El día que Calpurnio decidió acabar con Cuttlas: “No tengo mucho interés en morir con las botas puestas”
Recientemente, el dibujante Calpurnio anunciaba el adiós de su conocido personaje, Cuttlas. Según informaba Álvaro Pons en su blog La cárcel de papel, el autor se centrará en nuevos proyectos y, aunque atraviesa un delicado momento de salud, el fin de la trayectoria editorial de su serie bandera se debe, más bien, a su agotamiento.
Eduardo Pelegrín Martínez de Pisón 'Calpurnio' (Zaragoza, 1959) comenzó a publicar páginas de El bueno de Cuttlas durante los años ochenta, en fanzines, para pasar, después, a revistas profesionales como Makoki y El Víbora. En origen fue una parodia muy personal del wéstern, pero, gradualmente, Calpurnio la convirtió en un contenedor experimental y humorístico en el que cualquier cosa podía pasar: hasta que se pasearan por sus viñetas los miembros de Kraftwerk, o que Cuttlas se hiciera amigo de un alienígena llamado 37.
Las aventuras y experimentos de Cuttlas pasaron por las páginas de El Pequeño País y 20 Minutos, entre otros. En los últimos años, la serie había recalado en el diario digital Valencia Plaza y su versión en papel, Plaza. En conversación con este diario, Calpurnio reflexiona sobre su decisión de dar fin a las andanzas de su personaje: “Me encontraba en una situación muy cómoda, publicando una sola página al mes. Podría haber estirado esta situación durante años, pero un buen día decidí que ya estaba bien. No tengo mucho interés en morir con las botas puestas. Esto fue en noviembre de 2021, cuando lo anuncié ya llevaba casi un año sin publicar nada”.
La serie, que ha acabado siendo un completo muestrario de todas las posibilidades narrativas y formales del lenguaje de la historieta, ha sido para Calpurnio una constante en su carrera. “Cuttlas me ha acompañado siempre, durante estos 37 años (no son 40, me gustaría recalcarlo) mientras que en el resto de mi actividades artísticas he ido cambiando de forma bastante dispersa. He hecho fanzines, prensa, guiones y dirección de mi serie de televisión, he sido videojockey, ilustrador, muralista, y no sé cuántas cosas más, pero los cómics de Cuttlas siempre han estado acompañándome de fondo, como un amigo fiel”.
Los motivos para finalizar la serie tienen más que ver con el cansancio que con la falta de ideas. “Cada vez me estaba dando más pereza hacer los cómics, y espero haberlo dejado antes de transmitir esa pereza al lector —explica—. Ideas nunca faltan. Además de las que surgen por sí solas, solo hay que abrir en periódico para que surjan nuevas… pero yo notaba esa pereza que nunca antes había experimentado”.
El bueno de Cuttlas, con sus esquemáticos monigotes y su minimalismo engañosamente simple, llegó a todo tipo de lectores, que entendieron que cualquiera podía dibujar si se lo proponía, aunque nadie podía hacer lo que hacía Calpurnio. “Las claves para conectar con el público han sido dos: en principio, un dibujo simple y ancestral que conecta con todo el mundo… y, en fin, esta mal que yo lo diga [risas], pero ahí va: buenos guiones. Imprescindible”, explica el dibujante.
Clásicos renovados
Sin embargo, el fin de Cuttlas no significa que Calpurnio deje de trabajar. Muy al contrario, sus últimos proyectos han supuesto todo un reto profesional: el encargo por parte de la editorial Blackie Books de ilustrar La Odisea y La Iliada, en su colección de Clásicos Liberados. La Odisea se publicó en 2020 y sorprendió a todos por la capacidad del dibujante para representar un contexto cultural tan alejado de su estilo moderno y pop de forma totalmente reconocible e icónica. Gracias a una exhaustiva documentación, Calpurnio fue capaz de dibujar el mítico viaje del héroe Ulises sin renunciar a su estilo. “En la editorial tenían la idea de hacer La Odisea anotada, no ilustrada; por eso supongo que pensaron que mi estilo minimal podía encajar. De hecho, no tuve que adaptar mi estilo”, aclara el dibujante. En el nuevo desafío que supone La Iliada (2022), Calpurnio se ha beneficiado de la obra anterior: “Ya tenía un trabajo previo importantísimo de investigación sobre la época en concreto (1200-1300 a.C.): su cultura, sus vestuarios, sus palacios y armamento… Y no solo eso, sino que ya había interpretado todo, en mi cabeza y en decenas de bocetos ya había convertido toda esa información a mi estilo de dibujo. Así que comencé La Iliada con un trabajo ya hecho que en La Odisea me ocupó varios meses”.
Sin embargo, la historia de la guerra de Troya y la apoteosis de Aquiles es muy diferente a la aventura de Ulises en su vuelta a Ítaca, e incluye escenas de difícil traslación a imágenes, como el catálogo de naves o la écfrasis del escudo de Aquiles. “En La Iliada asistimos a una gigantesca batalla que se desarrolla en un solo escenario, las llanuras ante las murallas de Troya, con miles de guerreros en los bandos griego y troyano. En La Odisea, en cambio, Homero nos cuenta el viaje de un solo personaje, Ulises, por el gigantesco mar Mediterráneo, en el que va encontrando diferentes personajes, amigos y enemigos. La forma de ilustrarlos también ha sido muy distinta y motivadora”, comenta Calpurnio, cuyo trabajo también destaca por el particular uso del color: “Utilizo una paleta muy limitada, unos pocos colores con un valor muy concreto”. Así, el rojo se utiliza para el fuego y las manchas de sangre, el amarillo es distintitivo de Ulises y el azul acompaña a Héctor.
Calpurnio encara el futuro con ilusión renovada para enfrentarse a nuevos desafíos, y está demostrando, como hizo en El bueno de Cuttlas, el enorme potencial de su dibujo, una caligrafía sintética despojada de todo lo que la aleja de lo esencial.
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