaron a sacar sus grandes películas, pasaron a ignorarnos. Ahora que su éxito en cine está volviendo a caer, veremos qué pasa. Tal vez un día la gente empiece a leer más cómics independientes. No lo sé, pero eso espero.
Y, a nivel personal, ¿qué opina de su trabajo?
Lo disfruto, pero no como antes. Ahora básicamente lo uso de referencia si, por ejemplo, necesito saber qué hacía un personaje la última vez que lo dibujé. Pero cuando miro atrás solo veo los errores, ya sabes.
Aunque el mundo que creó no ha dejado de crecer y cambiar, ¿en algún momento cree que le dirá adiós para siempre?
Solo cuando sea demasiado viejo y no pueda dibujar más. No creo que deje de tener ideas, salvo que padezca Alzheimer. Mientras, seguiré haciéndolo, porque es lo que quiero. Escribo y dibujo siete días a la semana; soy un tipo viejo, no necesito hacer otra cosa. No salgo de fiesta, solo festejo en casa porque la marihuana es legal en California.
De momento, está en negociaciones una adaptación de Palomar a serie con Warner Bros. ¿Cuáles son sus requisitos para que salga adelante?
En Hollywood te dicen que van a hacer tu película y pasan cinco o diez años. Pero todavía estamos hablando de ello. Simplemente no quiero que lo cambien y lo arruinen, pero, una vez firme, podrán hacer lo que quieran. Así que no estoy seguro, aunque de momento suena bien. Yo sigo diciéndoles “daos prisa, me estoy haciendo viejo”.
La industria española, aunque está llena de talento, es muy precaria. Es más, el 64% de los autores gana menos de 10.000 euros anuales. ¿Cómo es la situación en Estados Unidos?
Es triste. Love and Rockets es lo que quería hacer, pero siempre he tenido que trabajar en otros lugares, como Marvel o DC, para pagar las facturas. Trato de hacerlo lo mejor posible, claro, aunque no creo que sea tan bueno como el resto de mi trabajo. Así que sí, es necesario tener un trabajo extra, solo que no quieres tener uno regular porque eso disminuye tu energía para hacer cómics. En mi caso, justo antes de Love and Rockets, estuve en una tienda en un centro comercial, y me tomó seis meses hacer unas pocas páginas. Al final dejé el trabajo y me dediqué a tiempo completo a dibujar mientras vivía en casa con mi madre. Era demasiado viejo, pero tuve que hacerlo, y funcionó, porque los cómics llevan mucho tiempo y necesitas toda tu energía para hacerlos.
Ahora que la IA se está colando en el mercado editorial, ¿cree que es una amenaza para los trabajadores del cómic?
Sí, creo que es una amenaza. La última portada de Love and Rockets tuvo mucho éxito porque se ve a un tío corriendo con una camiseta en la que pone “que le jodan a la IA”. Es más divertido mostrarlo que decirlo, pero cuando el cómic salió, recibí muy buena respuesta de los dibujantes, y ahora se está convirtiendo en una camiseta para venderse en la Comic-Con de San Diego.